01 noviembre 2020

ECOS DE LA VIDA Y DE LA MUERTE.

 

                     





         

El día de Todos los Santos en tiempos de posguerra y hasta los años setenta en que España comienza a tomar aires de modernismo, era un día de rezos, de reconciliación con los seres queridos que se fueron sin dejarnos del todo. Mi abuela Pepa besaba la foto de su hermano Casiano fallecido trágicamente, demasiado joven. Después nos invitaba a seguir sus oraciones.

Ese día, al amor de la lumbre, pues solía hacer frío ya, en nuestra casa, mi abuela nos había reunido en torno a ella, mi madre y los hermanos, cinco por entonces, después vendrían más, pequeños todos. (pues mi abuelo no era de rezos, mi padre tampoco, y eso me ha llevado a la conclusión de que las madres al parir adquieren otra dimensión que los hombres nunca alcanzaremos: la del amor eterno), el rosario en la mano, la mirada serena, fija en su universo que en ese momento era el de su hermano fallecido.

Vestida de negro, con el pañuelo cubriendo la cabeza, pañuelo que de vez en cuando se lo ajustaba pasando la mano por debajo recorriendo la circunferencia de la cara para acoplarlo y sentirlo ahí, como una parte más de su ser; y es que una prenda puede representar ni más ni menos que la trayectoria íntima de un pasado, cómplice de alegrías y tristezas; el pañuelo como protección divina, como si mientras lo pudiera acariciar, que era como acariciar su alma, sus sentimientos fluyeran en armonía y sus pensamientos nunca descarrilaban. Y es que el pañuelo de mi abuela, como el de todas las abuelas, era un agarrarse a la vida, un acariciar lo que no se alcanzaba, en beso a todos los seres querido que nombraba desgranando las bolitas de plata que eran todas las avemarías y padrenuestros que iba acariciando con su mano de seda, porque el rosario era de plata, regalo de su hermano fallecido. Y yo observaba que a cada bolita que iba quedando atrás, (que eran avemarías y padrenuestros para dar paso a otros tantos) le había imprimido su dosis de cariño con el índice y el pulgar. Ese era el contacto y la comunicación directa, que entonces yo ignoraba, con sus seres queridos, con su hermano del alma.

     Madre nos miraba para ver si rezábamos. Tal vez en nuestra mirada se reflejase la emoción del momento. De vez en cuando pasábamos las manos por las llamas y las frotábamos, mientras madre con una mirada que ya comprendíamos (pues las miradas profundas y sinceras hablan y dicen más que las palabras),madre, como decía, nos invitaba con un gesto de la mirada puesta en la abuela, para que no perdiéramos el ritmo de la oración, que era como no desprenderse de la mano con quienes estábamos unidos en ese momento de silencio monocorde, en la cocina lóbrega de familia humilde y de pan escaso, aunque siempre hubo el necesario en el momento apropiado.

Abuela se pasó de nuevo la mano bajo el pañuelo y su frente relumbró de un rojo amarillo cuando avivó la llama. Misterios dolorosos, gloriosos y gozosos salieron de sus labios que yo sentía acolchados y suaves cuando me besaba. Su voz parecía cada vez más tierna, más del mundo de los que descansaban en paz que del mundo terrenal, de miseria impuesta a base de “avaricia, envidia y soberbia que el diablo cultiva” decía ella que en sus ratos libres repasaba el misal y breviario ante la indiferencia de mi abuelo. Tardé años en darme cuenta de que cada cual de los dos vivía en un mundo diferente, lo que no les impedía de vivir con cierta armonía, gracias a la sabiduría y a la mano izquierda de abuela. La vida era dura y los inviernos también y para afrontar ambos, siempre, o a menudo, había una botella de anís en la alacena, o aguardiente de la Ribera, que surtía el mismo efecto espiritual que el vino que bebe del cáliz el sacerdote durante la misa. Todo en la vida se resume a aferrarse a un ritual; la misa, el rosario y la oración, hallar ese contacto con el más allá, que es lo mismo que decir con lo más profundo de uno mismo, y uno puede encontrarse con su propia esencia, a través de infinidad de medios; la escritura, la poesía, para contar historias, momentos, emociones; la música y todo arte cuanto el ser humano ha creado para seguir viviendo, a ser posible, en paz.

