30 noviembre 2009

Protejamos nuestro patrimonio.


















Por tercer año consecutivo me han seleccionado unas serie de fotografías en el ”Certamen de fotografía sobre cultura popular“ organizado por el Ministerio de Cultura. Primero fueron los “Potros de herrar”, después las cruces bajo el titulo: ”El símbolo de la cruz”. Esta vez han sido las cabañas y lo que nosotros llamamos los “cañizos” que son esas puertas construidas, a menudo con mucho arte, para acceder a las fincas y huertos, bajo el titulo: ”Los chozos de piedra” y “ Puertas en el campo”. Cada serie se compone de cinco fotografias. En los chozos o cabañas tres son de La Zarza, y una de las “puertas en el campo”
Es un orgullo para mi, no por ser el autor, sino porque por primera vez, que yo sepa, la arquitectura que legaron nuestros antepasados en nuestro pueblo, será incluida en los documentos oficiales, en un libro editado a ese fin.
Formarán parte con otras muchas obras seleccionadas de todo el territorio español, en el museo sobre cultura popular que se inaugurará en la ciudad de Teruel. Es sin duda, la recompensa al empeño por resaltar, con el fin de que sean protegidas, estas obras de arte, historia escrita en piedra que hemos recibido como legado y que a menudo despreciamos o simplemente ignoramos. Aprovecho para sugerir que se adecue un espacio a ser posible en el Ayuntamiento u otro lugar para que las obras relevantes de los zarceños sean conocidas al menos por los del propio pueblo. O sea, tener nuestro propio museo.
Se dice que los pueblos se distinguen esencialmente por su cultura; no tengo la menor duda. Divulguémosla y protejamos lo nuestro, seria el
justo reconocimiento que se merecen nuestros antepasados. Con la concentración parcelaria se destruyeron paredes y puertas como las elegidas en el certamen, solamente por recuperar la piedra, y en algunos casos para enterrarla. Cabe sin embargo, felicitar a los que se han esmerado para restaurar cabañas en mal estado últimamente.

Quisiera resaltar a propósito de las cabañas, un extracto del texto que mi primo Adolfo le dedicó:

“….Son construcciones extremadamente originales, como se aprecia. Piedra sobre piedra, sin argamasa, sin nada que las una, sólo una pétrea consistencia.
Están hechas pera estar ahí, esperando, sin que sepas cuando llegas. Pero siempre eres bien llegado, carecen de la fama de las catedrales, pero ni importa ni la necesitan; carecen del embrujo de los monasterios, pero para qué; carecen de la majestuosidad de los castillos que tanto abundan pero cumplen una función parecida, aunque anónima.
Nadie sabe quien las construyó, pero ahí están, esperándonos, eternamente esperándonos contra viento, aguaceros y calores.”
Félix.

26 noviembre 2009

Canción sin terminar.

