22 junio 2009

Viajando con mi primo Adolfo
















Hoy hace un año, querido Adolfo, que emprendiste ese viaje, demasiado temprano, el que inevitablemente, más pronto o más tarde, también emprenderemos los que por aquí andamos. Ya sé que no te gustaba hablar de fechas para recordar estas cosas que, como tú bien decías, no es necesario cuando el recuerdo viaja con uno a diario. Pero inevitablemente este día veintidós de junio, lo llevo presente por todo el dolor que supuso y que el paso del tiempo va atenuando aunque los sentimientos permanecen intactos. Precisamente tenía entre mis manos uno de tus libros para seguir viajando juntos a través de la lectura. Me detuve en el santoral del veintidós de junio de este libro tan ameno en el que relatas la vida del santo de cada día del año: “el día de mi santo”. Y en esa página dedicada al veintidós de junio, fecha de la que no puedo desprenderme ya, escribías con este título: “Paulino, el inventor de las campanas (22 de junio)”
“Cuando aquellos campesinos de Campania comenzaron a escuchar el sonido del bronce, comprendieron que algo raro estaba ocurriendo. ¿De donde viene ese sonido? Quién se atreve a profanar el silencio natural de la campiña con aquel estruendo? ¿A quién llama ese tan, tan, tan?
_Dicen que viene de por los lados de donde el cura Paulino construyó la iglesia de San Félix. Efectivamente desde aquellos lados provenía el sonido.Por eso, como ese sonido sonaba a llamada, hacia el lugar se encaminaron. Y sí, cuando preguntaron a Paulino la razón, él les mostró la campana, volvió a hacerla sonar, y les dijo:
¿Verdad que suena a llamada?
No podían negarlo, ellos estaban allí respondiendo al sonido, luego el tal sonido era sonido de llamada.
Se llamará campana. ¿Por qué campana? Porque estamos en Campania Porque ha nacido aquí…
…Quienes hemos nacido y crecido bajo la identidad del sonido de las campanas pueblerinas no terminamos de aprender a vivir sin su son…”
Así es, querido Adolfo. En este día, más que nunca, ese sonido llegará hasta el Cielo donde la paz reina ya contigo y oirás todas las campanas: las de nuestro querido pueblo, todas las campanas pueblerinas y todas las campanas de tu “Castilla en Alma,” y de Venezuela.
Ya no estamos juntos y sin embargo seguimos unidos, viajando, porque nuestro viaje es perenne, porque la vida antes y después es viaje.
He fotografiado muchas espadañas pensando en ti, muchas campanas de esas iglesias humildes de las aldeas castellanas, campanas que siguen, como bien dices, llamando a bautizo, comunión, boda, sepelio o cualquier manifestación de fiesta popular; son los sonidos de nuestra infancia, son parte de nuestro viaje. Temprano comenzaste tú a viajar: con diez años ya te separaste de la familia para comenzar tus estudios lejos de casa, cuatro años más tarde seguí tus pasos y compartimos colegio aunque solo por un año, después ya formado no cesaste de viajar y en Venezuela formaste nueva familia, y amistades, y ya los viajes eran de ida y vuelta entre dos continentes
¿.Qué tal por allá? Te preguntábamos siempre a tu regreso. Recuerdo con todo el detalle aquel viaje que me contaste mientras tomábamos un refresco y yo te escuchaba embelesado porque se trataba de una expedición en la selva, ignoro con qué misión. El caso es que permaneciste allí un tiempo. Calzabas unas botas hasta las rodillas par evitar la mordedura de las serpientes mientras avanzabais en aquel intricado universo. Descubrí que allí todo era gigante a la medida de la selva y del continente:ranas camaleones, arañas, todo gigante, inofensivas a pesar de su tamaño.Vivo aquella escena cuando llegada la noche te retiraste a descansar en tu choza y alguien llamó a la puerta. Adelante, digiste, pero no entraba y tu repetias;adelante, adelante quien sea. Pero nadie entraba. Saliste para ver por qué seguía llamando sin entrar y cuando abriste la puerta te encañonó con su metralleta; pura precaución. Quiero saber si puedo pasar la noche aquí con usted, preguntó. Cómo no, adelante, está en su casa. Yo me hubiera muerto de miedo pero tú permaneciste sereno.Ignoro si conversasteis mucho o poco pero imagino la conversación ya que se trataba de un guerrillero fiel seguidor del Che Guevara y los dos perseguíais un mismo objetivo: luchar entre otras cosas, contra las injusticias sociales con la diferencia que tú lo hacías pacíficamente, con la palabra, a través de la radio, de la prensa escrita y él a través de la violencia, sabedor que en cualquier recodo del camino podía acecharle la muerte. Cuando amaneció y despertaste ya se había marchado. Hoy pienso que tu postura, aunque pacifica, no estaba exenta de peligro, como la del guerrillero, pues a quienes la verdad molesta se tornan más peligrosos que las propias serpientes que sorteaste en la selva, como bien sabemos. Y entre viaje y viaje fueron pasando los años.