De modo que el día de Todos los Santos, era y sigue siendo en mi fuero interno, el día de la reconciliación con los seres queridos, el día para reflexionar sobre nuestra condición de mortales, el día para marcar en los días postreros el camino para seguir viviendo en paz, de la mano del que quiera agarrarse para subir y bajar empinadas cuestas, sortear recovecos sombríos y llegar a la meta con el deber cumplido: el del amor hacia el otro.

     Abuela dijo: “Gracias hijos, por asistir a este rosario por nuestras almas, Dios os acogerá en su seno”. Las llamas revolotearon como celebrando la reunión y abuela fue besándonos a todos.  “Gracias, hija —le dijo a madre—, que Dios te de fuerzas y alegría para criarlos, pues mientras yo viva, mi ayuda no te faltará”.

Hoy recuerdo emocionado aquel día tan lejano y, sin embargo, tan presente.

 

04 octubre 2020

recordando mi primo Adolfo

 


En el día de hoy, 4 de octubre, he quiero recordar a mi primo Adolfo, y qué mejor manera de recordarlo que subiendo a mi blog este magnífico relato suyo evocando a su primo Francisco, uno de los nuestros, con el que es grato conversar.

 

  Francisco, el de Asís (4 de octubre)

 


Autor: Adolfo Carreto 

 

 

 

 

A San Francisco de Asís es preferible llamarlo Francisco, a secas, pues pasó por la vida como Francisco y como Francisco ha permanecido. Siempre tengo la tentación de acercar a los santos todo lo que puedo y, como excusa, acudo a mi árbol genealógico y siempre encuentro a alguien inidentificable. En esta ocasión, a Francisco, mi primo.

Francisco no es franciscano, pero casi. Francisco es adusto, de solamente palabra necesaria, hombre de muchos caminos de labranza, hombre de muchos chubascos encima, hombre de muchos quebrantos en el cuerpo, posiblemente hombre de muchas soledades calladas. Francisco quedó huérfano de madre cuando la madre es más necesaria, y yo también quedé huérfano con él, porque mi tía, Auxilio, era la santa madre auxiliadora que tenía manos para todos los remedios, que tenía sonrisa para todos los pesares, que tenía gracia cuando era necesaria, y que hasta tenía letras cuando, en aquella época y en el pueblo, eran escasas las letras. De mi tía puedo hablar mucho, pues muchas fueron las conversaciones en poco tiempo y mucho lo que me dejó, cuando se fue.

Mi primo es una especie de reencarnación puebleril de Francisco, el de Asís, en eso del amor por los animales, en eso de transitar por el campo, en eso de tender la mano aunque no se la pidan, en eso de abrazarte austeramente cada vez que nos vemos, que es de tiempo en tiempo. Siempre que veo a mi primo pienso en Francisco de Asís, y juro que no sé por qué. Algo hay en la cara de ambos identificable. Quizá esa seriedad de campo que no se desprende de la alegría. Quizá ese estar apegados a las raíces que son las que aseguran. Quizá ese mirar siempre hacia el horizonte, consiguiendo lo que saben que allí está.

No quiero retazos de la vida de Francisco de Asís porque, si hay vida de santo conocida, es la de este asombroso hombre de Dios y de sus hermanos los hombres, a quienes siempre llamó hermanos. De milagros, todos los que se nos ocurran. De visionario, todas las visiones, esas que también contempla mi primo por los caminos de Humareda, arreando rebaños de ovejas, aventando la simiente sobre los surcos, tanteando el fruto de los árboles, cargando los corderillos sobre el hombro, mirando a las campanas de la espadaña de la iglesia cuando suenan, así se esté campo afuera, lejos del poblado.

Dicen que Francisco, el de Asís, es un santo pinturero. Alegre, pienso, sí; pinturero no tanto. De ahí la elección del sayal pardo como transeúnte impertérrito, como mendicante natural, como hombre de paso. Para el pueblo todos los milagros habidos y por haber, para mí sólo uno, la fundación de los franciscanos. Igual que los milagros de mi primo, que son muchos en el entorno de su campo; para mí el más importante es el de su familia, quizá por lo que me toca.

A San Francisco le han dedicado su pincel todos los pintores que se precien. Y es que este hombre de contextura campesina da para todos los pinceles, para todas las imaginaciones, para todos los colores, para todas las visiones, para todos los encantos y para ningún desencanto. Se trata de un santo de andar por los caminos, que son los que a mí me gustan, quizá por aquello de recordar los caminos transitados al lado de mi primo Francisco cuando teníamos edad para subir a los árboles y trepar hasta donde las oropéndolas colgaban su nido

12 agosto 2020

San Lorenzo distinto.

