28 enero 2012

La Torre de Babel



Recuerdo de pequeño, cuando estudiaba en la escuela, lo mucho que disfruté con la lección de la Torre de Babel y las explicaciones que nos daba el maestro sobre aquella edificación que se fue al garete porque Dios se enfadó al ver que queríamos competir con Él, y dijo:”Hasta aquí hemos llegado, chicos “,y confundió sus lenguas, y como no podía entenderse se le desbarató el negocio y ¡hala!, a correr por la faz de la Tierra, y así empezó la emigración. O sea, que todo se repite; nuestra construcción desmesurada de viviendas, aeropuertos innecesarios y otras vanidades, mucho más de lo que se necesitaba, (llámese soberbia, avaricia, codicia, estafa, trinque o como se quiera) desembocó en el inevitable pinchazo de la burbuja inmobiliaria, que es una de nuestras torres de Babel, abocando al consiguiente éxodo o emigración; vamos, que lo mismo que hace miles de años con aquella torre. Para mi la Biblia es que es un libro fantástico porque ahí está casi todo lo ocurrió y que puede repetirse y, además, cada cual puede interpretarla a su manera, como el caso de la famosa torre de Babel.
Pero volviendo a nuestra Torre particular, la de este país llamado aún, España, es que hemos construido varias torres de Babel: (La del Sistema Financiero, la de las Autonomías, la de la inmigración, la del futbol, iba a decir la del trinque, pero eso no es torre, eso son los sótanos y cloacas…) Y eso es lo malo. Y yo me pregunto: ¿Nadie de verdad se había dado cuenta de ese engendro? Sospecho que si, pero los beneficiarios de dicha obra “maestra” debieron decir para sus adentros:”sigamos con el chollo hasta que estalle”. Pues bien, la famosa torre como sabemos se tambaleó, y lo que es peor, ha provocando el derrumbe de no pocas cosas. La historia se repite simplemente porque los hombres nos repetimos generación tras generación, volviendo a actuar como lo hicieron otros, décadas o siglos atrás. Nosotros nos lamentamos ahora porque nos atañe directamente pero vendrán otras generaciones y les ocurrirá lo mismo. Desde aquella famosa torre ¿cuántas se han intentado construir con el consiguiente derrumbe? Probablemente infinidad, pero lo que me interesa es lo de aquí y ahora.

















Pues mira por donde, una de nuestras torres faraónicas, y la más chunga, a mi entender, es la creación del Senado, pero al revés de aquella, y es que hay que tener perendengues para acometer tal proyecto. Lo cierto es que en España hay una lengua oficial del Estado y que todos conocemos y hablamos, llamada español o castellano, como más rabia le de a uno. Pues bien, los pupilos que allí se albergan dicen gobernarnos o gobernarse, ¡ya no sé muy bien!, dicen que son la voz del pueblo, (la mía creo que no), serán la suya, y ahí voy. Digo que será la suya porque entre todos han decidido hablar cada cual la suya, sin pensar en mí, ni en mi vecina del tercero, la señora María, que solo entendemos la de todos. El caso es que se gastan millones de euros para hacer que no se entiendan entre ellos primero, y después pagar para que otros, gente contratada, hagan que se entiendan. O sea que llegan, se saludan en la lengua de todos, después se desentienden todos y acto seguido recurren a gente ajena para que les haga entenderse después de haberse desentendido…de una lengua que sí entendían todos. ¿No está mal como invento, eh? Como queda dicho, la torre de Babel pero a la inversa; se inventó el problema par inventar la solución, invento español patentado que no genera beneficios al pueblo, sino un despilfarro insultante de nuestros ahorritos.
A ver si Dios tiene otra idea o truco para suspender ya esta torre, porque aquí hay mucho listo licenciado en las Ursulinas, y lo de la confusión de lenguas ya no cuela.
Félix.

25 enero 2012

Recordando a Andrés .M.C










Andrés fue un pionero en la construcción de postes para cercar las fincas con alambradas.


en todos dejaba su impronta anotando la fecha de construcción,poniendo su nombre unas veces,otras el de La Zarza y siempre dejando patente sus inquietudes artisticas .















Aqui se pueden apreciar sus iniciales formadas con chinitas.






Aqui el adorno era sellado con el culo de una lata de conservas.Todo es arte.


