04 septiembre 2009

Historia de la rana Asunción.











Vivía yo junto al resto de la comunidad en una charca, en Cerezal de Peñahorcada, donde abrevaba el ganado. Saliamos del agua para tomar el sol a la orilla, sobre el lodo medio seco que nos servia de confortable colchón. Cuando llegaba el ganado, de un salto estaba a salvo en medio de la charca. Pero un buen día, después de saltar al centro para esquivar el morro de un vaca, acto seguido se oyó un extraño zumbido y cual morro gigante, se fue hundiendo en medio de la charca. Hubo un desconcierto y no sabíamos hacia donde huir. Cada cual tomó la dirección que pudo pero yo me vi atrapada en el extraño artilugio. Senti que se elevaba y buscaba desesperada una salida, sin éxito. El balanceo al que estaba sometida me resultaba extraño pero no incómodo. El viaje fue efímero; unos minutos. Al momento me vi precipitada al vacío preguntándome cual sería mi nuevo destino. Entre el chorro de agua sucia que caía pude ver que me dirigía hacia unas llamas que se empinaban cada vez mas alto. Afortunadadmente el enorme chorro de agua que me precedía se estrelló antes que yo sobre el suelo y todo quedó transformado en una humareda. Al llegar al suelo envuelta en agua salí despedida y de dos saltos esquivé aquel infierno de humo y vapor caldeado yendo a parar a un chaleco fluorescente de un trabajador que extinguía el fuego. Asustada por lo que me rodeaba preferí permanecer allí antes que saltar del erial al suelo carbonizado. Allí al menos me sentía segura. Al momento otro compañero se percató de mi presencia. ¡mira, Andrés, una rana en tu chaleco! ¡Pero coño! ¡De donde viene esta tia! No ofrecí resistencia, pues el instinto de supervivencia me hacia confiar en ellos, y me capturaron. Andrés me sujetaba por las patas. Pepe, mira que ancas mas ricas tiene, le decía a su compañero. Por un momento me vi aderezada y guisada en una cazuela, pero Pepe dijo: "a cada tiempo su cosa, ahora la metemos en el cubo con agua, más tarde ya veremos”. Andrés decia: ”No se porqué no es una rana el símbolo de los bomberos. Pues no es mala idea, decía el otro. Cuando se enteren los compañeros del hallazgo van a reír un rato. Habrá que bautizarla, agua ya tiene pero falta el nombre, dijo Pepe. Yo escuchaba atenta aquella conversación pues mi futuro dependía de ellos. Como hoy es el quince de agosto, día de la Asunción, dijo Andrés, la llamaremos Asunción. Al oír esto me dije: esta es buena gente, son buenos católicos, y con este nombre, de aquí al cielo. Arrancaron el auto y entre bamboleos salimos del camino a la carretera. Al poco rato llegamos a un pueblo que Miguel llamó la Zarza de Pumareda donde hay un pilar al lado de la carretera. Allí paró el auto y le dijo a Pepe: voy a refrescarme la cara con el agua de este caño y después entramos en el bar Las tres Columnas para tomar unas cervezas. Sin alcohol, le recordó Pepe. Se bajó y fue en ese momento cuando olfateé el agua del pilar y en aquel descuido, al dejar la puerta abierta, pensé que era mi última ocasión de poder fugarme y estar a salvo. Di el salto más grande que pude y caí al borde del pilar pero dentro del agua. Miguel se enfadó con su compañero por no haber estado atento. Lo sentí por ellos porque la historia que iban a contar a sus colegas terminaba allí, pero para mi empezaba otra más halagüeña.
Días después vi a un tipo subido en la piedra del pilar para hacer unas fotos a lo lejos, después, me vio y también me hizo una. ¿Sabría él que yo soy la rana Asunción? Félix.

2 comentarios:

Manuel dijo...

¡Bravo!, ¡Bravo!, Félix.
Vaya, vaya con la ranita Asunción. Su final no ha podido ser mejor. Además es guapa, tiene buen porte y color. Me alegro de su destino; podía haber sido mucho peor; se le arregló bien después de todo y todo gracias a tí.
-Manolo-

Salva dijo...

Muy bien Félix. Las tribulaciones o vicisitudes de la rana Asunción y sus golpes de suerte en el relato. Veo que te lanzas para emsamblar historias cotidianas que denotan tu facilidad para verter aquello que vives.
No todo el mundo tiene ese arrojo para plasmar en pequeñas historias lo que acontece a diario.
¿Serán esas las influencias de las que hablábamos en la terraza del bar? Ánimo y que vengas más. Saludos, Salva