“Salí para disfrutar de la arquitectura rural —anoto
en mi diario—. Me sorprendió un túnel pequeñito, rodeado de algunos chozos de
piedra. Era un túnel corto, de unos treinta metros; gris cemento, reluciente su
interior. Era lo que buscaba, pero no esperaba encontrarlo, ni tan cerca de la aldea. El sonido grueso y
suave que reproducía su interior al cantar una estrofa de Gracias a la vida, de Violeta Parra, me sedujo y pensé que era el
lugar idóneo para grabar un video. Lo anoté en una libreta para recordar el lugar.
Permanecía sentado afuera,
contemplando el brillo de su interior, cuando llegó a mi lado un señor de mediana edad con una botella de wiski medio
vacía, o medio llena. Estaba agitado, el rostro rojo como una granada,
resoplaba intentando aplacar el resuello. En cada trago que echaba desprendía
burbujas minúsculas que se volatilizaban. “He matado a mi mujer”, me dijo, y
volvió a darle otro tiento dejando la botella, ahora sí, casi vacía.
Llegó un policía que
probablemente lo perseguía y, pistola en mano, le dijo que lo siguiera,” y tú
también”, me dijo. Apenas tuvimos que andar para llegar a unos locales de
madera el interior, color miel, sin
adornos en los muros. Abrí una puerta y vi a un juez en el fondo de la sala.
Una señora, tal vez la secretaria, me regañó
y cerró la puerta. Terminada la vista, el señor con la botella casi
vacía y yo entramos. La sala se fue llenando de curiosos.
—Póngase en pie —me dijo el
juez.
—Por qué me tengo que
poner de pie si puedo responder sentado
como está usted —contesté.
El juez se puso rojo,
golpeó la mesa con el martillo y dijo:
—Aquí mando yo y usted,
limítese a contestar.
Iba a decirle que estábamos en democracia y que en cierto
modo éramos todos iguales y libres, pero me agarrotó el miedo.
—¿Ha visto usted como
mataba a su mujer el señor? —me preguntó el juez.
—Yo no sé nada de esa
historia. Estaba contemplando el túnel y llegó
a mi lado escapando de la policía. Pero no creo que le dé tiempo a
declarar porque va a caer redondo, pues ha bebido una botella de Wiski.
—Usted limítese a responder
a las preguntas, no emita opiniones; tampoco se admiten respuestas jocosas —dijo con tono agrio.
Lo que sigue es una acotación: Busco en mi diario una página
equis y encuentro : “Recopilado de El
País: El
señor Barrionuevo, exministro, para más inri,
cuando fue juzgado por malversación de dinero público y más cosas, a la
pregunta del juez “¿Dónde guardó usted el dinero…?”,contestó que en un calcetín,
y se quedó tan ancho. Este hecho es la prueba palmaria de que la Justicia no es
igual para todos o, al menos, concede distinto trato a según qué ciudadano…” Retomo
el relato:
“El señor de la botella se
desplomó. “Que lo lleven al hospital, que está a unos pasos de aquí”, dijo el
juez. En el hospital había dos tipos de camas y algún destartalado sofá
sobre baldosas levantadas. “Se van a deslomar con estas camas; unas a la altura
del hombro y otras casi a ras del suelo”, le dije a la monja.
“Las altas son literas,
pues como sabe, acaba de terminar la guerra civil y es lo que hay; las pequeñas
son para los niños”, dijo.
—Pero yo trabajo en el
Hospital Clínico, aquí en Madrid, y las hay con dispositivo automático —dije.
—Sí, pero es en el otro
lado de la Ciudad Universitaria. Ustedes llevan cuarenta años de democracia;
nosotros acabamos de terminar la guerra, como le dije.
La monja le regañó a una
enfermera porque habían mezclado mujeres con hombres en una sala, y puso orden.
“Esto es fruto de la “igualdad”, nosotros estamos ahora en ese camino”, le dije
a la monja. Miró al cielo, se santiguó y juntó las manos para rezar por mí.
Llamaron a la puerta de mi
casa.
—Hombre, primo. Qué
alegría; dos años sin verte es
demasiado.
—Acabo de llegar de
Caracas—dijo.
—Llegas a tiempo. Siéntate
a la mesa, mi mujer ha preparado unas exquisitas albóndigas con arroz y una
salsa de tomate que te gustará. Mira, están televisando el segundo entierro de
Franco —dije.