Todos los postes llevan la fecha donde se demuestra que tabajaba todos los dias del año.


Las vacaciones eran para otros afortunados,o quizás no tanto.





Al enterarme de su fallecimiento quiero rendirle este sencillo homenaje porque para mi ,Andrés fue un artista que trabajó en silencio, que vivió casi en silencio, digo casi porque lo recuerdo cantando mientras araba tanto con su pareja de vacas como con su caballo blanco. Allá por 1978 dediqué mis vacaciones en realizar el documental en Súper 8, sobre La Zarza y la vida de los zarceños; ahí quedó para siempre Andrés arando con su yunta, cantando, por supuesto, rodeado de tomillos y de algunas aves que seguían los pasos del arado en una secuencia bucólica del campo nuestro.
Andrés perteneció a la estirpe de artistas que partía de su padre el tío Juan “Carretero” que como se sabe era un artesano de los buenos, buenos, trabajando la madera o construyendo aquellos carros, o al menos las ruedas que yo recuerde, indispensables para las labores del campo. El tío Juan fue un artista de la madera que legó a sus descendientes esa veta de artista que todos llevan dentro, como fue el caso de Andrés. Parco en palabras era Andrés, pero no necesitaba hablar porque su buen corazón lo decía todo.
Trabajó sin prisa, pero sin pausa y quizás eso fuera una de las claves de su longevidad; digo una de las claves, porque su humildad y su bonhomía eran otras de sus cualidades, que sin duda influyen también positivamente.
Desde aquí quiero darle el pésame a sus hijas y a todos sus familiares y, en mi caso particular, siempre tendré un recuerdo especial para Andrés recordándolo por lo que fue: un hombre bueno. Félix.




21 enero 2012

La niebla y la escoba.















Esta imagen podría pertenecer a un lugar cualquiera, pero en este caso, es una imagen de las muchas que los zarceños hemos contemplado cuando el rigor del invierno impone su ley en nuestro paisaje. Ignoro por qué tanto me llamó la atención como para desenfundar los guantes y apretar el botón de la cámara. Pero lo que está claro es que en ella hay algo sugerente y es lo que intento descubrir. Aquella mañana fría, como se aprecia, realizaba mi recorrido habitual para desentumecer los músculos y frotarme con la niebla que me desperezaba de lo lindo. Me paré para contemplar la imagen que parecía tétrica y desoladora: una escoba en primer plano, una escoba quijotesca que ya es insensible al frío, y al calor, porque está muerta. Pero ella sigue ahí y se niega a sucumbir como los restos que la rodean. Seguro que en su juventud se erguía firme hacia el cielo, su vuelo de ramas se vestía de amarillo cuando se plantaba mayo, y servia de alimento a alguna oveja que estiraba el pescuezo ramoneando por aquí y por allá, porque ese era el destino de cada cual.

También tuvo suerte, porque de eso se trata también en la vida, al no ser elegida como leña para calentar al pastor. Por eso está ahí porque el destino o la suerte la eligiera para ser el último resquicio de una época en desaparecer.

Tarde o temprano caerá, pero de momento sigue ahí ,para la foto ,para quien desee verla al pasar a su lado ,sabiendo que muchos no la verán; para quien tenga a bien compartir un momento más con ella ,aunque sea vieja y su desnudez parezca fea, y su silueta mire ya más a la tierra que al cielo; ahí sigue para decorar el paisaje también y ofrecer esa estampa que cada cual apreciará con su mirada; ahí está para ofrecernos una lección de resistencia ,ante la niebla y la escarcha ,y la lluvia ,y la nieve y los brazos del leñador. Resistir, aunque la mañana sea gélida y sombría. Resistir.

Quizás cuando vuelva la obstinada niebla a intentar penetrar su tuétano el año próximo ya no esté. Ahora pienso que quizás fuera eso lo que me llevó a sacarle la foto para inmortalizarla y así, como ella, aprender a resistir. Félix.

14 enero 2012

A mi ovejita Lucera










Mi ovejita Lucera,que está en todo, me recuerda que no he felicitado el Año Nuevo ,como otros años ,a los visitantes de esta página,lo que hago en su nombre y el mio ,aunque sea con retraso.
Félix.












