Así fue como se fue el verano. En mi pueblo junto al huerto,
nos dejó buenos sabores, colores, y aromas, buenos tomates y todo lo que puede
dar un huerto mimado como debe ser. Todo requiere su atención para dar su
fruto; ya sé que hay quien no da ni golpe y pretende los mejores, pero eso es
otro cantar. (Que nadie se dé por aludido; va por los aforados)
El cielo puso de su parte para que no lo olvidemos. Las
flores bailaron con la brisa, hasta una estuvo esperando su momento junto al
mortero y allí, casi escondida para que
nadie la molestase, asomó al mundo y disfrutó
de su tiempo. Ya todo está a buen recaudo hasta el próximo año: San Lorenzo y la Virgen de las Madrinas están en su lugar; las ovejas vuelven al redil, las semillas aguardan escondidas, los gatos ya no andan en pos de musarañas ni al acecho de un pájaro despistado, se van recogiendo al calor del hogar. El campo abrasado por el sol cambia su manto pajizo por el verde pradera o mejor; el verde maraojo. Todo tiene otro color y otro aroma; es el otoño que nos conduce al frío invernal de la meseta, que es frio zarceño y, todo pasó como el tiempo de un beso.