 




Los años van `pasando y marcando nuestra forma de vida. Este año San Lorenzo ha marcado esa distinción, esa otra forma de celebrarlo, pero lo que debe prevalecer es la devoción de los zarceños por perseverar, por encima de todo, en su homenaje al Patrón que ha sido honorado por tantas y tantas generaciones a través de nuestra historia, trascendiendo a otra pandemia, la de la “Gripe española” de 1918. Por tanto, San Lorenzo será hasta el final de los tiempos nuestro aliado, nuestro protector, nuestra razón de ser optimistas.

La celebración de la misa fue una muestra más de fervor, de respeto por las medidas de seguridad establecidas ante la presencia en nuestro país del coronavirus. Fue un momento muy emotivo, por la solidaridad y la unión, la comunión, en suma, que se percibía en los numerosos asistentes.

Así pues, otra manera de celebrar San Lorenzo, pero celebración, al fin y al cabo, con fe y esperanza.






 











09 agosto 2020

Asunto: novela de Félix Carreto.

 


 

Hola, zarceños y visitantes. Bienvenidos/as a San Lorenzo.

Puesto que no se ha podido hacer la presentación de mi novela como previsto en estas fechas, por los motivos que sabemos, os informo que “Lágrimas por Estrella”, está disponible en nuestro pueblo, la Zarza. La entregaré a domicilio a quienes estéis interesados/ as por ella.

Muchas gracias.

07 agosto 2020

VIAJE ESTELAR

 

                                                   





Anoche di una vuelta por el mundo. Fue bastante divertido porque era festivo pero el lugar de encuentro era un laberinto de salas pequeñas, forradas de terciopelo granate, a algunas se accedía por unas escaleras, luego bajabas a otras, unas con las puertas cerradas que costaba abrir, a otras se pasaba directamente, dos las abrían porteros elegantes, bien vestidos. Todo el mundo estaba endomingado, el ambiente se prestaba a pasar de una sala a otra. Muchas caras conocidas, amistades antiguas de trabajo, y en ese ambiente fue transcurriendo el tiempo nocturno.

Había un negro congolés, o del Zaire, no muy negro, joven, se llamaba Choa, afable y educado, compañero de pupitre en la escuela parisina de enfermería, nos sorprendimos al vernos de nuevo, él no había cambiado, yo tampoco, estaba con dos amigas, negras claras también, vestidas de gala, se besaban y cuanto más las miraba yo más se besaban, también en la boca, y me aparté de ellas porque no llevaban mascarilla. Miré detrás y en una pequeña grada para unas diez personas, estaba mi padre, le dije que acababa de ver a los ingenieros del Salto de Aldeadávila, don Diego y don Emilio. Sí, me dijo mi padre, tuve mucha amistad con ellos, recuerdo cuando la riada allá por enero del 61 ( aclaro que esto ocurrió de verdad), cuando el agua subió por encima de la presa en construcción, y la riada se llevó por delante los ocupantes de una balsa rudimentaria que volteó la corriente ahogándose tres o cuatro de los obreros y se salvaron dos o tres que no sabían nadar, y luego se presentó un señor, alto, elegante con un bigotín a lo Clark Gable, preguntando a la guardia civil que qué había pasado con los ahogados, y parece ser que dijeron que nada, son gajes del oficio, siempre hay gente que muere en estas obras, pero hay que buscarlos por encima de todo, y encontrarlos, dijo el señor, no creo que lo hagan, dijo el guardia, entonces el señor de unos cincuenta años, sacó del bolsillo  interior de la americana una cartera y les mostró su documentación: Almirante de marina, leyeron los guardias, entonces se cuadraron, pidieron perdón y llamaron a los ingenieros jefes que se presentaron volando, pidieron disculpas, uno de los ahogados es mi hijo, dijo el señor, y hay que encontrarlo, y los otros también, y fue entonces cuando todo se revolucionó, y vinieron buzos de lejos, y tras arduas tareas de rastreo los hallaron aguas abajo atrapados entre arbustos, y gracias al señor las víctimas mortales hallaron sepultura digna y sus familiares la indemnización correspondiente, así es la vida, me dijo mi padre.

