22 marzo 2010

Llegó la primavera












Estuve en La Zarza el fin de semana para celebrar el día de San José, el “día del padre”, la entrada de la primavera y más cosas.
El tiempo se anunciaba lluvioso y así fue: jarreó cuanto quiso el viernes y durante la noche y el sábado por la mañana cayó agua a cántaros, de tal suerte que, cuando escampó por la tarde, el regato en la Mata el Molino bajaba cantarín como en sus mejores tiempos. Así se extinguió la borrasca, amaneciendo el domingo con nubes y claros; nubes que en parte se formaban con el vapor que emergía de las profundidades del Duero y que se solapaban con otras mas altas ofreciendo, con la luz horizontal del sol, formas caprichosas y una amplia gama de grises y morados, entre claros de un intenso azul. Por la tarde las nubes se diluyeron poco a poco dando paso a un sol radiante que estimulaba los incipientes aromas primaverales.
De regreso a casa con el crepúsculo, me topé con Micifuz y ¿Zapirón? que esperaban, a buen seguro, la cena o el postre que Agustín les sirve. Su lustre no deja lugar a dudas. Por la noche, después de cenar, me di un paseo por Vallito Redondo para asistir al concierto de ranas que alternaban magistralmente el allegro molto, el andante y el vivache. Una auténtica delicia, y el único sonido que se expandía en la noche estrellada con la luna y su tímido cuarto suspendida en el cenit. Félix

18 marzo 2010

Escotes misteriosos










No es por nada, pero cuando veo unos senos semidescubiertos en pleno invierno, así como si na, me entra un escalofrío que pa qué. Digo esto porque yo llevo casi siempre jersey de cuello alto y bufanda y aun así, algún catarro que otro pillo. Esto debe tener algún misterio porque truco se ve que no hay, cuando lo que se ve son unos senos que apenas necesitan protección, y ahí radica mi intriga. Me doy cuenta que cuanto mas exuberantes son, más protección parecen tener contra los catarros y esas cosas, porque hay que ver como los resaltan algunas, cosa que no me desagrada en absoluto, a pesar de la tiritona que me producen al contemplarlos. Esto debe surtir un efecto barrera, algo así como los Pirineos a los valles que protege y da vida.
Recuerdo los días gélidos cuando atravesaba el bosque de Boulogne, en Paris, me sorprendía ver algunas meretrices con sus abrigos de pieles y debajo en cueros, y ellas tan tranquilas con sus senos a la intemperie. Esto tiene algún misterio que no alcanzo a entender. Y yo con mi jersey de cuello alto y bufanda. Creo que es la más flagrante superioridad de las féminas sobre el varón. Ahí es donde debían de investigar los científicos barajando la posibilidad de encontrar el elixir que pudiera hacernos un poco más iguales en estos días invernales.
No es por nada, pero esas son las ventajas de vivir en una ciudad donde abunda de todo; descubrir que algunas no reparan en combatir el frío con sus armas, y a su aire, bien aireadas, demostrando que la riqueza no es solo tener mucha pasta, es sobre todo: no tener que gastar en jerseys de cuello alto, ni bufandas, como yo. De modo que cuando me cruzo con una mujer así, desafiando al frío y al viento así, me digo: que suerte tiene, y no lo sabe, o sí, y por eso lo hace ver.
Bueno ya llegará el verano, me digo para consolarme, sabiendo que entonces seremos por fin iguales. Pero de pronto me percato, por extraño que parezca, que seguirán con los senos igual de semicubiertos, ni más, ni menos, y es eso lo que me desconcierta.
Y yo sudando la gota gorda. Esto me convence de que realmente no somos iguales, lo que en si no es ni bueno ni malo, ni mejor ni peor, simplemente la Naturaleza lo ha dispuesto así, y ya está.
No es por nada, pero no sé cuanto daría yo por liberarme en invierno de mi jersey de cuello alto y mi bufanda, mientras sigo caminando maravillado por esos escotes gallardos que neutralizan los efectos del frío invernal. ¡Cuánto misterio por descubrir! Félix.

12 marzo 2010

Pasando los dias


El fin de semana pasado estuve en La Zarza disfrutando, sí, disfrutando del tiempo gris y frío y con un chirimiri propio del País Vasco. Me acerqué al “Pozo los Humos”, por Masueco. A pesar de ser domingo y la lluvia intermitente, me sorprendió la cantidad de turistas que crucé en el camino. El entorno y la famosa cascada ofrecían un espectáculo maravilloso sobre todo cuando el vapor (humo) de agua irrumpía a borbotones elevándose hasta fundirse con las nubes bajas.
Ya en casa, viendo la tele, pude escuchar una de esas palabrejas de moda que consiguen irritarme: ”sostenibilidad”. Hojeo el diccionario por curiosidad y me dice que no existe tal palabra. No importa, me digo, aquí los que nos gobiernan inventan palabras para despistar a la peña, y no pasa nada. Aunque pensándolo bien, todas las palabras han sido inventadas en su momento. Busco la palabra ”sostenible“ y ahí sí describe: ”Dicho de un proceso: Que puede mantenerse por sí mismo…” Palabra encantadora a tenor del uso que hacen de ella nuestros gobernantes un día y otro hasta la saciedad. Esta palabra es un gran descubrimiento y me pregunto que gobernante la ha descubierto. No creo que el Presidente ni los ministros tengan tiempo para tales pasatiempos, supongo que debe de ser hallazgo de los asesores que, según se comenta, unos seiscientos trabajan a destajo al servicio del Presidente y del Gobierno. Hace unos días recibí uno de esos “mails”, o como se diga, donde revelaba que los asesores del Presidente nos cuestan veinte millones de euros al año. Poca cosa, apenas para sostener dos mil o cinco mil familias con ingresos minimos. Claro que, lo sostenible lleva una connotación noble y positiva: sostener una familia con dificultades, sostener algo que amenaza derrumbarse. Yo creo que por la rentabilidad que le puede reportar dicha palabreja deberían cobrar mucho más.
Así que, con tal empacho de sostenibilidad por aquí, sostenibilidad por allá, regresé a Madrid después de haber comido un buen cocido sostenible, con vino de Las Arribes sostenible. El viaje fue sostenible, bajo un frío sostenible. Cuando llegué a Madrid, entré en el bar y le pedí a mi amigo Antonio, el camarero, que me pusiera una bebida de moda. Me miró y me dijo; ”¿Un cubalibre? ¡No, hombre! ponme un sostenlibre. Se echó a reír y me sirvió un descafeinado, como siempre. Y es que un sostenible es cualquier bebida, como sostenible, en el discurso de nuestros gobernantes es cualquier cosa; o sea, maravillosa palabra que puede resolver todos los problemas; y si a ella le añadimos la palabra “limpia”; como energia limpia, etc., es ya la repera.
Esto me lleva a pensar que las palabras tienen también un efecto anestesiante, y ese es el mérito de sus descubridores. Pues eso, unos ingeniándoselas para descubrir palabrejas y otros para llegar a fin de mes. Félix.