Querida ovejita Lucera:
Me ilusiona hacerte este homenaje porque después de muchos años de dudas, lo cual deploro, llego a la íntima convicción de que tu especie, la ovejuna, se parece muchísimo a la nuestra; la humanuna. Y no es que lo diga yo, que os conozco bien por haber sido en una época ovejero, sino que lo afirman los sociólogos y otros estudiosos, ovejeros o no. O sea, que he tardado mucho en convencerme, pues ya cuando pequeño escuchaba al cura de mi pueblo en el sermón que decía lo de Jesús como Buen Pastor del rebaño y yo creía que usaba ese ejemplo porque en gran parte vivíamos en el pueblo entre ovejas y de las ovejas. Pero no, parece ser que estaba escrito en los Evangelios lo que decía Jesús, lo del rebaño, lo de la oveja descarriada, lo de la oveja negra y todo eso, así que fíjate si la cosa viene de lejos, y ya se habían fijado en vosotras como modelo de comportamiento muy similar al nuestro. Por eso te felicito. Porque ocupáis un lugar privilegiado como especie animal, y estáis a menudo en la boca del animal racional que somos; y me cabrea, de verdad te lo digo, que muchos os mencionen con mala uva diciéndoos ovejos, borregos, y hasta oveja modorra, pero no hagas caso ,es pura envidia. Me he enterado que Jesús, según escribe uno de sus discípulos, comparaba a su pueblo con un rebaño de ovejas ¡qué honor! Lucera, y también las guiaba y velaba por ellas porque simbolizáis la inocencia, lo inofensivo, la dependencia, y Él quería un pueblo con el carácter de ovejas: mansas y humildes. Lo mismo que deseaban los pastores en mi pueblo y desconocían estas historias de Jesús, mira por donde. Y pensándolo bien, es lo mismo que quieren nuestros empleadores, que nos comportemos como ovejas, ¡no te amola! y lo han conseguido, así que fíjate si nos parecemos. Y es que no reflexionamos, vamos de cabeza a donde nos lleven, como vosotras, y no te parezca mal lo que digo porque cabeza dura si que tenéis, reconócelo, anda, aunque sé que tú eres más avispada y no representas al resto .Recuerdo un día en mi años mozos, cuando guiaba un rebaño, una oveja presa de su avaricia saltó una cerca medio derrumbada para hincharse del sembrado de cebada tierna y exquisita reservada a otros fines. Detrás de la primera fueron de cabeza berreando todas. Le envié al perro para sacarlas del sembrado pero se resistían hasta que mordió la pata de una de ellas, y recuerdo que las insulté y todo del cabreo que tenia. Por eso os conozco bien y sé que a cabeza dura no os gana nadie, Lucera, reconócelo. Pero nosotros hacemos lo mismo, si es que eso te consuela. Un día en la plaza Mayor de Madrid, unos agricultores enfadados por los bajos precios, repartían fruta gratis, y allá que se formó una cola impresionante y, como vosotras, ¡hala!,a empujones, todos de cabeza, y no era necesariamente gente necesitada, porque aún no había llegado la crisis, es que la gente es así, un rebaño, y me fastidia reconocerlo. O sea, que no es extraño que al parecernos tanto nos hayan hermanado, para bien o para mal. Así que los que nos gobiernan lo tienen muy fácil, Lucera, conociéndonos como nos conocen, se permiten jugar con nosotros. Pero vosotras sois más generosas porque solo por la comida dais a cambio leche, lana y corderitos y más cosas, aunque no me sorprendería que eso sea lo que quieren de nosotros muchos empleadores, que por poco más de la comida le demos mucho más a cambio, porque quieren rebajar tanto los salarios que hablan de minisueldos, trescientos o cuatrocientos euros al mes, sí, Lucera, como lo oyes. Ya sé que tu me dirás que vosotras tenéis además el peligro del lobo, sobre todo en invierno, y ni podéis ni sabéis defenderos, y a la que le toque la china morirá, pero no te creas que nosotros estamos mejor porque hay muchas personas que son lobos profesionales, que es aún peor, Lucera, pero vestidos de oveja,¿qué te parece? los tramposos, y en cuanto te confías un poco te han estafado y te dejan sin comida, en la calle, sin casa y sin nada, y con los ojos para llorar, eso si salvas la vida. Si, Lucera, el lobo lo tenemos entre nosotros, casi siempre disfrazado de oveja, como te decía, por eso en cierto modo te envidio.
De manera que después de todo lo que te he contado, te felicito porque definitivamente somos inseparables como concepto de grupo, unidos por el borreguismo, ¡perdón!, quería decir por el rebaño que conformamos ambos, aunque yo también, como tú, intente no representar a esa masa.
Espero que la crisis no te afecte demasiado, auque creo que no, porque solo te conformas con tener comida a diario y no tienes otras necesidades; bueno, salvo un pastor que te guíe sin explotarte, ¿me equivoco?, lo mismo que desearía yo para el rebaño nuestro, pero esto no tiene solución porque tenemos que vivir entre lobos que de vez en cuando dan un buen zarpazo o como dicen en mi pueblo: hacen una buena “lobá”, que es sinónimo de matanza sin contemplaciones, como si fuera un juego..
Y así ,asaltados de vez en cuando, como vosotras, por mordiscos lobunos, vamos avanzando, y al que le toca la mala china le tocó, como a vosotras, querida Lucera. Y es que, ¡nos parecemos tanto...!
Félix.

