Estuve en La Zarza el fin de semana para celebrar el día de San José, el “día del padre”, la entrada de la primavera y más cosas.
El tiempo se anunciaba lluvioso y así fue: jarreó cuanto quiso el viernes y durante la noche y el sábado por la mañana cayó agua a cántaros, de tal suerte que, cuando escampó por la tarde, el regato en la Mata el Molino bajaba cantarín como en sus mejores tiempos. Así se extinguió la borrasca, amaneciendo el domingo con nubes y claros; nubes que en parte se formaban con el vapor que emergía de las profundidades del Duero y que se solapaban con otras mas altas ofreciendo, con la luz horizontal del sol, formas caprichosas y una amplia gama de grises y morados, entre claros de un intenso azul. Por la tarde las nubes se diluyeron poco a poco dando paso a un sol radiante que estimulaba los incipientes aromas primaverales.
De regreso a casa con el crepúsculo, me topé con Micifuz y ¿Zapirón? que esperaban, a buen seguro, la cena o el postre que Agustín les sirve. Su lustre no deja lugar a dudas. Por la noche, después de cenar, me di un paseo por Vallito Redondo para asistir al concierto de ranas que alternaban magistralmente el allegro molto, el andante y el vivache. Una auténtica delicia, y el único sonido que se expandía en la noche estrellada con la luna y su tímido cuarto suspendida en el cenit. Félix
El tiempo se anunciaba lluvioso y así fue: jarreó cuanto quiso el viernes y durante la noche y el sábado por la mañana cayó agua a cántaros, de tal suerte que, cuando escampó por la tarde, el regato en la Mata el Molino bajaba cantarín como en sus mejores tiempos. Así se extinguió la borrasca, amaneciendo el domingo con nubes y claros; nubes que en parte se formaban con el vapor que emergía de las profundidades del Duero y que se solapaban con otras mas altas ofreciendo, con la luz horizontal del sol, formas caprichosas y una amplia gama de grises y morados, entre claros de un intenso azul. Por la tarde las nubes se diluyeron poco a poco dando paso a un sol radiante que estimulaba los incipientes aromas primaverales.
De regreso a casa con el crepúsculo, me topé con Micifuz y ¿Zapirón? que esperaban, a buen seguro, la cena o el postre que Agustín les sirve. Su lustre no deja lugar a dudas. Por la noche, después de cenar, me di un paseo por Vallito Redondo para asistir al concierto de ranas que alternaban magistralmente el allegro molto, el andante y el vivache. Una auténtica delicia, y el único sonido que se expandía en la noche estrellada con la luna y su tímido cuarto suspendida en el cenit. Félix