28 septiembre 2012

Las chimeneas que fueron.


                           

En mi pueblo todas las casas tenían chimenea cuando yo me criaba, y por eso crecí con ellas. Las chimeneas eran el reflejo del hogar. La abundancia de chorizos y jamones  colgados que se ahumaban sin prisa en torno a ella, marcaba la diferencia entre unos y otros, porque algunas chimeneas eran huérfanas de estos manjares. La chimenea era el centro de todo: allí se calentaba el agua para lavarnos, se calentaba el ladrillo o la teja que iba a los pies de la cama en invierno, y qué sensación más rica en los pies cuando las sabanas estaban heladas, la chimenea te secaba cuando llagabas mojado de la calle, la chimenea lo resolvía todo. La chimenea era el lugar acogedor por excelencia: allí se cocinaba a lo largo del día, entorno a ella comíamos, sobre todo en invierno, allí escuchábamos las historias, los cuentos que nos hacían soñar, las oraciones de la madre o abuela, los avatares del día a día contados por  cada cual, como un diario que iba escribiendo nuestra historia, allí se aprendía a respetar a los abuelos, a los padres, y la educación empezaba entorno a la chimenea.
“Toma, pon este pulpo sobre las brasas. Dale la vuelta que se te tuesta demasiado. ¡Ya está madre! ¿Lo cojo? Esperar,  impacientes, que sois unos impacientes, yo me encargo de eso, que os podéis quemar; y aquello olía a gloria. Después rascaba la costra quemada y a repartir el pulpo asado, ¡y sin pelearse! Dijo mi madre. Otro día le tocaba al membrillo asado bajo la vigilancia siempre de mi madre, como todas las madres que velan, que educan, que te enseñan paso a paso a correr y más tarde a volar.
Y qué decir del pan untado con manteca que era la mantequilla del pobre, y del rico, aunque el rico siempre tenía. Aquel pan tostado sabía a gloria porque era pan de harina de trigo puro, amasada con  arte y con amor y por eso siempre queda el recuerdo de aquel pan que, aunque no fuera abundante, nunca nos faltó.
Y no había chimenea que no fuera morada de golondrinas cuyo trino parecía jalear nuestras discusiones. Y la noche de Reyes por allí entró el Rey Mago para dejarme los regalos, según me dijo mi abuela, y era factible porque era muy ancha. Resultaba  agradable, reconfortante, el ronroneo de la olla o el pote de barro cociendo las alubias, o los garbanzos, o las patatas, y el sofrito que al final de la cocción perfumaba la cocina entera. No había nada más generoso que una chimenea ya fuera de rico o de hogar humilde.
Y cuando el pastor llegaba  caída la noche, aterido de frío aquellos días de carámbano y ventisca…”Anda, caliéntate”, le decía María a Liborio que era el pastor que guardaba las ovejas de muchos y que cenaba en casa de todos. Y Liborio se desentumecía las manos y, ya caliente, con su barba de cinco días, daba buena cuenta del plato de patatas humeando, y del farinato o morcilla que María había guisado, cuyo aroma aireaba la chimenea delatando  la cena de cada cual al pasar la calle. La vida  de cada día empezaba y terminaba con la chimenea, como la llama  que surgía de  los leños  para acabar en cenizas, como la vida misma. Chimenea generosa, humilde, donde reposaban los sueños antes de soñar durmiendo aquellas noches de invierno.
Y Era sobre todo en invierno, justo antes de caer la noche, cuando las chimeneas arrojaban al viento el humo que anunciaba la hora de la cena y de recogerse. El humo unas veces se estiraba hasta el cielo, otras se apelmazaba cubriendo las miserias de algunos tejados, otras el viento imponía su dirección. Desde el altozano Cotorro, me recreo observando el espectáculo de decenas de chimeneas tosiendo humo sin cesar. “Aquella que echa el humo tan negro es de tío tal…y la otra de humo gris, de fulano, y la otra que tarda en arrancar sé de quien es porque o tiene poca leña, o es un tacaño, que de todo hay.” Y el humo expiraba poco a poco anunciando el final del día y la hora de cenar, apurando  luego el  pertinaz bostezo que te empujaba a la cama.
Pero de todas las chimeneas había dos  mellizas que humeaban como ninguna al amanecer y volvían a las dos horas con el mismo entusiasmo para anunciar al pueblo  el sustento diario que no le faltaría. Todo el mundo se guiaba por ellas, sentía los aromas más deliciosos y suaves  que ellas nos regalaban, eran además el reloj que nunca daba la hora pero que todos sabíamos ,sin embargo, la hora que era cuando su aroma se expandía  y permanecía flotando en el barrio hasta que alguien se exclamaba:”¡Caray! van  a ser ya las once.¡Qué bien huele el pan del tío Angelín!,( mi abuelo), que nos dejó el mejor recuerdo de su pan y del aroma que salía a borbotones cuando abría el tiro para aliviar el calor del horno, mientras cocía las setenta hogazas doradas que eran el oro del hogar, y  se volvía a escuchar: “Ya está listo el pan del tío Angelin!¡Que bien huele, qué rico! El pan que llegó primero a la nariz que al estómago. Hechizo de un tiempo pasado que sigo añorando, aunque las chimeneas de mi pueblo sean ya un mero testimonio de  ese tiempo que se esfumó como el humo para nunca volver.
Félix.