06 enero 2012

La armónica de contrabando.

El día de los Reyes Magos era para nuestra infancia, allá por los años cincuenta, un día realmente mágico. Soñar era quizás una necesidad vital para paliar la escasez, la penuria y a veces la miseria que nos rodeaba en aquellos años en las postrimerías del pétreo y gigantesco cañón del Duero que nos separaba de Portugal, refugio y protección de contrabandistas y de sueños tejidos en la mera supervivencia.
Y cada año el día de Reyes atizaba la ilusión y la esperanza para crecer soñando porque eso es lo propio de la infancia.
Mi abuela Pepa, como tantas abuelas, poseía ese don para encandilar con historias de las andanzas de los Reyes Magos, y yo la escuchaba sin pestañear y me deleitaba con sus argumentos convencido de que sus propósitos se cumplirían.
“Tú pon el primero los zapatos en el ventanuco, anda, que aunque este año los reyes son pobres algo te dejarán”, me decía entusiasmada.
Me has quitado el sitio, me decía un hermano. Y ¿donde los pongo yo? , protestaba el segundo. ¡Qué listos!, y yo que me quede sin Reyes, ¿verdad? insistía el tercero.

Aquel ventanuco no daba asiento para tantos zapatos, de modo que mi abuela para evitar discordias el siguiente año, me sugirió que los colocara en el canto de la lumbre donde se apoya la leña en la chimenea, “pero a la chita callando”, me susurró al oído, y una vez más, aquella complicidad me colmaba de felicidad.
-Pero abuela, aquí no podrán dejarme regalo alguno.
Sí, entrarán por la chimenea.
-Pero el camello no cabe por la chimenea.
-No, el camello lo arriman a la pared y como es muy alto se suben al tejado y con una cuerda bajan por la chimenea.
“Tiene razón abuela, porque la chimenea es muy ancha, abajo casi tanto como la barriga de un camello”, me dije convencido.
-Y si pongo las botas de goma que son más grandes, ¿me dejarán más regalos, abuela?
-No, te dejarán los mismos.
-Bueno, pues yo dejo de todos modos las botas por si acaso.
Llegada la noche, esperé que el rescoldo se consumiera para colocar los zapatos sobre la piedra sin que mis cuatro hermanos pequeños se percataran y me acosté.
Al despertarme corrí hacia la chimenea y había una naranja en una bota. Las puse bocabajo pero dentro no había nada más.
-Abuela, solo me han dejado una naranja.
-¿Sabes lo que ha ocurrido, hijo?
¿Qué?
-Que al camello del rey Baltasar que traía los juguetes se le rompió una pata en la Fuente de la Arena, antes de entrar al pueblo por el Cotorro, y no pudo dejarte nada, pero no te preocupes que el año próximo ya me encargaré yo que esta vez te traigan algo que te va a sorprender.
Ningún año me habían dejado juguetes, solo caramelos, un mazapán peladillas y este, una naranja que me dejó algo desconsolado. Así que salí a la calle donde los amigos del barrio estaban reunidos y con gran jolgorio mostraban ufanos sus regalos. José me dejaba tocar su moto de latón, Alejandro acariciaba su pelota de goma para jugar en el frontón. Le pedí a Juan que me dejara soplar en su armónica y me dijo que solo un minuto. Aquella melodía mágica que sonaba solo con soplar representó el minuto más feliz de mi infancia. Las chicas hacían grupo aparte con sus muñecas de cartón, o su cuerda de jugar a la comba, o su juego de cocina en miniatura. Poco importaba que lloviera, nevara o que el hielo endureciera la tierra de las calles; nada podía con el fuego de la ilusión.
Así año tras año, en el día de Reyes se reproducían las mismas secuencias de alegría y profunda felicidad, y así crecíamos alternando sueños y desilusiones.