La última vez que regresaste de Venezuela prometí no dejar pasar la ocasión de hacer el recorrido en barco en el río Duero en nuestras Arribes de Aldedávila. Nos dimos cita en casa de tu familia en Villarino. Entramos en un bar para tomar algo antes de emprender el viaje. No había nadie en el bar pues era la hora de la siesta y hacia mucho calor.Yo tomé un descafeinado y tu un café solo, y después otro, mientras hacíamos un recorrido en el tiempo, desde nuestra infancia con abuelo Ángel, pasando por tu experiencia venezolana; el encuentro con Mario Vargas Llosa elogiando tu libro” Los pecados sobre la mesa” y muchos proyectos que nos prometimos realizar. Durante el trayecto hacia el embarcarcadero, a nuestro paso por Pereña, avistamos la espadaña de la de la iglesia que se erguía a nuestra derecha solitaria colgada en el horizonte. Detrás de la silueta de la espadaña, por debajo de ésta,a lo lejos ,se dibujaba una franja horizontal que correspondía al cauce del Duero, transformada en penumbra por la luz semi horizontal creando una estampa de tonos grises y plateados de una belleza sublime. Mira que maravilla ,te exclamaste. Estas vistas son únicas, por allá no se ven estos horizontes. Yo,mientras conducía, de reojo disfrutaba como tú. Llegamos al embarcadero y ya en las profundidades del río comenzamos el recorrido. Te ofrecí mi gorra para protegerte del sol. Estoy acostumbrado a estas temperaturas por allá, mientras aceptabas y yo me calaba el sombrero de paja. El enorme ventilador situado en la proa atenuaba la sensación de calor. El guía nos informaba sobre los orígenes del río, de la composición geológica que nos circundaba, la toponimia y las especies y costumbres de la avifauna, (buitres, cigüeña negra ,alimoches águilas..) Me acordé entonces de tu relato del águila perdiguera, y se me olvidó decirte que las perdices han evolucionado y alternan el llano con las profundidades de la escarpada ladera para protegerse. Fueron dos horas de pleno disfrute hundidos a seiscientos metros entre las paredes graníticas del cañón en el cauce del majestuoso Duero; río que recuerdas en tu relato sobre el Duero, es también andaluz y vasco como Machado y Unamuno que le dieron vida. No quise que se escapara la tarde sin completar el periplo con un recorrido por los caminos de nuestra infancia en La Zarza. Por los nuevos caminos llegamos a nuestro rio Uces para visitar el puente Robledo. Sorprendimos a una pareja de enamorados, venidos de un pueblo cercano, junto al puente ,para disfrutar de la paz que ofrecía el lugar y la tarde serena. Nos saludamos y proseguimos hasta el centro del cauce para hacer unas fotos.Bajo el puente, el agua se deslizaba cantarina a pequeños chorros sorteando las piedras en un último suspiro antes de que el estío agotara el escaso caudal. Te situaste entre unas piedras que el agua surcaba bajo tus pies para fotografiar el puente. Te di la mano para evitar una caída entre las piedras.Nuestras manos se entrelazaron apretadas con toda la fuerza hasta salir del paso resbaladizo.No era un simple apretón de manos. Era algo más. Sentí que tu mano me transmitía ese calor afectivo que acunó nuestra infancia, cuando el contacto físico era propio de esa época y la seña de identidad familiar, afecto que supo transmitirnos abuelo Ángel. Todas esas vibraciones acumuladas en la infancia resurgieron en el apretón de manos a la vez breve y eterno, rompiendo tantos años de separación física que el destino nos impuso. Al lado del camino nos sorprendió un pasadizo en forma de arco que servia de paso, de una finca a otra, probablemente a los cerdos. Tomaste unas fotos al igual que a otra pared que se empinaba sobre una peña imitando la cresta de un gallo. Descubriste también los restos del muro de la antigua iglesia cercana al puente Robledo cuyos vestigios ignorabas. Con todo almacenado en tu mente y tu cámara de fotos regresamos a Villarino con el sol escondiéndose tras el horizonte. Habiamos disfrutado de una tarde áurea, densa, feliz con la sensación de haber concentrado todo nuestro pasado en una tarde que parecía no tener fin.