Estamos a últimos de noviembre de 2009 y la mañana en Madrid se presenta soleada y algo fresca. Voy a meterme bajo el suelo, no para hibernar como una marmota, aunque no me disgustaría, sino para desplazarme en el metro. Ahi abajo a las diez de la mañana, aunque no es hora punta, hay gente que sigue con cara somnolienta, otros soñando de verdad, otros con tanta prisa que no tienen tiempo de soñar, y así va moviéndose esa masa humana que da vida al mundo suburbano.
Subo al metro y me siento, procurando encontrar el ritmo que requiere la nueva jornada. De pronto se oye una voz: ”buenos días, voy a cantarles una canción esperando no molestarles y deseándoles que pasen un buen día”. El chico aparenta unos veinticinco años. Con una gorra visera gris y su guitarra, entona una canción melódica, muy relajante. La he escuchado muchas veces en una cinta de Roberto Carlos. En el vagón fluye la calma, la música se adueña del ambiente. Una señora prepara una moneda para ofrecérsela cuando acabe de cantar. El convoy entra en la siguiente estación y el chico, bruscamente, interrumpe la música. Nos ha dejado con la miel en la boca. Raro, todo muy raro. Se para el metro y como por arte de magia en el andén, frente a la puerta donde está el músico, aparece una agente de una empresa de seguridad con su uniforme color café, con unas esposas de niquel destellante que cuelgan de su cinturón por encima de sus posaderas y otros artilugios de ”defensa” acarician sus muslos. Por un momento pienso que los servicios secretos españoles han recibido un chivatazo y dieron con el objetivo. La agente conmina al chico a salir. El chico sale resignado y sin mediar palabra, con su guitarra y su canción sin terminar. Me fijo bien en su guitarra pensando que podría ser una falsa guitarra hecha de algún producto peligroso, prohibido, que su armazón conllevara algo ilegal. Pero no. Es una guitarra de madera barata, usada y con grietas, como cualquier guitarra vieja. ¿Y si fuera un arma peligrosa diseñada por el agente James Bond? Pues tampoco lo parece, ni sus cuerdas ni su mastil, nada. Se trata simplemente de una guitarra que, como todas, puede hacernos más llevadera la vida agitada en la que estamos inmersos.
¿Entoces? ¿Tanto molesta la música? Parece que si. Ya he presenciado otros episodios parecidos en el metro. Bueno chico, pues buena suerte, le digo sin que me oiga, cuando se marcha cabizbajo delante de la agente, probablemente orgullosa de cumplir órdenes. Y es que ahí andamos unos y otros; cumpliendo órdenes, algunas muy desordenadas y otras sin sentido, pero son los nuevos tiempos. Te tienden la trampa haciéndote creer que puedes acceder a todo: a una vivienda, a un coche, a un televisor de plasma y cuando te das cuenta que no es cierto, ya es demasiado tarde, los créditos te aprietan y solo te queda ya la posibilidad de acatar ordenes, cumplir órdenes, andar a la pesquisa del músico en el metro, o lo que sea menester. Ordenes, órdenes, que hay que comer, hay que poner “orden”, así lo ordena quien manda.
La señora del metro se quedó con la moneda en la mano y cambió su destino altruista; pienso yo. Y todos en el vagón nos quedamos sin música. El metro sigue su rumbo ajeno a estos avatares. La gente continua por los pasillos con su frenesí; corriendo, mirando el reloj, esperando; ¡ojo con la cartera!, que nadie se apriete mucho por si acaso, aquí cada cual va a lo suyo, y así hasta salir a la superficie. Arriba, en la calle, las luminarias anuncian la Navidad, el alcalde asegura que se ahorrará energía con las bombillas de bajo consumo y se despliega ya toda la parafernalia comercial, todo estará listo para que seamos felices en estas fiestas navideñas. A mi y a otros cuantos nos birlaron ya un momento de felicidad. No necesito que me ofrezcan la Navidad para tal cosa. La felicidad puede surgir en cualquier momento y en cualquier lugar.
¡Que no me la quiten! Félix.