03 marzo 2010

Sensaciones de un dia huracanado.












Estuve en La Zarza el fin de semana pasado.El sábado, a eso de las seis de la tarde, el ventarrón que ya zumbaba de lo lindo, no había culminado su embestida, pues entre las seis y las siete alcanzó su máximo apogeo. Decidi entonces acercarme al mirador del Fraile (Aldeadávila) para tomar unas fotos al oleaje del embalse junto a la presa. Durante el recorrido podía disfrutar del cielo poblado de nubes entre claros de cielo azul. Cúmulos que se formaban, que se hinchaban como pompas de jabón, a los cuales se adherían otras nubes que buscaban refugio. Unas y otras eran efímeras pues la velocidad del viento las transformaba continuamente ofreciendo la más amplia gama de tonos : infinidad de grises, de morados, marrones y anaranjados, en un torbellino que por momentos parecía apocalíptico ,de suma belleza ,sin embargo.Llegué al mirador, intenté bajar del coche pero la presión que ejercía el viento sobre la puerta me impedía abrirla con cierta seguridad. Por fin salí , pero súbitamente una ráfaga casi me tumba y permanecí resguardado agachado detrás del maletero. Fue entonces cuando el viento huracanado enfilaba la depresión del cañón del Duero a la máxima velocidad, sin duda más cerca de los 200 que de los 100 Km./hora. Imposible dar un paso; los pesados cables de alta tensión se balanceaban por encima de mi cabeza, volaban trozos de escobas y pequeñas ramas, el ruido era estremecedor.Me percaté del peligro real que representaba permanecer allí, y entre dos ráfagas pude colarme en el coche y retornar a casa, no sin antes tomar algunas fotos de las nubes realmente fascinantes.
Después de cenar, a las diez de la noche, salí de casa, al amplio patio que comunica con la calle y el campo abierto que da al Cotorro ,sorprendiéndome la intensa luminosidad de la luna llena. El viento seguía alegre bramando entre las chimeneas y antenas de televisión.
Un aluvión de pequeñas nubes bajas y dispersas, blancas y transparentes, desfilaban bajo la luna a una velocidad vertiginosa. Me planté en medio del patio y permanecí un rato mirando fijamente la luna que, al ser atravesada sin cesar por las nubes transparentes y deshilachadas, reproducían la ilusión que me trasladaba a la infancia, al ver como la luna se desplazaba a una velocidad encantadora como si estuvieras viajando en una nave espacial. Una nube, y otra , y otra, ninguna ocultaba la luna,y como sonido que lo envolvía todo, el ulular incesante del viento. La atmósfera estaba limpia a no poder más.Entre nube y nube se vislumbraba el fondo del universo de un azul profundamente oscuro, pero azul y no negro. Entre los amplios claros que dejaban las nubes , en las capas superiores de la atmosfera, allí donde no soplaba nada, o casi nada el viento, se formaban como telón de fondo ,unas curiosas nubes como un fino velo de nieve en polvo, largas y estrechas, dispuestas en hileras yuxtapuestas como las láminas rectangulares de un xilófono. Al poco rato se difuminaban y surgían otras. Algunas estrellas dispersas ,con nítido brillo, daban fe de la pureza atmosférica. Absorto mientras disfrutaba del espectáculo sentí de repente el calor del lomo de la gatita ,de poco más de un año, entre mis piernas. Como no le hacia caso ,siguió formando ochos frotándose entre mis pantalones. Tanto insistió que me agaché para acariar su mullido pelo blanco ,marrón y negro. Volvi a contemplar el cielo y la gatita insistía para que la atendiera empinándose y clavando suavemente las uñas en el pantalón. Una nube densa y muy extensa ocultó definitivamente la luna por un rato.Abri la puerta de casa y la gatita rauda se coló entre las piernas y se plantó delante de la alacena donde se guarda el chorizo.¡Ay amiga! Ya se lo que quieres. Por eso tanta carantoña, ¿verdad?
Esta claro que las hembras utilizan a la perfección todos los recursos que la naturaleza les ha concedido para conseguir sus fines. Sali al patio, le di unas rodajas de chorizo y se despidió marchándose a pasar la noche a su aire, entre leña, paja y aperos de labranza en los corrales y tenadas circundantes, donde precisamente nació. Asi terminó un día ventoso y a la postre lleno de embrujo. Félix.