Dejábamos atrás el puente de Masueco camino de Pereña. La carretera se empina allí con numerosas curvas peligrosas, pues en un despiste puedes despeñarte por el barranco hasta el fondo del río, de modo que todos mis sentidos iban bien centrados en la carretera. Me vi sorprendido en una curva sin visibilidad por un auto que circulaba por el centro bastante rápido. Me ceñí cuanto pude a la cuneta para evitar el choque, pues en estos casos hasta hoy he tenido buenos reflejos y no poca suerte. El tipo dio un bandazo y evitamos el choque frontal. El enfado se adueñó de mi sin control maldiciendo al joven suicida que en menos de un segundo pudo truncar una tarde feliz y acabar con nuestras vidas. Por un momento reflexioné sobre la fragilidad de nuestra existencia,cuando un loco se te cruza en el camino y todo puede acabar de forma tan estúpida.
Proseguimos el viaje comentando anécdotas sobre abuelo Ángel: Cuando regresé un año de vacaciones del colegio,me dijo abuelo: Adolfo, hazme esta cuenta de multiplicar. Se la hice y con ella fue a ver al contable de la obra de la carretera con el que discrepaba sobre el resultado. El contable le dijo :”está mal hecha,señor Ángel” No lo creo porque la ha revisado mi nieto que lleva cinco años de estudios y de esto sabe. Ese nieto suyo no tiene ni idea, dijo con tono despectivo. Volvió abuelo a pedirme lo mismo,y visiblemente contrariado por el menosprecio hacia mi ,añadió: ¡y no te equivoques, Adolfo! El resultado volvió a ser idéntico. ¿Estás seguro? Estoy seguro, abuelo. Tomó el papel y se dirigió al bar donde estaba el contable tomando unos vinos.Abuelo entró,se fue hacia el contable, lo cogió por la solapa, y sin mediar palabra le pegó unos guantazos añadiendo: ”y ahora aprende a respetar a mi nieto.”
Nos reímos un largo rato.Por fin tu sonrisa se despertó tras más de un año de ausencia, resplandeció de nuevo la luz en ti. Fue entonces cuando yo me sentí plenamente feliz, pues desde el fallecimiento de Selene, tu hija, en la flor de su juventud, la tristeza fue tu compañera de viaje y luchaste lo indecible para recuperar el estado de ánimo.
En el habitáculo del coche, disfrutábamos plenamente de lo que seria una de las tardes más felices para mi al tenerte a mi lado, sonriendo por fin.
Llegamos a casa y nos bajamos del coche para despedirnos. Sube a casa para que degustes unos perrunillas de las que hace mi hermana Vicenta en la panadería. Te lo agradezco, Adolfo, ya las he degustado, y abuelo estaría orgulloso de ver perpetuarse la tradición. Ya ves que la noche se echa encima y no me gusta conducir en la oscuridad por esta carretera tan peligrosa. Recordaba aún lo que pudo ocurrirnos hacía un momento.
Al despedirnos nos fundimos en un fuerte abrazo, largo, emotivo, como si algo nos dijese que iba a ser el último. Sentí entonces el aroma relajante que sigo sintiendo, como si el tiempo no hubiera pasado; aroma que súbitamente me trasladaba a nuestra infancia, como si de repente algo se hubiera despertado en la memoria olfativa y como en una película iba saltando de época en época, de momento en momento, cuarenta, cincuenta años atrás iban desfilando en fracción de segundos. Reconocí al final el aroma predominante en tu cuerpo, ese aroma tan nuestro, el que compartimos en la infancia, ese aroma del abuelo Ángel y de tu padre porque es el aroma nuestro;es el aroma del pan recién cocido,y de los mantecados y perrunillas tan ricas que cocía en el horno abuela, y abuelo,
y tu padre, y el mío; ese es el aroma que llevamos dentro, aroma que lo mismo alimenta el alma que el cuerpo. Asi fue nuestro último abrazo; dorado como el pan recién cocido, como el atardecer que nos cubría, abrazo profundo, largo, eterno para seguir viajando juntos ,querido Adolfo, al son de las campanas que abraza el viento. Félix