 

Luego no sé cómo, me colé en una sala donde había un matrimonio japonés vestidos con atuendos festivos color crema y me dijeron que cómo estaba allí, que ellos querían tranquilidad para jugar al billar, y me fui, subí unas escalera y en otra sala me topé con una enfermera que escribía novelas y reconocí su cara, y otro chico que también escribía y me dijo, tú también escribes, te he visto en Facebook y en más sitios, sí, le dije, “ Lágrimas por Estrella” es mi novela, y desaparecieron. En una sala había un gel, me eché en las manos, pero la izquierda se quedó muy pastosa y cuanto más agua pasaba más se inflaba el gel y me costó deshacerme de esa porquería, y ya eran las cuatro de la madrugada y quería marcharme, pero el ambiente era muy bueno y luego llegó una pareja de amigos de Madrid, ¿estarán tristes?, me pregunté al saludarlos, porque hacía poco más de un año que se le murió una hija de veinte años, pero me sonrieron, y querían darme la mano y abrazarme,  le dije que no, que anda por ahí el virus, pero a la gente le daba igual, se besaban se achuchaban, yo que sé, eso no me gustó, pero estos amigos tomaban una copa y se divertían ,porque la vida, a pesar de las tragedias hay que seguirla viviendo con el ritmo natural de la vida: comer y beber, cantar y bailar, reír, así debe ser aunque en algunos casos la sonrisa se marchitara para siempre tras una pérdida dolorosa, es comprensible y humano.

Son las cuatro y tienes que dormir, me dije, así que me preparé para salir, y me pareció que para andar más de cinco kilómetros hasta llegar a casa en dicha ciudad mejor llevar calzado apropiado  (porque no había taxis), y no los zapatos habituales, así que en un rincón de una sala hallé una caja con calzado variopinto, usado, todo me quedaba grande, pero había unas deportivas en buen estado, parecían botas de futbolista, a lo mejor las de Ronaldo, porque tiene el pie más grande que Messi, pensé,  color crema, las probé y me quedaban algo grandes, pero de ancho me iban bien, así que me puse un calcetín verde, espeso, y en el otro pie los dos negros de hilo que llevaba con los zapatos y estos los metí en una caja. Salí a la calle, eché mano a la cartera y creí que me habían robado, pero no, encontré los billetes bien doblados en la otra parte de la cartera y me alegré.

 

 Cuando me levante, no me voy a acordar de esta fiesta tan extraña, me dije medio despierto, así que escribí estas notas a las tres de la mañana, con un ojo cerrado y con letra somnolienta, embarullada, pero lo suficiente como para poder plasmar parte de ese viaje por el mundo. Qué cosas ocurren. ¿somos realmente lo que vemos con nuestros ojos y hacemos con nuestras manos, o somos sobre todo lo que soñamos? Ahí lo dejo.

03 agosto 2020

BIENVENIDA NUESTRA SANDÍA

                                

 

Hoy es el día internacional de la sandía. Lo celebro. Los agricultores básicamente de Málaga y extremeños se quejan de que ha bajado la demanda.

Yo creo que hay que apoyar a los agricultores que son los que, en definitiva, sacan a este país adelante, y comer sandía. Creo que les pagan 6 u 8 céntimos el kilo, he oído en la radio, pero después sale al paso el intermediario, que es el que se lucra sin dar palo al agua y el precio sube, y después está el IVA, que es la otra mamandurria del gobierno, para sacarnos la pasta para sus viajes en Falcón, su ropero que no cabe en un campo de fútbol, sus asesores por miles, sus tarjetas de crédito, su coches oficiales,  secretarias, sus ordenadores y aidphone última generación y un largo etcétera. Luego quieren quitar al rey porque dicen que gasta mucho y nos sale muy caro; o sea que los que viven a cuerpo de rey (véase Pablo Iglesias, marqués del chupinazo, o del braguetazo, uno ya no sabe, o Sánchez, el rey del engaño a mayor gloria del rebaño), Estos son los patrocinadores de dicho desalojo. Sánchez quiere ser el rey de la III República. ¿Lo logrará? Visto lo visto y cómo anda el rebaño, todo es posible en este país de charanga y pandereta.

Si todos los diputados y senadores (que hay el doble que en Alemania, pero la mitad de jueces por habitante, lo que es una vergüenza), además de una sarta de políticos adscritos a la sopa boba, les diera por comer sandía, harían un gran servicio al pueblo llano.


Pero sé que mis súplicas caerán en saco roto.

