Aquí estoy viendo pasar el tiempo como cualquier ser vivo, aunque ya no sé si pertenezco al reino de los vivos o de los muertos.
Nací hace muchos años, ya ni me acuerdo, quizás antes de la guerra civil aunque sé que por aquí no hubo tiros pero había mucha miseria. Lo sé porque mientras yo crecía vi desfilar toda suerte de personas: críos guardando ovejas, jóvenes y también mayores labrando la tierra con la yunta de vacas, segadores que encontraban refugio en mi sombra, todos con pantalones remendados. Unos eran adustos y solo sabían despotricar soltando tacos al ganado que abnegado le ayudaba en la faena, pero otros cantaban arando o guardando el ganado y yo disfrutaba con ellos. Después las fincas cambiaron de dueño aunque las caras que me visitaban eran muy parecidas. De adulto proporcioné leña para la lumbre y la poda no era muy agresiva porque me quedaban ramas donde anidó alguna tórtola y algún cuco de paso dejó su huevo y se esfumó con la primavera. Durante mucho tiempo fui mimado porque había pocos como yo, hasta que otros robles fueron naciendo y noté que ya mi sombra no valía tanto, ni mis ramas, aunque nunca me quejé de mi destino. Me acostumbré a vivir el rigor extremo del invierno y verano y disfrutaba sobremanera cuando la primavera vestía mi esqueleto y volvía a tener el atractivo de siempre. Pasaron los años de mi juventud sin sobresaltos hasta que un día, ya cargado de años, un nuevo propietario que no conocía mi infancia ni le interesaba, comenzó a podarme sin piedad. Avariento debía de ser el gañán porque solo me dejó dos miserables ramas. Llenó dos carros de leña y ni siquiera me regaló una mirada agradecida. No lo volví a ver. Llegada la primavera quise reverdecer, pero no había forma de superar tal escabechina, de modo que solo pudieron brotar dos minúsculas ramas, insuficientes para que pudiera respirar, mientras una pertinaz sequía vino a dar al traste con todas mis esperanzas.
Así que aquí estoy desde hace años como un zombi, siempre desnudo, sin saber si le intereso o no a alguien. A veces pienso que más valdría que me rebanaran de una vez para la lumbre, pero aunque medio muerto, siento aún las vibraciones de algún ave despistada, pienso yo, que viene a posarse y pasa un rato conmigo.
Resignado, esperando un desenlace que quizás dure aún muchos años, espero al menos que alguien se fije en mi y recuerde que todos fuimos jóvenes y fuimos útiles al servicio de los demás, y que al verme mutilado de tal forma sirva al menos para que nadie ,en lo sucesivo, se ensañe despreciando el derecho a vivir hasta que la vejez cumpla su cometido.
Félix.
2 comentarios:
Saludos
-Manolo-
Como todas tus narraciones son de un calado tan profundo como el mar, ésta, no iba a ser menos. Has sabido reflejar con sabia nitidez el sentir de aquellos que tenemos un gran respeto a la naturaleza y sabemos valorar y admirar el crepúsculo de la vida, tanto animal como vegetal. La preciosidad de la estampa regia y erguida de un árbolseco, cargado de años (aunque como en el caso que nos ocupa haya sido maltratado por el hombre)cuyas secas y ya enclenques ramas con el paso del tiempo se lleguen a degenerar por completo, nos ofrecen una sobria imagen cuya belleza si se sabe apreciar, es igual o mayor que cuando ese árbol florecía cada primavera; lo mismo que si se sabe valorar y apreciar la belleza de las arrugas que el tiempo nos va dejando a los humanos como estelas indelebles que nos recuerdan lo que hemos sido y, afortunadamente somos; porque, tanto el árbol seco como lasarrugas, denotan vida y, el árbol y el hombre, son vida; ¿o no...? De lo contrario, si no admitimos vida en ese árbol, lo veríamos como lo que el viento se llevó: las aguas pasadas que ya no mueven molino. Y, el tiempo hay que verlo a tiempo en el tiempo, porque el tiempo es como la mula: no recula.
Tanto la fotografía como el relato, no podrían ser más acertados y, una vez más has dado en el centro de la diana. Tienes un gusto esquisito tanto para elegir los temas como las fotografías que los ilustran.
No pares, sigue, sigue, como dice la canción.
Un abrazo, amigo Félix
Luis
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