5 comentarios:

Manuel dijo...

Está claro, Félix, que Adolfo sigue vivo entre nosotros, con su gran obra, con nuestros recuerdos. Leyendo tu relato cuando comentas el susto que tuvisteis en el trayecto de curvas de la carretera Masueco-Pereña, donde ibais repasando vuestra vida y recuerdos de la infancia, también llevaste mis recuerdos a ese tramo precisamente cuando Adolfo y yo circulábamos tras nuestro encuentro en Villarino, después de 50 años, y dirigiéndonos a La Zarza, a San Lorenzo, de hace 4, 5, ó 6… años, no recuerdo bien, nos propusimos ponernos al dia, los dos, simplificando al máximo esos 50 años de las vidas de cada uno de tal forma que al llegar a La Zarza hubiéramos llegado a la actualidad. Fue un momento inolvidable. Me habló de su estancia en Barcelona, que yo desconocía, donde pudimos encontrarnos, pues no andaríamos muy lejos el uno del otro...
¿Sabías que Adolfo Suarez quiso incorporarlo a su partido y equipo?...
Luego el último año (2007 ?) nuevo encuentro en Salamanca, con algunas visitas a lugares que suponía interesantes para él que tenía programadas. Las disfrutó. Y el año pasado, aparte del tema pregón de fiestas, tenía previstas con él y su hija, unas salidas a Avila, Olmedo, Medina del Campo, Castillo de la Mota, entre otras, antes de que se fuera a Villarino. Pero todo esto último ya no pudo ser. Todo lo demás, con su obra, sigue siendo, sigue estando entre nosotros.
-Manolo-

Anónimo dijo...

Mi querido primo,sabia que hoy precisamente no iba a pasar delargo sin dedicarle tu recuerdo,ese recuerdo tan entrañable,tan tierno,tan lleno de cariño,tan lleno de sentimiento,GRACIAS Felix yo quería tambien hacerlo,pero ha sido un dia muy duro para mí,y sabia que tu lo harias.He leido entre lagrimas de emoción,de agradecimiento hacia tí, cuánto te podría decir de lo que me ha removido por dentro,verdaderamente querias y sigues queriendo Adolfo,como yo sabia lo mucho que él queria a su primo,pero yo sigo aún pensando que sigue en Venezuela,es increible,..
Leeré y releeré un sin fin de veces ese "Viajando con mi primo Adolfo" estos viajes son viajes de por vida, viajes eternos.
Mi agradecimiento tambien a Manolo,tambien sé del aprecio mutuo que se tenian.
Felix estoy tan emocionada que no puedo escribir más.
Tu prima Rosario Carreto

Salva dijo...

Félix, por lo leido en tu relato autobiográfico, entiendo que Adolfo y tu teniais fuertes vínculos. No sólo familiares, sino en la sensibilidad por otras cosas de la vida.
Suele decirse que "la familia te la impone Dios y los amigos los eliges tú".
Afortunado eres, Félix, porque encontraste esa conexión tan profunda en tu entorno familiar.
Honradamente creo que él, Adolfo, si pudiera expresar los sentimientos que ahora tiene al ver tu fervoroso homenaje, te devolvería el cumplido diciendo algo así:
"No hay éxito más grande en la vida que propiciar el sano orgullo o admiración de aquellos que tienes cerca, de los que te conocen y quieren y, si es de tu propia sangre, entonces ya es insuperable"
Un abrazo. salva

Felix dijo...

Pues no sabia ,Manolo,que que hubo esa oferta política de Adolfo Suarez,al que considero el mejor político de la democracia,pues le tocó hacer el trabajo más dificil de la transición y logró unir a todos; bueno esto daria para mucho.
No sé si al rechazar la oferta perdimos un buen político o ganamos un humanista pues esa es la obra de Adolfo.Prefiero lo segundo.
Ánimo,querida Rosario,a Adolfo no le gustaria vernos tristes.La inmortalidad está en la obra que nos dejó y en ella se respira el aroma de un hombre bueno.Siempre será un orgullo para la familia y quienes con él compartieron la paz que irradiaba.
Adolfo y yo creo que compartiamos sentimientos muy similares,él siempre fue mi referente,pero la distancia no facilitó nuestros encuentros y nos qudó mucho por decirnos.No obstante,como bien dices,Salva, me considero un afortunado porque de él aprendi, entre otras cosas, a amar lo que tantas veces pasa desapercibido, pequeñas cosas de la vida que a la postre son la esencia de la vida misma.Un abrazo Félix

Anónimo dijo...

bueno querido hermano,ya lo has dicho todo sobre nuestro primo,yo tambien me acordé,en este primer aniversario,un fuerte abrazo!!!!!!DE TERE!