17 septiembre 2022

NATURALEZA MUERTA PERO VIVA

 


 

Hay veces que uno pasa al lado de una obra de arte, pequeña o grande, sin percatarse. Por eso, cuando salgo de paseo, en este caso a caminar por los caminos de mi pueblo, suelo abrir los ojos con afán de encontrar algo sustancioso para inmortalizarlo con mi cámara que siempre me acompaña colgada al cuello, como si fuera el brazo de la novia. Y es que hay amores secretos de los que uno nunca se separa.

Así que en las afueras, estaba mi amigo Casto, ya jubilado, que es un amante de la naturaleza, que restaura chozos de piedra, paredes de las fincas que se derrumban, etcétera. El portón de su almacén estaba entreabierto, creando los rayos del sol una zona iluminada y la consiguiente sombra. Me acerqué para saludarlo y vi en el suelo lo que muestra la foto. Inmediatamente me vino a la mente el título de la obra: “Naturaleza muerta pero viva”. O sea un bodegón a ras de tierra, un bodegón con sabor a sandía y melón, un bodegón con la hoz rústica, de fabricación artesanal, herramienta inseparable de todo amante de la naturaleza que cultiva los frutos y los protege de la maleza, para eso está la hoz, y la azada, o “zacho”, que decimos en mi pueblo.

Está claro que la obra de arte estaba ya creada cuando yo la vi, solo quedaba inmortalizarla. Fue como un regalo antes de emprender el paseo largo. No me cabe duda de que la felicidad está ahí, en esos momentos efímeros, en esas obras de arte que te esperan en cualquier lugar, basta con abrir los ojos. Un vientecillo del norte, suave me acompañó en mi caminata, feliz por haber descubierto esa estampa campestre que estaba aguardándome.

Cuantas veces pasamos al lado de alguien que te envía una mirada solicita sin conseguir captar el mensaje. Misterios de la condición humana. Y así caminamos por el mundo a la búsqueda de algo que nos satisfaga, que nos haga felices, así sea por un momento breve. Esta mañana yo me topé con esa felicidad que me atrapó al vuelo.

 Gracias, amigo Casto.