22 abril 2019

El brindis

 
Hoy Lunes de Pascua, es festivo en la Europa cristiana
Y en mi pueblo de Zarza de Pumareda
Día de "hornazo" con el fardel bajo el brazo
Camino del puente Robledo
¡Brindo por la fiesta!
Por los vinos que bebí
Por los que dejé de beber
Por los que no pude saciar
Por los que faltan por beber
¡Brindo!
Por los abrazos que di
Por los que no pude dar
Por los que se quedaron en el aire…
Por los que aún puedo dar
¡Brindo!
Por la Pascua florida
Por la flor  de la vida
Por la flor solitaria
Por la flor del viento, por la flor de cantueso
Por la flor de un día, por la flor de María
Por la henchida de néctar
Por la flor y nata, por la flor de patata
¡Brindo!
Por  la luz de la luna
Que es mi fortuna
Por la estrella Polar
En mi caminar
Por tu mano tendida
Por tu amistad
¡Brindo!
¡Brindemos!
Tú y yo
Que somos todos
Bajo un mismo sol.
 









20 abril 2019

El puente que llevo dentro


 
 
 
 
 
Esta noche he venido a verte dormir en las aguas quietas mientras la luna vela entre nubes que vagan caprichosas, a su albedrío, sin rumbo fijo. Antes de que se apaguen para siempre las luces que por una noche han dado fulgor a tus ojos, he venido a verte, a contemplar tu lecho, puente Robledo.
     En el silencio de la noche observo tu corpachón que surgió de la roca donde te asientas, piedra de roca milenaria, dormida entonces, despierta ahora, pulida, acariciada, llena de vida. Parece mentira que aquellos antepasados pudieran darte forma tan sólida con unos rudimentarios utensilios; cuñas de hierro y un simple mazo para sacar a bocados los pedruscos que ahora te dan vida, unas palancas y sogas, cincel y martillo y el inmenso corazón de aquellos que te izaron. Cuanta ilusión pusieron aquellos brazos jóvenes para levantarte y poder pasar de orilla a orilla viendo correr el agua bajo sus pies. Cuantas veces pasaron por tus lomos los enamorados de un pueblo y otro, cuantos rebaños, cuantos caminantes con las alforjas al hombro, cuanto griterío y alborozo a tu vera el día de Pascua.
     Ahora en la paz de la noche, recuerdo aquellos lunes de Pascua, cuando chaval, con el fardel en la mano y el hornazo dentro, chorizo y huevos duros, cómo llegábamos eufóricos hasta tu lecho. “Mira hasta donde ha llegado el agua este invierno, ha tapado los ojos pequeños”, decía mi amigo Anastasio señalando con la mano el rastro de maleza seca pegada en las piedras, maleza arrastrada que marcaba el nivel del agua. Entonces sufrías del abandono, como si ya no fueras útil, lo eras menos desde que llegó el automóvil, pero útil lo seguirás siendo, porque aquellos artesanos hacían las cosas para siempre. El agua te había desbordado algunos inviernos, despeinándote, arrebatándote bloques asentados con esmero hace tres o cuatro siglos, pero tú resististe las embestidas de aquellas riadas y, aunque descarnado, disfrutábamos contigo.
     Recuerdo con nostalgia cómo durante el estío nos bañábamos y cogíamos cangrejos. Y bajo el arco resonaba el eco de un chaval gritando porque el cangrejo le había pillado el dedo con su pinza y colgaba de la mano mordiendo el dedo, mientras el resto nos desternillábamos. Entonces había conchas de chirlas y mejillones entre la arena, y me entristece el comprobar cómo fueron desapareciendo, cómo la mano voraz del ser humano puede acabar con todo, cómo algún listillo mandamás introdujo el cangrejo americano, gigantón él, y se devoró al autóctono, devorando a la par nuestro ocio y alegría.
      Menos mal que ahora quieren devolver lo autóctono, lo sabroso, lo nuestro, lo que alimenta nuestro recuerdo, pero las chirlas y mejillones se fueron para siempre. Cuantas alegrías nos diste, puente Robledo, y tú lo sabes porque nuestro alborozo y griterío duerme en tus entrañas. Cuantas veces a la voz de:” ¡El agua ha saltado el puente!”, los chavales salíamos embalados corriendo los cuatro kilómetros para verte peinado por las aguas, y como después, poco a poco, emergían tus dos ojos pequeños. Después de tantos avatares, me alegra verte remozado, recuperando los bloques de piedra robados por la corriente, y con la baranda para apoyar los brazos y disfrutar del entorno.
     Tenía una deuda contigo, por eso te he vestido de luces esta noche. Quería contemplar tu sueño como dos enamorados que se observan cuando el otro duerme. Este ha sido nuestro idilio. Ya serás para siempre jamás nuestro puente Robledo, el puente de todos, porque las fotos te inmortalizarán al dar la vuelta al mundo. Ese es mi homenaje. Y, cumplido este sueño que tenía pendiente, ya puedo dormir tranquilo, en paz, como tú ahora.
 
 
 
 

11 abril 2019

PRUEBA