Esto del día de la sandía me parece estupendo y abogo por el voto en blanco, mientras los políticos no demuestren en el Congreso, el Senado, en el Consejo de ministro y en los mítines, que son consumidores acérrimos de la sandía. Menos wiski en la bodeguilla de la Moncloa y más sandía en el Consejo de ministros para aclarar las ideas. Pensad un poco en la gente del campo, por mucho que ustedes anden confusos a fuerza de meternos gato por liebre y sigan empeñados en vendernos la burra ciega. Menos mal que en el fragor de la pandemia nos salvaron los sanitarios y los agricultores. Esto nunca lo entenderán los que viven de la mamandurria.

Yo digo ¡Viva la sandía!, roja o amarilla, me da igual; ambas quitan la sed, porque ambas son el fruto del campo y el sudor del labrador.

20 junio 2020

Lo que quedó atrás


Estas son algunas estampas que nos dejó la primavera en nuestro pueblo en tiempos de confinamiento y de silencio.



































12 junio 2020

LA MÚSICA O LA MELODÍA DEL ALMA












Todo estaba en silencio, en mi cuarto, con un rayo de sol que se colaba a media altura y alumbraba casualmente tu retrato en la pared. Te hablo de “tú “porque si empleo el “usted”, muchos jóvenes creerían que no es con mi madre con quien hablo.
Siempre te hablé de usted, hasta el último día de tus noventa y un años. No me salía el “tú”, porque en los años cincuenta y sesenta de mi infancia era así. “Hay que respetar a los mayores por edad, dignidad y gobierno” no enseñaba el maestro escuela. Todo ha cambiado, madre, se ha perdido parte de ese respeto: ahora muchos les “exigen” a los padres: es el mundo al revés.

Pero yo quería hablarte de algo que me acaba de suceder. Sé que me escuchas allí donde estés, por eso comparto esta revelación que te alegrará; lo sé bien.
Estaba tumbado en el sofá, contemplando tu retrato que alumbraba el sol y creí escuchar tu voz, la voz de tu canto melódico, de terciopelo, voz cristalina a veces, porque cantaste hasta los noventa años, y esas melodías perduran hasta el final de los tiempos.
Entonces me vino a la mente aquella canción que cantabas cuando, en el pilón del huerto, lavabas los pañales, creo que entonces éramos seis hermanos. Recordarás que a partir del octavo y hasta el undécimo, la lavadora que compraste a doce plazos —uno por mes— tomó el relevo.
No sé por qué le tenías tanto cariño a esta canción:
“El día que nací yo, que planeta reinaría/ por donde quiera que voy/ qué mala estrella me guía./ Estrella de plata la qué más reluce/ ¿por qué me llevas por este calvario, llenito de cruces?….”. Yo te escuchaba embelesado y tú me reías complacida, mientras tendías los pañales en la hierba. Pero me daba que pensar eso de “…por este calvario llenito de cruces”, y yo me imaginaba la Semana Santa, y toda aquella tristeza de las cruces del calvario y los santos del altar escondidos detrás de aquella enorme sábana morada que los cubría.

También recuerdo cuando cantabas “La vida en Rosa”, ahora sé que es de Édith Piaf. Me quedé con esta estrofa que sigue intacta en mi mente después de más de sesenta años:” “Desde el día en que nací/La vida para mí / fue de color de rosa/ Y me siento tan feliz/ que cualquier día gris/ es de color de rosa…”. Esta es la letra oficial, pero en mi mente, la que cantabas con tus amigas, camino del juego de pelota, la plaza donde bailabais el día de la fiesta de “Las Madrinas”—tendría yo no más de cinco años—la letra era algo distinta porque así me quedó grabada y debió hacerme mucha ilusión porque aquí, dentro en mi cabeza, sigue de esta manera: “Ay, el día en que nací, fue todo para mí /color de rosa…” Tú me dirás si estoy en lo cierto. Tan de rosa debió parecerme veros cantar a las jóvenes que erais entonces, que me quedó grabada a fuego. Y me sigo preguntando por qué cantabas tanto a pesar de atender la casa; ir a por leña al campo, espigar, remendar, hacer la comida, lavar, y no sigo, para qué, si lo sabes mejor que yo. ¡Ah!, se me olvidaba que también pasabas la noche amamantando al hermanito de turno. O sea que apenas tenías descanso en las veinte cuatro horas. No es por nada, pero no está mal recordarlo.