21 septiembre 2012

La mentira.


                                  

Según la RAE la mentira es la expresión de un juicio que no corresponde a la verdad, siendo consciente de ello la persona que emite tal juicio.

Estamos viviendo unos tiempos en que lo que manda es la mentira. Si sabes mentir o si eres un mentiroso fino, fino, tienes un gran  porvenir, sobre todo en la política, porque la política es el arte de mentir, o al menos a mi me lo parece. Se nos mentía cuando Franco por intereses patrióticos, siempre la Patria como escudo, se nos sigue mintiendo en democracia por lo que en esto se parece mucho a la dictadura.

 El gran mentiroso se vuelve una persona lista por arte de magia, a veces admirada por el rédito que le saca a la mentira y así llegamos al momento actual donde nada es verdad o casi nada, o nos venden  medias verdades, y en la política que lo invade todo nos lo muestra a diario. En el Congreso de los Diputados es corriente que un político le diga a su oponente:”Usted miente” y el otro le replica:”Usted si que miente sabiendo que no es verdad lo que dice.” En fin, que entre mentirosos anda la cosa, por lo que se deduce que el pueblo ha elegido a representantes mentirosos  a sabiendas o no, esto cada votante lo sabrá.  Decía Zapatero:”Tenemos el sistema financiero mejor saneado de Europa” y le faltó decir del mundo, o quizás lo dijo .El resultado es que no paramos de inyectar miles de millones  de nuestro dinero a la banca y los políticos insisten que no le damos dinero, que se lo prestamos, otra mentira porque sabemos que eso que llaman la ingeniería financiera es capaz de muchas cosas, nada buenas para el currito que ha entregado su dinero al Gobierno.

Luego están lo que llaman las Autonomías  Históricas, otra mentira porque históricos somos todos,  en España, Castilla, como la que  más, aunque ya sé que los gobernantes vascos, (que no los ciudadanos) se empeñan en hacernos creer que son descendientes directos del Hombre de Cro-Magnon o Cromañón, o de Adán  y Eva y  esas cosas. Y así los vascos y las vascas, vasquitos y vasquitas, a los que aprecio mucho, aprenden en la escuela una mentira nacional. Igual que los catalanes, (los políticos, que no el pueblo) que tienen su propia versión de la Historia, para que la historia se acuerde de su egocentrismo, como los salvadores de la patria, catalana en este caso. Lo de los gallegos es cosa distinta porque meigas, haberlas ahílas.  Y así se va configurando la gran mentira nacional que es el deporte por excelencia gracias a los políticos.

Y llegó el profesor Zapatero y nos enredó aun más al descubrir, por si no nos habíamos enterado, que había que respetar las diferencia o el hecho diferencial. ” ¡Qué cosa más rara!”, me dije. Pero ¡quien anda por ahí a palos queriendo que todos seamos mellizos! ¿Quién? ¡Pues menos mal  que somos diferentes! Querría decir el profesor que Cataluña tiene su lengua propia. ¡Y qué! También Castilla tiene su lengua propia que además se habla en Cataluña, y en medio mundo. ¿Y alguien pide en Castilla un trato diferencial?  Puestos  a hacer demagogia estilo Zapatero,  para hecho diferencial  el de los franceses en cuyo territorio se hablan hasta seis lenguas y el francés es de uso obligado en todas las regiones, señor profesor.

Decía un ministro de la propaganda nazi que una mentira divulgada miles de veces se vuelve verdad. Y el poeta dijo que “nada es verdad, nada es mentira, sino del color del cristal con que se mira.”Lo que ocurre es que la casta política mira con un cristal diferente al del pueblo llano y ahí está la trampa. De modo que lo que manda es la mentira. Hasta tal punto es así que me pregunto si de verdad es cierto que he nacido en España .Menos mal que está escrito en mi pueblo, y lo escrito en mi pueblo va a misa.

Félix.


08 septiembre 2012

Andando los días.