20 noviembre 2009

Cosas de los medios de comunicación

Los medios de comunicación nos sirven una buena dosis de imágenes truculentas a diario; la televisión nos muestra la cara más cruel de la violencia, uno desayuna, come y cena mientras el telediario nos muestra niños hambrientos, pateras a la deriva, cadáveres arrastrados hasta la playa, cuerpos mutilados en contenedores de basura, ajustes de cuentas, por doquier; es el menú diario. Da la impresión que a fuerza de repetir ese tipo de imágenes nos vamos inmunizando y nos volvemos insensibles.
De un tiempo a esta parte son las llamadas victimas de la violencia doméstica, machista, o de género o como se las quiera denominar, quienes acaparan la atención de todos los medios ofreciendo minuciosamente los detalles de dichos sucesos. Se percibe pues la sensación de que esto es algo nuevo y se abre el debate: ¿Los hombres están más desquiciados que en otro tiempo?, ¿se han vuelto más violentos? ¿las penas no son lo suficientemente duras y por eso ocurre? ¿o es que antes no nos llegaba toda la información y ahora si? Cada cual sacará sus conclusiones y cabe pensar también que maltratos y asesinatos los hubo antes igual que ahora, como algo inherente a las estructuras sociales.
Recuerdo en los años cincuenta, cuando era un crío, escuchar una copla a un ciego que mendigaba de pueblo en pueblo, (mensajero sustituido por la televisión) sobre un asesinato acaecido en Tardáguila (Salamanca) donde una mujer asesinó a su marido. La mujer le asestó un golpe mortal en la cabeza y ayudada por su criado lo enterraron en la cuadra. Los vecinos comenzaron a sospechar de la ausencia del marido y el criado desde Madrid envió a la señora un telegrama fingiendo ser su marido. Comenzaron las pesquisas y el criado que ejercía apasionadamente todas las funciones del marido infundió no pocas sospechas; se descubrió el embrollo, y mujer y criado fueron a parar a la cárcel. Por cierto, ¿esto es violencia feminista? Cierto es que resulta excepcional que una mujer emplee la fuerza para asesinar a su marido, pareja, etc. Entonces ¿los asesinatos a la pareja es solo cosa de hombres? Eso parece a tenor del eco reflejado en los medios.
Conoci personalmente a un hombre victima de la silenciada violencia ¿feminista?; en todo caso victima de su esposa. El hombre, enfermo, ingresaba a menudo en el servicio de urgencias. Cuando se recuperaba volvía a su casa, pero de nuevo enfermaba y cada vez ingresaba más grave. Los médicos se afanaban por diagnosticar tan misteriosa enfermedad que no detectaba ninguna de las pruebas realizadas. Ingresado en la unidad de cuidados intensivos su estado se deterioraba progresivamente y los médicos temían por su vida. Un buen día, el medico estaba junto al enfermo interesándose por su estado cuando el paciente vomitó abundantemente manchándole toda la manga de su bata. El médico se la quitó y pidió a la enfermera que la llevaran al laboratorio para analizar el contenido del vómito esperando encontrar alguna pista. Y la encontró. Como su esposa pasaba largos momentos con su marido, la enfermera le confió la alimentación que habia de introducir por la sonda naso gástrica, con una gruesa jeringa, lo que pacientemente cumplía la esposa esperando que surtiera los “efectos deseados”. Pues lo que apareció en el vomito fue una buena dosis de lejía y se demostró que fue obra de la esposa. Su marido habia recibido ocho millones de pesetas de indemnización por cierre de la empresa. Es un dato… El marido dejó de hablar a su familia por calumniar a su mujer y nunca admitió el asesinato fallido de su esposa. ¡Cosas del amor!
No hace mucho escuché en una emisora de radio, de las no dominantes, al presidente de la ”Asociación de hombres victimas del maltrato femenino” o algo asi, y me quedé boquiabierto cuando afirmó, con datos oficiales, que los hombres asesinados por su pareja femenina se acerca al 30% siendo el 44% del total de la violencia doméstica. Resulta sorprendente que esto no trascienda en los medios. Y añadía: ”probablemente haya muchos más que van a la tumba, al no realizarse autopsias en muchos casos”.
De todos modos, yo creo que la igualdad tan cacareada comienza por tratar todos los casos de violencia por igual; no solo la violencia que resulta más” impactante”
Existen pues los asesinatos que saltan a los medios y los otros; los que parece que a casi nadie le interesan. Félix

14 noviembre 2009

A mi amigo Ismael que, E .P. D.

El sol brillaba esa tarde
era una tarde serena
pero se cruzó el rayo en tu camino
¡qué pena!
Inmersos en su tristeza
dejas hermanos y amigos,
tierras que arando mimaste,
caminos que oyeron tus pasos
donde crecia mansa la hierba,
ovejas balando en tu ausencia,
y perro que sigue aullando
tambien su pena.

De buen humor siempre estabas
con buena o mala cosecha,
trabajaste de sol a sol
y con estrellas.
Y cuando alegre seguías
en esa tarde serena
se cruzó el rayo maldito
querido Isma, tan joven
¡qué pena!

Félix.
(relacionado)

10 noviembre 2009

El verde maraojo












El verde maraojo, ya se ha comentado en esta página, es un verde que nos identifica. Mi primo Adolfo lo resaltó en sus comentarios, y unos y otros hemos hablado de él. Es en este momento cuando ese verde tan nuestro está en su mayor esplendor.
Cuando nace, y apenas despunta de unos centímetros, deslumbra su verde claro, joven, ávido de luz; no es extraño que a las ovejas se le vayan los ojos detrás, y al menor descuido hayan acabado con él. Despues, cuando alcanza el ecuador de su crecimiento que es por estas fechas, tumbado sobre los surcos, ofrece los tonos más variados en función de la luz. Más tarde cuando llegan las heladas se torna cobrizo, y si llueve en demasía, comienzan a resaltar, como canas entre el pelo negro, los tonos amarillentos. De modo que nuestro verde maraojo es el verde por excelencia de nuestro lugar; es el verde Zarza de de Pumareda. Félix.