Todas estas canciones, algunas tristes, al menos por la letra, y otras menos tristes, las cantabas siempre con el mismo semblante de alegría. Yo debí heredar ese rasgo cantarín, lo cual te agradezco, porque no he hecho otra cosa en mi vida. Pero volviendo al motivo de esas canciones, ahora, o mejor dicho, hace bastantes años, me he dado cuenta de que las canciones aunque sean tristes, en el fondo de uno, son alegres, avivan sentimientos maravillosos en el alma; por eso se canta. Y a veces ese canto son lágrimas que salen del fondo del alma; ahí está el misterio.

Te voy a contar algo que no sabes. En mi época de emigrante, en París, frecuentaba un centro de cultura. Actué algunas veces tocando la guitarra y cantando. Tocaba algunas canciones de estilo flamenco que a mi me parecían alegres, pero no era así: eran tristes. Me lo hizo descubrir una señora que tocaba el piano. Y algo de música sabía. Yo tocaba “No siento los dineros, que me robaron/ sino mi perro Lucero que me mataron…” de Rafael Farina. Yo discutía con la señora asegurando que era una canción alegre, porque yo la sentía así, me llegaba al fondo del alma y por eso creía que era alegre. Pero la señora me dijo: “La está tocando en “la menor” y eso es un tono triste, al contrario de cuando se toca en “La Mayor”, por ejemplo”. Pero yo, terco de mí, apostaba lo contrario. Después supe que ella tenía razón.
Vengo a decirte esto porque en el fondo hay melodías tristes, incluso melancólicas, en las que uno siente el regocijo del alma; la vida es un verdadero misterio.
Me alegra que mi mente, madre, te haya recordado por las canciones; alegres, aunque en realidad fueran tristes, pero tú las vivías con la alegría, las entonabas con la alegría de tu alma, y esa es la clave, madre: las canciones que tú cantabas siempre me alegraban porque, aunque fueran melodías tristes, como digo, en tu voz, iba impresa la melodía del amor, no me cabe la menor duda: por eso eran siempre alegres.

Y mira por donde, tumbado en el sofá, me ha venido ese recuerdo y, es que, madre, hay momentos y sonidos, y aromas también, de los que uno jamás se desprende en la vida; sobre todo, cuando te das cuenta de que la separación física es solo un mero trámite: Lo que perdura es la ilusión de haber vivido esos momentos, de ahí la vigencia de los recuerdos: el lazo que nos une para siempre jamás.


29 mayo 2020

Lágrimas por Estrella

Quiero presentaros mi novela “Lágrimas por Estrella” que, como sabéis los zarzeños, tenía prevista la presentación en la Zarza durante la Semana Santa, pero los acontecimientos debidos a la pandemia han anulado, por un tiempo probablemente largo, las presentaciones previstas. De modo que la única posibilidad de adquirirla es en el pueblo o a través de correos. Quien desee tener más información mi email es : felixcarreto@hotmail.com. En el apartado bloguero de esta página ,se puede pinchar en mi blog “ Colores y amores de mi tierra”, donde pone “ ir a la página web de Félix”, también se puede entrar a través de Google : www.Felix Carreto. es
 En la página web se puede ver el anuncio de la novela y pinchando ahí se puede acceder a la sinopsis, prólogo y el primer capítulo. Ya he vendido varios ejemplares en la Zarza, el resto, como he dicho, no cabe otro recurso que hacerlo por correo al tratarse de una autopublicación. 
 Quiero daros las gracias a quienes ya la habéis adquirido, esperando que la historia os guste y os haga pasar ratos amenos, pues ese es mi objetivo.



19 abril 2020

LA PRIMAVERA ASOMA









La primavera se ha ido instalando a la chita callando. No entiende de confinamientos y ha salido para espolvorear esos verdes que son todos los tonos del verde, verde escoba, verde roble, verde prado, y luego los amarillos, marrones, blancos, morados; todo el campo es una alfombra fresca, perfumada, exuberante de fuerza mansa que la suave brisa y la lluvia  esporádica o pertinaz de estos días , ha conseguido resucitar esos brillos tan de nuestro campo, de nuestro abril  que viene a ser un resucitar de los tiempos, los de nuestra infancia, también. Valgan estas imágenes para disfrutar desde el confinamiento, para ver la belleza que nos llama a la puerta, que quiere compartir con nosotros estos tiempos difíciles e inciertos para hacerlos más llevadero.