Recuerdo aquellos años de mi
niñez cuando en La Zarza se celebraban los carnavales, o las Madrinas, o el
Corpus, entre otras festividades. Era el pueblo, sus gentes, los protagonistas,
cantando y bailando, disfrazados o no durante los carnavales (“antrojados”,
decíamos), algarabía que desfilaba calle arriba, calle abajo. Uno tocaba un
acordeón de madera medio destartalada, otro bailaba una jota, a veces mal
bailada, pero eso era lo de menos, otro contaba un chiste, y entre chochos o
entremozos, (altramuces), como decíamos, obleas, bizcochos y trago de vino, iba
pasando la fiesta.
El pueblo debe ser siempre el
protagonista. Así ha ocurrido siempre. Porque no es lo mismo cuando en el espectáculo son los de afuera, (orquestas,
tamborileros etc) los protagonistas.Recuerdo los años de la emigración, en Paris, cómo nos organizábamos los españoles para disfrutar de nuestra España tan lejana, creando centros de ocio para encontrarnos, comer y beber, cantar y bailar. Así surgieron la Casa de Valencia, El Hogar gallego, el Extremeño, y tantos otros centros que costeábamos pagando una cuota. Nada hay que esperar de los políticos, me refiero a los de las altas esferas, no a los alcaldes de un pueblo o aldea que se esfuerzan (sin dejar deudas para el siguiente regidor), para que su pueblo, sus gentes, sigan disfrutando de las fiestas tradicionales.
El pueblo siempre debe ser el protagonista, porque entre otras cosas, al actuar se lleva para siempre el recuerdo de lo vivido, los aromas, los sonidos, ya sea participando en una obra de teatro, como actor o como espectador disfrutando con los suyos, ya sea cantando, celebrando el pasacalles jaranero, ya sea participando en actos culturales, cada cual con su instrumento de música, como venimos celebrando desde hace dos años etc.
Por eso me he alegrado al ver a nuestra excelente tamborilera, Isabel, animando la fiesta de las Madrinas, y cómo no, al grupo de bailaoras espontáneas de la jota charra, ahí en el juego de pelota, como toda la vida, con la diferencia que ahora ya no se levanta polvo porque el pavimento ya no es de tierra, sino de cemento.
Las generaciones pasan, pero el espíritu de la fiesta pervive.
Que así sea para siempre.