Acotación:
Este hecho de presentar
las exequias y sucesos truculentos en el telediario coincidiendo con un plato
exquisito de arroz con albóndigas, me resulta una coincidencia extraña. Busco
en el diario anotaciones lejanas y encuentro anotado: “Mientras como, en torno a
las tres de la tarde, unas exquisitas albóndigas con arroz, el telediario, “Telemadrid”, 26 de agosto de 2003, emite un
suceso truculento: “Un antiguo empleado municipal fue el primero que encontró a
las 5.50 horas de ayer la cabeza de la mujer de raza negra, en una bolsa de basura
cuando él mismo iba a arrojar residuos en un contenedor en la localidad de
Boadilla del Monte”.
Pero hay más anotaciones similares: “Hallan mujer descuartizada junto
a un contenedor en Sanchinarro, (Madrid) 10/12/ 2012”. Y otros dos sucesos más
del mismo estilo.
Anoto al margen: “Franco lo
hacen una vez más, inmortal, inmortal como otros dictadores; Pinochet, Pol Pot ,
Videla y otros de la misma estofa; así de paradójica puede ser la
inmortalidad”.
—Me gustó mucho tu novela
“Los pecados sobre la mesa”. Fue un acierto ambientarla en el siglo XVI. Me
alegré que te dieran el primer premio Luque Herrera, en Caracas—le dije a mi
primo que acaba de jubilarse—.Disfruté mucho con algunos pasajes: cuando el
obispo en un banquete, “La gula”, mira
el escote y los pechos de la marquesa, y entrega un cáliz de oro al marqués
como trueque por un elegante efebo. Esa escena es genial.
—Te agradezco el elogio, primo —me dijo.
—Pero también recuerdo otros
pasajes —añadí—, como cuando el protagonista dice: “El Estado le quita el dinero a quien menos tiene
para dárselo a quien más tiene”—. De nuevo genial—.Yo acabo de escribir una
novela y me gustaría, como escritor fino y
experimentado que eres, me la corrigieras.
—No es bueno que te la
corrija, porque debe guardar tu esencia. Sé tú mismo, sin complejos.
—Te agradezco el consejo,
primo, aunque reconozco mi escasa valía, pero bueno; escribir me divierte.
—Preséntala en algún
concurso, aunque sea de poca monta; prueba suerte.
—No voy a hacerlo porque pienso que a menudo están amañados, sobre todo los grandes, como
bien recuerda Cervantes en el “Quijote”.
—¿Estoy soñando o es
realidad?
Acotación:
Esto me lo pregunto muchas
veces cuando sueño. Me parece todo tan real, y algo surrealista a la vez, que me pregunto si es o
no un sueño. Y es entonces cuando me
despierto.
Y esta vez, acto seguido, me desperté también. Y recordé, con suma
tristeza, que mi primo del alma falleció hace más de diez años. Mientras, la
televisión sigue emitiendo extractos de ayer sobre las exequias, traslado, paseo, pompa o show, del difunto
Franco.
Esto ha sido a grandes
rasgos lo acaecido en ese tiempo añadido al tiempo, en ese universo inasible,
impalpable y etéreo de mis sueños, donde lo viejo se torna nuevo y lo nuevo
viejo. Después todo vuelve a ser lo real y fugaz, lo marchito en ese laberinto
labrado día a día de voces y ecos que se volatilizan y se pierden en el tiempo;
tiempo agitado de nuestro tiempo de
solaz recuerdo, a veces; de soledades
sin encuentros, a veces; de saludos cálidos, a veces; de sonrisas falsas,
a menudo; de “duelos y quebrantos” y de quebrantos y duelos, para alternar; de sueños
perseguidos que maduran en silencio,
acaso también; ahí afuera la lluvia y el viento barren los desechos de nuestro mundo moderno y voraz,
y, después, todo vuelve a ser nuevo y viejo, ruido estridente de sirenas,
ambulancias, policía, bomberos, frenesí, como si la ciudad ardiera y, más allá,
silencio en el cementerio, tiempo suspendido en la punta del ciprés, el
verdadero tiempo; tiempo de mis sueños: suspendido el tiempo.
2 comentarios:
Este rato leyendo tu relato, se me pasado y asemejado como un sueño y como tal al despertar he vuelto a la cruda y dura realidad de estas horas y días que atravesamos. Gracias, Félix, por hacernos soñar y apartarnos por unos momentos de esta pesadilla que estamos viviendo.
-Manolo-
P.D. Me supongo que "esto" te ha pillado en Madrid. Fíjate, parece lenguaje propio de guerra, que lo es, o así parece....¿En qué lugar te pilló?...
Cuando lo escribí, en Madrid,si. A veces los sueños se mezclan con la realidad de una forma estremecedora y dan mucho que pensar.
Félix
Publicar un comentario