Rondaba los diez años cuando ya convencido que los Reyes eran nuestros padres, mi abuela insistió para que colocara los zapatos en la chimenea.
-Verás como este año te premiarán por ser tan aplicado con el catecismo, dijo con afán de levantarme el ánimo.
-Ya no creo en los Reyes, abuela, son los padres los Reyes, pero colocaré los zapatos del día de mi Primera Comunión que tanto le gustan para que no se enfade.
Se despidió con un beso. Aquella noche de Reyes me acosté sin la ilusión de antaño porque sabia que los regalos al representar un esfuerzo económico (una naranja o el mazapán lo eran) serian para los hermanos más pequeños.
Amanecía cuando desperté. Animado por no sé que ilusión me dirigí hacia la chimenea. Ya habían cortado la luz, pues solo funcionaba durante la noche, pero la luminosidad que se colaba por la chimenea hacia resaltar el pañuelo blanco, como si fuera una lámpara, dentro de un zapato. “Han venido los Reyes” me dije. Escéptico me acerqué al zapato y me percaté que el pañuelo envolvía algo. Lo tomé cautelosamente entre mis manos y desenvolví el contenido. Apareció reluciente como un lucero la armónica de mis sueños. “Si, los Reyes existen” me dije conteniendo la emoción.
En aquella cocina lóbrega, porque la luz solo se colaba por la boca de la chimenea, proporcionaba sin embargo la atmosfera ideal para disfrutar del fulgor de las tapas cromadas de la armónica adornada con la palabra Hohner. Respirando el olor a hollín y a costilla de cerdo adobada que pendía sobre mi cabeza, soplé en la armónica suavemente y una melodía celestial se expandió hasta el vasar del fondo. Salí a la calle donde ya todos los pequeños del barrio mostraban sus regalos, pero esta vez sin esconder mi orgullo. Era el mejor regalo de todo el barrio.
-Déjame ver tu armónica, me pidió José. Se la entregué.
¡Jobar! ¡si es una alemana, la mejor que hay! dijo tan ilusionado como yo.
-¿Me la dejas probar?
-Solo un minuto, le dije, como si por instinto supiera que todo en la vida tenía un precio, y la felicidad a veces también.
Pero lo que más me interesaba era saber como había llegado hasta allí aquella maravillosa armónica.
Corría el año 58 cuando en aquel indómito cañón del Duero se levantaba la presa que trasformaría el cauce del río y por ende culminaría con la central hidroeléctrica más importante de Europa. Cientos de obreros de los pueblos limítrofes buscaban allí un salario que, aunque insuficiente, permitía al menos aliviar las deudas y mejorar la calidad de vida. Del otro lado del río, los portugueses más pobres aún que nosotros, sobrevivían desde siempre gracias al “contrabando”, (palabra que aquí perdía su sentido ilícito porque nada había más lícito que luchar contra la miseria y el hambre) vendiendo o trocando por otros artículos café, bacalao, y más cosas, aunque ahora debían hacerlo con más discreción por la mayor vigilancia. Fue con uno de ellos que mi padre regateó el precio de la armónica, imposible de pagar en el mercado español.
Y así, con ella entre mis manos, día tras día, conseguí entonar la canción de moda:”Doce cascabeles lleva mi caballo/por la carretera…”.
Y así, por las calles de mi pueblo, y por el campo, en el aire se expandían aquellas notas y melodías de contrabando, y aquella felicidad de contrabando duró hasta que la harmónica se hizo también vieja, en aquel tiempo de contrabando.
Y los Reyes Magos siguieron regalándome muchas cosas a lo largo de la vida.
Por eso, aunque parezca ingenuo reconocerlo, yo quiero seguir creyendo en ellos. Félix