28 mayo 2021

¿POR QUÉ CANTAN LOS PÁJAROS?

Yo no sabría decir el motivo. Probablemente por muchas razones. Primero para comunicarse entre ellos, luego para cortejar a la pareja, también para prevenirla de posibles depredadores mientras incuban y un sinfín de motivos que desconozco. Llegados a este punto me pregunto por qué no hacemos nuestras tareas cantando. Antes se hacían, los que somos de pueblo lo sabemos: cantaba el albañil en el andamio, el pintor pintando, el yuntero arando, el pastor con su rebaño, la alguacila pregonando “ha llegado el tío del barato, quien quiera comprar peces buenos, vivos y baratos, en la plaza del pueblo está el pescadero”. Cantaba el cura y los fieles en la misa, soltaba un taco el herrero, “me caguen la…casi me quemo”, pero luego cantaban el yunque y el martillo y así podría seguir hasta escribir diez páginas sobre el cante que se fue porque ya no se canta así sea harto de vino. De modo que una mañana más he salido en busca del cante que solo la primavera y poco más, nos regala estas melodías por los caminos de mi pueblo y de otros limítrofes, aunque en mi pueblo, un poquito más. Esta mañana la protagonista es la oropéndola, aupada por otros pajaritos más pequeños que repiquetean con sus trinos de poca intensidad pero de una belleza sublime. El ruiseñor ha hecho dos o tres pequeñas incursiones, pero era otro ruiseñor, no el que yo conozco, pues debía están incubando esta mañana, “goreando”, decimos en mi pueblo, qué bonita palabra “gorear”. La oropéndola es para mi la luz entre las luces del boscaje, es una artista trenzando su nido en la punta de una rama donde no llegan lagartos ni otros bichos. El canto de la oropéndola es también dorado, como su plumaje, obsérvenla, presten oído, timbre envolvente, engolado, sin estridencia alguna, sobrio y señorial, relajante, amistoso, discreto, casi voluptuoso invitando al sosiego. Esta mañana he sido un privilegiado porque ella me ha dedicado un buen rato de placer, solo captado de forma efímera con mi rudimentaria cámara. Sirva este corto documento sonoro para hacerse una idea de lo maravillosa que puede ser la vida cuando discurre cantando.

22 mayo 2021

CONVERSANDO CON EL RUISEÑOR.

Es grato ver como la única ave que prospera por estas tierras del oeste salmantino, sobre todo en mi pueblo, es el ruiseñor. Todo un señor. Cada año hay más. En gran parte debido a que su nido es de muy difícil acceso a los depredadores aprovechando el denso entramado del ramaje de espinos y zarzales. Así que es una excelente noticia que el rey del cante sobreviva a los depredadores de todo pelaje. El resto de las aves que acunaron nuestra infancia, anidando a veces cerca de las viviendas buscando compañía, están desapareciendo en gran medida por culpa del hombre: Los petirrojos que llamamos pimienteros, los jilgueros que cazábamos con liga para llevarlos a la jaula, los verderones, con el mismo fin y otros muchos pájaros casi desaparecidos. Vivimos obcecados por el consumismo y esto lleva a roturar y allanar la tierra para conseguir más rentabilidad, campos yermos en verano, ni un bicho, todo muy limpito, diáfano, pesticidas e insecticidas a tutiplén, arboleda diezmada, aguas subterráneas sobreexplotadas, fuentes desaparecidas, todo muy limpio. Ya sé que aún existen lugares donde la naturaleza puja con fuerza, pero es más la desforestación, la quema, el abuso de los acuíferos que lo contrario. Por todo eso y por mucho más, he encontrado cada mañana en el canto del ruiseñor un alivio, me he alegrado de ver que él sigue procreando, me he detenido junto al regato Valdemayas donde me espera da mañana entre el ramaje, nos saludamos, y él parece que se alegra también ,porque su canto recobra intensidad y brío, belleza en su ejecución. Después me despido “hasta mañana”, le digo, y él responde con su lenguaje “hasta mañana”. Todo está conectado en el universo. Lo importante es saber captarlo y disfrutar de ese momento efímero sea él. De modo que he dejado este documento sonoro como testigo de ese momento fugaz, pero intenso. Nada más.

