Mi calle, que está en las afueras del pueblo, es la más bonita de todas, aunque mis amigos del centro, cada cual, dice que es la suya.
Pero yo estoy seguro de lo que digo porque mi calle es la más ancha y aunque solo tiene unos sesenta metros de larga y no sé como se llama porque no tiene placa como las del centro, es la única que tiene una pequeña pendiente y cuando llueve corre el agua que se las pela. Yo les digo a mis amigos que no me gustaría vivir en las callejuelas del centro donde las casas se empujan unas a otras. En mi calle las cinco o seis casas están bien aireadas: una casa, una cortina; otra casa, un corral; otra casa, un huerto con tres olivos; dos muladares donde escarban las gallinas y recovecos para jugar fuera del paso del ganado. Además si tienes ganas de hacer de cuerpo, o de tirar el pantalón como dice mi amigo Andrés, lo haces en un rincón o saltas la pared de una cortina y ya está. Es muy sano al aire libre, no como los del centro que tienen que andar a escondidas o meterse en alguna cuadra o corral donde vive el ganado. Ellos dicen que tienen todo a mano: la iglesia, el frontón, la escuela, pero es la vieja, la nueva está en nuestro barrio, aunque también tienen el ayuntamiento, dos bares con sendos salones de baile, los dos comercios, y el pilar donde llenan los cantaros de agua. Pero nosotros tenemos la escuela nueva, la casa del medico, el carnicero enfrente de mi casa, la centralita de teléfonos, la panadería de mi abuelo y el cementerio en una hondonada, aunque de eso no quiero hablar. De modo que teniendo el pan, la carne, el medico, el teléfono, las escuelas y la casa de la maestra, tenemos casi tanto como ellos. Pero lo que si tenemos y ellos no, es mucho espacio para el juego en la explanada de los Llanos donde corremos detrás del balón tanto en verano como en invierno hasta que se hace de noche, incluso jugamos con niebla alumbrados por la bombilla roñosa que cuelga del palo de la esquina.
Mi calle es la más bonita porque podemos presumir de hacer boronas cuando llueve y eso les da mucha envidia porque en el centro no pueden.
El maestro siempre nos corrige cuando decimos palabras como borona, porque dice que no existen, y dice que si la encontramos en el diccionario nos da una peseta para caramelos, pero de sobra sabemos que cuando nos ofrece eso, no existe y no perdemos tiempo en buscarla. Un día un amigo, cuyo nombre no quiero desvelar porque igual le parece mal, le replicó:”pues cafre, como nos llama a menudo usted tampoco existe, al menos en este pueblo nadie lo dice.”Pero existe, contestó el maestro, como acémila, que de eso alguno vais sobrados, aunque en este pueblo tampoco se use. Y nos quedamos dudando si seria o no verdad.Él usa muchas palabras que a mi me parecen raras ,como un dia que le untamos la vara de castaño con ajo y cebolla para que se le rompiera , aunque sin fortuna ,y dijo entonces:como sepa quien ha sido lo voy a batanear,necesitais que os domen el lomo y a alguno que le zurzan el cuero,y ya se lo que significan porque las he encontado en el diccionario. Cuando llega el mes de abril y mayo caen chubascos y es entonces cuando aprovechamos para hacer boronas. El agua comienza a correr a partir de mi casa y se desliza alegre calle abajo. Entonces antes de que termine el chubasco, salimos de nuestro refugio y aunque nos mojemos un poco no pasa nada porque hace buena temperatura y nos secamos rápido. Como las calles son de tierra cogemos palos y barro y hacemos una presa, y el agua se retiene como en un pantano. Es una borona. Un poco más abajo hacemos otra, a media calle otra, y la última abajo del todo donde termina la pendiente.
Abrimos un poco la primera presa para que se llene hasta rebosar la segunda, y así hasta la ultima. Cuando ya ha escampado nos juntamos todos los chavales para asistir a una riada. Abrimos la primera presa y el aluvión de agua revienta la segunda y después la tercera hasta que la cuarta es arrastrada y el torrente de agua con barro y palos se desliza ya mansa en la parte llana. El jolgorio que formamos alerta a algunas personas que se asoman a la puerta para ver que ocurre.
Enfrente de mi casa hay unos zarzales junto a una pared donde siempre hacen el nido unos pájaros que llamamos pimienteros porque el macho tiene la pechuga del color del pimentón. Cuando las crías están a punto de volarse, los cogemos y los metemos en una jaula colgada en la fachada de la casa. Allí van sus padres a llevarle comida. Después se añaden otras parejas y los alimentan sin parar. Al cabo de unos dos semanas o más las crías que ha crecido y son como los padres, se mueren .Andrés dice que los padres al verlos en la jaula sin poder liberarse los envenenan. Y algo de eso debe de haber porque es el tercer año que ocurre lo mismo de modo que ya los dejamos que emprendan el vuelo desde el nido. De todo esto no pueden disfrutar mis amigos del centro, por eso digo que mi calle es la más bonita del pueblo, aunque me quedan muchas cosas por contar, pero para no ser pesado lo dejo para otro día.
Félix