El verde prado y el
verde maraojo ( maraojo llamamos a los
primeros rizos del cereal, cebada o centeno sembrado para pasto de ovejas),son
los verdes que tapizan el campo otoñal. El verde maraojo es un verde con varios
tonos según esté más o menos crecido . Pero otros verdes lo acompañan, como el
verde escoba o retama , el verde musgo,
el verde pilar, y el verde carrasco que es un verde sombrío y terco, de ahí que
su madera sea dura como la piedra con que se enredan las raíces. Los robles van
perdiendo sus hojas, ahora verde ambarino, robles que despojados de su follaje
y ateridos de frio, se levantarán una mañana de tantas, luciendo una cencellada
de inmaculada y reluciente albura, destello efímero de la vida.
Los tres colores
básicos y dominantes del universo de mi
pueblo son el ocre del estío, el verde otoñal
y el azul celeste. Los tres conforman y acompañan el discurrir de las
almas que transitan con la mirada alta y serena, o quizás
soñolienta, o nostálgica, que de todo hay en este mundo multicolor
nuestro.
Por mi parte, y aun admirando el ocre y el azul celeste, me quedo con el verde otoñal, verde esperanza; asidero último.
5 comentarios:
Muy bien estos verdes. Muy bien estos coloridos de otoño.
Con algo de optimismo pronto veremos también los verdes de primavera.
(Paco)
Magníficas imágenes, y magnífico texto que acompañas. Cada día, Félix, mejoras como el buen vino. Sigue, sigue; no dejes dentro, para ti solo, tanta belleza que, como ahora, debes compartir, dejar escrito, que otros vendrán que justo reconocimiento te harán. Mientras, nosotros, tus seguidores, hoy disfrutamos ya de tanta belleza.
-Manolo-
Amigo Félix. La bota, las cabañas, el fuego, así como el resto de monumentos de piedra cuyas fotos nos ofreces tan generosamente, son de tan gratos recuerdos para mi, que me están entrando unas ganas locas de coger la bici, marcharme al pueblo y meterlos a todos en el bolsillo para traérmelos a mi casa; que si no fuera porque un amigo de ambos que conoces muy bien -el sentido común- habló muy seriamente conmigo para que desistiera del empeño, te hubieses quedado sin poderle hacer más fotos, a pesar de que sin ninguna duda, están en el lugar que deben estar y permanecer allí para siempre.
El verde de distintas tonalidades que con buen criterio nos recuerdas a los nostálgicos compueblanos, me lleva a entender el porqué tu reflexiva meditación ahora aflora el recuerdo de ese verde otoñal, asidero último de ese tu verde esperanza que tan arraigado tienes en el recuerdo, ocupando hasta el último recoveco de tu existencia.
El último comentario lo he enviado sin firmar involuntariamente. Lo siento
Saludos. Luis
Se adivinaba, Luis, tu narrativa es inconfundible, agradable, como siempre, lleva el aroma zarceño, el espíritu vasco y el buen hacer catalán. ¿Habrá alguien más zarceño y español que Luis? Lo dudo.
Un saludo
Félix
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