España sigue siendo diferente, unas  veces para bien y muchas para mal. Esto viene a colación porque no hay día que no descubra algo que me sugiera eso: que somos diferentes, al menos a mí me lo parece. Me pregunto si de verdad somos un país moderno, progresista como dicen algunos progres o pseudoprogres, los que viven de eso de la progresía y otras zarandajas, o si somos un país  de toros pastueños, sin más, y tragamos todo lo que nos echen.
Resulta lamentable, o al menos sorprendente, ver escritos como el de la foto en un centro  de atención sanitaria. ¿De verdad en un pueblo donde todo el mundo se conoce, es necesario recordar que hay que respetarse? ¿Los españoles se han vuelto tan salvajes como para no respetar las normas establecidas? ¿Por qué ahora? ¿O es que necesitamos palo duro como dicen algunos nostálgicos, porque esto es un desmadre? ¿No será que vemos la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio? ¿O de verdad esto es mucho más complejo, que es lo que creo? En todo caso hay algo que no funciona para llegar a este extremo.
Vamos a ver, no seré yo quien defienda la violencia, cuando hay otros cauces para resolver problemas, y cuando los políticos están cacareando a diario aquello del “Estado de Derecho” demuestra que fallan muchas cosas. Yo he trabajado atendiendo a los pacientes y puedo decir que hay de todo, la inmensa mayoría gente correcta incluso sumisa, que es lo que más me preocupa, porque aun en este colectivo, de médicos para arriba, hay demasiados que se creen por encima de los demás y eso es una  nefasta secuela del franquismo, entre otras cosas, aunque  dicho sea de paso,  también conozco médicos y cirujanos extraordinarios. Puede que haya personas violentas, y ¿antes no las había? Sinceramente creo que hay un inadecuado manejo de los profesionales en muchas ocasiones, prepotencia o indiferencia en otros, pagando después colegas suyos las consecuencias, mientras la autoridad, (que es la base de todo, debería imponerse para hacer cumplir a todos, a los de “arriba” también), es inoperante desde arriba hacia abajo porque los políticos andan a lo suyo, como siempre, y es la falta de rigor, de manejo adecuado y de autoridad la que da pie luego a todos los abusos y desmanes.
Atendí un día a un gitano entorno a los setenta años acompañado de su esposa. No le pertenece este Centro de Salud, le digo. A mi me tienen que atender  donde yo quiera porque soy diecisiete veces español, me dijo. Le atendí porque pensé que su estado lo requería, pero me dio la impresión que abusaba incumpliendo las normas que rigen para todos. ¿Por qué se comportó así? Simplemente porque podía. Pasé muchísimos años en Paris atendiendo pacientes y puedo decir que salvo algún borracho o alguien por el estilo, nunca vi  un profesional agredido.
Me presento hace unos días en un centro de la Seguridad Social, en Madrid, para protestar porque me han dado dos números de teléfono para coger una cita y ninguno contesta. Se escucha el piii, piii, y nada más .Se trata de un centro amplio donde tramitan esencialmente pensiones y asuntos derivados. Los usuarios en su inmensa mayoría son gente mayor, gente que no anda a golpes con nadie, y sin embargo veo a una agente de seguridad, española, (porque también hay muchos sudamericanos en estas compañías) ¿Nos hemos vuelto tan violentos los españoles? ¿O es que alguien se está lucrando descaradamente contratando a  vigilantes allí donde no se justifican, vigilantes que pagamos con el erario publico? En esto España sigue la tradición. La buena señorita, la vigilante, gordita ella, supongo que es debido a su trabajo, se enfurruña y cuando le digo a la recepcionista que esto es un cachondeo, la vigilante, como quien defiende a quien le da de comer, se inmiscuye en mi conversación, por lo que le digo que la cosa no va con ella y que se mantenga al margen. Esto de creerte una autoridad tiene un tufillo  de tiempos ya vividos:”Aquí que nadie proteste, ni siquiera por lo que no funciona” parece ser la consigna, que para eso hay vigilantes. La recepcionista, una señora de unos sesenta años que no parece muy avispada por la forma de desenvolverse, por lo que pienso que debe haber sacado su oposición en una tómbola o simplemente habrá pasado a dedo, lo que no es nada nuevo en este país. Digo lo de la “oposición” porque  oigo en las tertulias en la radio y TV a muchas personas que se les llena la boca justificando aquello de ser funcionarios porque se lo han ganado  a fuerza de muchos sacrificios de horas estudiando, como si a los demás nos regalaran el salario sin doblar antes y después el lomo. Esto de habérselo ganado es cierto y no, depende. Me he presentado a varias oposiciones en Madrid en la Administración Pública y he podido comprobar el susodicho “esfuerzo” de algunos/as. Primero había una partida de opositantes adjudicadas legalmente a los sindicatos mayoritarios, después estos mismos sindicatos participaban en las preguntas del temario pero claro, olvidaba que están sometidos al secreto; perdón por si he pensado mal. Sí debo admitir que a muchos les ha costado lo indecible, sobre todo cuado ves que te sabes el temario de punta a cabo y no has conseguido la plaza porque sorpresivamente, cuando las plazas son limitadas, alguien que conoces, bastante torpe, amigo de un tal, se ha colado y presume de haberlo conseguido, mientras  tú perseveras hasta que a la tercera o cuarta, por fin, se hace justicia. Qué voy a decir que no se sepa. 
Pues como la recepcionista no sabe  ni quiere saber por qué no responden los teléfonos en cuestión, me dice que llame a todas las Administraciones, unas veinte en Madrid, y que en alguna tendré suerte. No quiero discutir más y pido una hoja de reclamaciones, pues ya soy un experto en esto, mientras la vigilante, con los pulgares en su cinto, me echa una mirada atravesada queriendo imponer su autoridad, que para eso está. ¿Nos hemos vuelto tan salvajes los españoles? 
Félix.