Hoy quiero rememorar el paso de los
años, nuestro paso a paso que llamamos tiempo, para recordar una vez más a mi
primo Adolfo, cuya ausencia me sigue
pesando y que pretendo mitigar con este
recuerdo
que le dediqué hace cuatro años
en este blog.
Él fue, como se suele decir, un
adelantado a su tiempo, un analista fino de la sociedad, un comprometido con
los más débiles, quizás por eso, aunque
no solo por eso, Adolfo sigue siendo un referente de ética y compromiso, al
menos para mí.
Este artículo que escribió a
principios de los setenta sigue vigente en el fondo, aunque las nuevas
tecnologías hayan cambiado el envoltorio, artículo que nos lleva a la reflexión
para entender mejor el mundo que nos rodea y a veces nos atosiga.
Van pasando los años y seguimos pasando porque lo nuestro es pasar,
como dijo el poeta. Tu ausencia (hoy cuatro años ya) se hace pesada aunque solo
a ratos ,porque de vez en cuando me sumerjo en tus escritos y siento a través
de ellos tu sonrisa y tu modestia cuando comentábamos algún tema de los que
hace más de cuarenta años escribiste con la ilusión de la juventud, con la
ilusión de poder cambiar las cosas, o al menos de intentarlo, sabiendo que el
mundo gira a su bola y nada podemos cambiar en el fondo, solo informar
,denunciar ,apoyar a los más humildes como hiciste siempre sabiendo que solo el
calor humano, el cariño y la esperanza
que suscitabas con tu apoyo a los abandonados a su suerte, era lo máximo
que se podía ofrecer. Por eso y por muchas cosas más, siempre estaré orgulloso
de ser tu primo, y seguiré conversando contigo de esta otra manera que el
destino nos impuso. Por eso he querido recordar uno de los muchos artículos que
escribiste allá por los años setenta, cuando la televisión comenzaba a
encandilarnos con sus mensajes y sus imágenes encantadoras ,pero como bien
analizaste ,no exentas de ideología para imponer, a la postre, la forma de vida
que deberíamos copiar y hacernos soñar en una libertad condicionada. Félix
“ El producto de la T.V es usted mismo”.
“Resulta
que usted paga por algo que no ha elegido. Bien. ¿Y qué?
¿No es acaso éste el precio que exige
la sociedad de
consumo? Comprar lo que las empresas producen para
satisfacer
las necesidades que ellos nos han impuesto.
¿Complicado? No. Sumamente simple.
Usted también es
producto de la televisión.
-piensa como la televisión quiere que
piense
-ama, como la televisión desea que
usted ame
-odia, lo que la televisión se empeña
en que usted odie
-rechaza, lo que la televisión
programa para que usted rechace
-y aplaude con la intensidad que manda
aplaudir la televisión.
¿Verdad que usted hace todo esto y sin
embrago nunca le
han colocado un frío revolver en el lado izquierdo de la nuca
para que beba Pepsicola, fume Vicerroy, vista Crilenka, viaje
en Ford, escuche
música en Nacional, se libere con los Blue
Jeans y siga pensando todavía,
TODAVIA, en los Beatles?
Usted no puede quejarse porque todo se lo dan a mano.
Avon llama a la puerta de su casa, y usted, por supuesto, le
abre. Si tiene
dinero beba Old Parr. Y si no lo tiene, piense:”
Eso es para los que tienen
dinero.”
Porque,
eso si, usted debe hacer las cosas con tal de que sean Old Parr.
LA IMAGEN TELEVISIVA ES UN PRODUCTO IDEOLOGICO.
La
imagen es un producto. Pero más que un producto económico es un producto
ideológico. Más que neveras, salchichas playas doradas, apartamentos al otro
punto cardinal de su casa…van a venderle ideología. Con una regla de tres muy
simple: que la ideología que usted compra la paga comprando también los
productos.
En
imágenes, usted compra todos los días un mundo:”el bueno.” Y usted rechaza
todos los días otro mundo:”el malo.”
Fundamentándose en hechos tan moralmente
universales, la televisión le dice:”Quien roba es un ladrón.” Y usted no duda
de esta verdad. Y entonces llegan las imágenes. Alguien robó en la empresa.
Alguien robó en el Banco. Alguien robó en la Quinta del Barrio Rico. Y comienza la acción.
Nuestro objetivo es perseguir a los ladrones. Son una amenaza para la sociedad.
Es lícito matarlos. Es necesario matarlos. Hoy me robaron a mí. Mañana pueden
robarle a usted. ¿Cierto? No. No es cierto, amigo. Hoy me robaron a mí porque
yo tenía algo digno de ser robado. Mañana no le robarán a usted porque usted no
tiene nada digno de ser robado. Usted vive en el barrio de los ladrones, en las
afueras de las ciudades, en las afueras pobres de la s ciudades ricas, no en
las afueras residenciales de las ciudades ricas. Y usted tendrá que odiar a los
ladrones, vecinos suyos, compañeros suyos de liceo, si es que tuvieron
oportunidad de ingresar en el liceo. Toda la policía del mundo es efectiva. No
está corrompida. ¡Ja, ja, ja! Protege al inocente. ¡Ja, ja, ja! La policía es
efectiva y da caza al ladrón. Ya lo tenemos en la pantalla. Cara desgarrada.
Mal vestido. Mal comido. Con barbas y pelo al aire. Mal vestido. O bien. Según
la sociedad en la cual el ladrón se desenvuelva. Pero nunca mejor vestido que
aquel a quien ha robado. Ya lo tenemos ahí. Siempre había sido buscado por la
policía. Desde que nació tenía antecedentes penales. Cuando le sacaron la
fotografía y le pusieron un número debajo ya se sabía su destino: la cárcel. Ya
hemos aprendido a odiarlo. Lo robado es devuelto a su dueño.
Justicia.
¿A
su dueño?
Pues
claro, a su dueño. Porque la imagen ha conseguido demostrarle que ese “buen
hombre” con lujoso carro y lujoso traje, y lujosa quinta y lujosa señora, y
lujoso color de cara, y lujosos cuadros en las paredes de sus
casas
casas
casas
ese
buen hombre ha sido objeto del atentado de un criminal. Hay que deshacerse de él.
Es justicia. Y la policía cumplió y restableció el orden. El “buen hombre”
podrá seguir disfrutando de sus cuadros en sus casas, de su tranquilidad en sus
playas, de sus lujosos trajes, de sus lujosas quintas, de su lujoso color de
cara y de sus lujosas queridas. Se ha restablecido el orden.
Ya
podemos seguir robando.” (Adolfo
Carreto)