07 abril 2021

AL RITMO DEL CREPÚSCULO

Hoy podía ser un día cualquiera, y de hecho los es; un primer martes después de Pacua, uno de tantos, ¡cómo pasa el tiempo!, decimos cuando nos guiamos por referencias, como la Pascua, por ejemplo, porque sin ellas, seríamos como las aves, como la fauna en general. Pero hay momentos fugaces que despiertan a uno de la modorra cotidiana, como acaba de ocurrirme hace un rato, y por eso me he puesto a escribir estas sensaciones que de súbito me invadieron. El día ha sido soleado, casi caluroso en las horas centrales, los árboles frutales han desplegado su flor para ser preñada por los insectos que se dedican a esos menesteres. Queda en el ambiente un aroma cálido de toda esta flora ( en los pueblos es muy perceptible por la pureza del aire), aroma que va decayendo, aunque no tanto, a medida que el sol se esconde en el horizonte, para despertar súbitamente y dar entrada a la noche con algarabía de perfumes. Es en ese cambio de tercio bajo el empuje del crepúsculo cuando nada es igual que antes. La esencia de la naturaleza se yergue para dormitar poco después. Luego de cenar salgo al huerto (en mi pueblo), huerto amplio alejado de las viviendas, escoltado por un pequeño regato que solo corre en invierno cuando llueve mucho, y prados donde asoman margaritas. Al abrir la puerta trasera de casa que comunica con el huerto, siento una bofetada muy agradable de aire fresco que te avisa para ponerte una chaquetilla, ojo con los resfriados primaverales. Sigo avanzando en el huerto. Las fosas nasales se dilatan para dejar pasar el máximo de esa fragancia tibia, un relativo frescor aromático. Me detengo para sentir mejor esa sensación que es propia y única en ese cambio, en esa línea invisible, pero perceptible en el olfato, que separa el día de la noche. Respiro hondo las fragancias de las cuales predominan ( y eso es la primera vez que lo percibo) el aroma de la hierba quinceañera, podría decirse, muy joven, llena de vitalidad, que empuja desde abajo con ímpetu para hacerse valer en medio de otras plantas que la superan en aroma, pero a esta hora precisa de las 21:30, ella es la reina, no cabe duda. Entonces recapacito sobre ese amplio abanico de fragancias que posee la hierba, según el lugar, la época del año y la hora del día. Me parece fantástico esta llamada de atención de la hierba fresca y pujante a esta hora concreta. Y a medida que avanzo se mezclan otros olores, como el de la tierra mullida que espera la siembra de las patatas. La tierra también respira a esta hora y se suma a ese elenco de aromas. Doy la vuelta al huerto y me entretengo cual sumiller experto en captar los aromas a cada paso. Todos a cual más intenso a esta hora. Paso delante del peral en flor que sembré, (una joven me dijo en Facebook que no se dice sembrar, sino plantar, y su razón tenía), pero soy de los que va sembrando por la vida, al menos lo intento, pero bueno, digamos “plantar”. Más adelante un manzano también en flor, que también planté hace más de treinta años (ya vais viejos, los acaricio, y perecen decirme, “pues juntos vamos, colega”), y me ofrecen su aroma, fresco también. Al lado un avellano que también planté en esa época que me dio por plantar además dos almendros y un nogal; más adelante vuelve el olor fuerte y denso de la hierba, como para recordarme “¿Y yo, qué? Sí hueles de maravilla. Pero claro al lado del perejil y la planta resucitada de tomillo aromático que estuvo a punto de morir, el perejil a dos metros, al lado el laurel… ¡Hummm! qué densidad de aromas, cada cual dominando en su aposento hermanados esta hora. Las farolas se han encendido, el claro del día ha casi desaparecido, el frescor agradable penetra por la nariz con la fuerza de un Vick vaporub. Permanezco en medio del huerto, cierro los ojos y venteo como un perro perdiguero el vuelo de la perdiz. Y sí, van desfilando por la pituitaria la hierba fresca, la tierra calentada por el sol, las plantas aromáticas que emergen como la melisa, la flor del cerezo, del manzano, del peral, los repollos de berza, el laurel, el perejil y el tomillo y en esa atmósfera culinaria propia del maestro Arguiñano, doy las gracias a la naturaleza por haberme regalado un momento único del día a esta hora precisa entre dos luces que es cuando los aromas compiten entre ellos, antes de que ya, todo sea un placentero acostarse bajo las estrellas, o bajo las sábanas, como dios manda, con el deber cumplido y los aromas en el recuerdo.

19 marzo 2021

LAS CAMPANAS DE MI PUBLO

La campanas de mi pueblo solo son dos, la pequeña suena ting, y la grande suena tong, tañidos que abraza el viento. cuando tocan a oración. ting-tong Hoy ya se escuchan menos, ¿Será menos el fervor? Las campanas están tristes, Triste es el ting y el tong. Solo repican ya un día, el día del Santo Patrón y al voltearlas con brío se torna alegre su son, cuando en andas San Lorenzo, inicia la procesión. Tilin, tilín—tolong, tolong. Pero un día triste de tantos cuando la muerte llegó camino del cementerio, lastimero tañe el ting compungido suena el tong. Aunque siempre en San Lorenzo al salir la procesión voltean la campana chica y vuelve el tilíng, tilíng, y alegra el tolong ,tolong. Las campanas de mi pueblo solo son dos: la pequeña suena ting, y la grade suena tong, Tilíng, tilíng, tolong, tolong.