01 noviembre 2009

Siempre con mi primo Adolfo.

































Un año más, Adolfo, vuelvo a recordar lo que tu decías en este día de Todos los Santos: ”hoy no es el día de la muerte sino de la vida” y por eso lo recuerdo. Como bien decías, no necesitamos un día para recordar porque cada cual lleva el recurdo, su recuerdo, en su caminar, en su reposo, en su labrar el día a día, y con él vamos haciendo camino. Este día es por tanto un alto en nuestro tansitar, para reflexionar y proseguir la vida con nuevas esperanzas, no para entristecernos, aunque a veces nos pueda el desaliento. Así lo considero yo y por eso te recuerdo, para seguir con el ánimo alto porque a ti te gustaría vernos así, porque de ti lo aprendí, porque aprendí de tu ejemplo que lo más importante de la vida lo tenemos a nuestro lado, en nuestros seres queridos; padres, hermanos y, que al final, por muchas vueltas que demos al mundo en pos de una felicidad superior ,al final, nada supera a lo cotidiano que vivimos bajo la protección de los padres, a los abrazos, también a las regañinas necesarias y así fuimos creciendo hasta comprender que eso es lo verdaderamente importante sobre todo cuando ese cariño prevalece hasta el final.
Por eso y por muchas cosas más, quiero recordarte en este día, y quiero hacerlo con tu palabra, que es la forma más bonita de estar contigo.

Y decías así: ”Cuando me queda la palabra, me queda todo. Me queda el suspiro, que es pasado y futuro, y la palabra se encarga de hacerlo presente.
Me queda el recuerdo que es tu presente en cada presente. Me queda lo bueno y lo no tanto, lo hecho y lo por hacer, lo vivido y lo que me falta.
Porque me queda la palabra, me quedas tú, para escucharla; me queda tu mirada para verla y tu sonrisa para aceptarla. Y así, con la palabra que me queda, me iré haciendo día a día, té iré haciendo día a día, eternamente nos iremos haciendo.

Me quedas tú, la palabra, dos palabras en una, una palabra en dos, dos emociones en una, una eternidad en dos tiempos, uno ya cumplido, el otro por cumplirse. Por eso me sigue quedando la palabra que va significándose a sí misma hasta que la rubrique del todo”

Esto lo decías tu, palabras de amor a tu hija que muy temprano nos dejó, palabras que las hago mías hoy, recojiendo esa palabra tuya, tan clara y tan limpia, tan generosa y profunda.
Por eso seguiremos unidos, porque cuando leo una frase tuya, estoy contigo, porque en cada frase hay un gesto que veo, una satisfacción o un descontento que se expresa y un recorrido en el tiempo que sigue vivo, porque nada podrá romper ni eclipsar los momentos que compartimos.
Por eso lo recuerdo hoy en este día de Todos los Santos, en este día de la vida, en este caminar donde los muros no existen mientras exista la palabra, tu palabra.
Y para que florezca siempre tu palabra, para que se eternice en quienes te llevamos dentro y para que tu mensaje siga tan fresco y tan vivo, he recogido estas flores que compartimos antaño y que seguiremos compartiendo, estas flores que son nuestros pasos, el color y el perfume de nuestra tierra, el fruto de los campos que labraron nuestros abuelos y que cada primavera el campo lo agradece así; con el color y el perfume de la propia vida.

Estas flores peregrinas
entre la tierra y el cielo
son primavera perenne
son tu alma y mi consuelo.

Quiero que estas flores silvestres
de nuestro campo zarceño,
que tuviste entre tus manos,
que albergaron tantos sueños
te acompañen para siempre
en ese mundo sereno
que con tu amor alcanzaste
aquí en la Tierra
hoy ya en el Cielo.
Querido Adolfo del alma
Querido Adolfo nuestro.

Félix.