14 octubre 2009

Como agua de octubre











Habría que añadir al refranero: ”esperando como agua de octubre”, si es que no existe ya, lo que podría aclararnos Agustín que es un experto en estos asuntos. Llegó por fin el agua tras unos largos meses de estío que secó las fuentes, que destiñó el ocre brillante que había cubierto los campos hasta quedar todo raído y polvoriento mientras el sol implacable, fuera del verano, ponía a prueba la paciencia del agricultor que sabe esperar porque lo suyo es esperar siempre. Y llovió por fin durante dos días, mucho para dos días pero poco para saciar la sed del campo. El agua es milagrosa como sabemos cuando aparece en su justo momento. Lo comprobamos este verano con los incendios y ahora cuando todo parecía ya perdido. Pero surgió el milagro: el labrador sembró el campo polvoriento, los granos de cebada o de centeno con su color pastel del verano esperaron bajo la tierra y entonces la lluvia produjo el milagro; el fruto se transformó y se abrió paso emergiendo del suelo transformando y llenando de vida el paisaje , dibujando las líneas del arado con ese color verde que con el paso de los días tapizará toda la superficie y el verde se tornará por fin en ese color majestuoso que tan bien describió mi primo Adolfo en sus relatos zarceños: el verde maraojo.
Y el verde maraojo, hoy más que nunca, es sobre todo para el labrador, el verde esperanza. Félix.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo creo que como siempre la hemos tenido, me refiero al agua, pues no le damos la importancia que realmente exige. Y sólamente se echa de menos cuando escasea. Tu relato, amigo Félix, está inmerso en un aire poético de colores que me recuerda a Adolfo, aunque ya haces alusión a él. Buen final donde se funde el verde sembrado con la esperanza del atribulado agricultor. Esa es la brega del trabajador del campo, además de la dureza de su tarea, han de tener nociones del devenir meteorológico. Y saben agradecer la luvia que cae suave como si la disparase el aspersol de un parque, o, por el contrario, enojarse si arrea con fiereza y resbala por la dureza de los campos.
Personalmente, me encanta la lluvia, ahora bien, no es lo mismo verla a través de un ventanal que en la soledad del campo y calado hasta los huesos.
Por eso, como alguién indicó en un comentario: Nunca llueve a gusto de todos. Saludos Salva.

Anónimo dijo...

Saludos. -Manolo-

Anónimo dijo...

"Como agua de mayo" es lo mas oído, poniendo así al agua en ese mes como ejemplo de necesidad, pues si entonces falla, la primavera se va al traste.
Pero es que si falla en setiembre ú octubre no es menos grave:supone no aprovechar la inversión que se ha hecho hasta entonces para labrar y preparar el terreno para la siembra; labor ésta que tiene un estrecho margen de tiempo para hacerla con alguna garantía.
Hemos conocido más otoños secos que húmedos, pero aunque haya sido poco ó tarde, casi siempre ha llovido en setiembre ú octubre.
La última sequía gorda, de la que me acuerdo un poco (en que no llovió hasta por lo menos noviembre, si no es que fué diciembre) ocurrió allá por los años setenta y fué desastrosa: el ganado pasó mucha hambre; a falta de otra cosa se le podaba de todo.Recuerdo que al comprar un hacha (entonces no se conocían las motosierras) comentó el vendedor "este año he vendido muchas, muchas, como nunca".
Daba pena; las ovejas parían sin leche, estaban esqueléticas y sorprendentemente algunos corderos nacían bien desarrollados, era como si le hubieran llevado la carne a las madres; otros en cambio venían incompletos, con defectos irreversibles, en fin, un desastre.
Para que valoremos el agua cuando viene en su justa medida.
(Agustin)

Anónimo dijo...

Agustin, me encantan tus comentarios porque siempre nos haces descubrir algo que a menudo pasa desapercibido y que, sin embargo, resulta ser muy importante para conocer mejor el mundo que nos rodea.Me refiero en este caso concreto cuando aludes a aquella sequia pertinaz y desastrosa de los años setenta.
Observo,y es el objeto de mi comentario,las enseñanzas de la Naturaleza:cómo la madre oveja da todo,hasta el ultimo gramo posible de su cuerpo, para que el hijo que lleva en su vientre nazca sano y robusto para enfrentarse con garantias a las situaciones adversas que le esperan.Y cómo la propia naturaleza se encaga de hacer la seleccion que llamamos natural, eliminando a los más débiles.Y si hubiera que sacar una conclusion de todo esto, diria que prefiero que sea la propia Naturaleza quien haga la selección en todo, y no el ser humano porque,visto lo visto,es fácil adivinar quien saldria ganando,y quien saldria chamuscado.Félix

Anónimo dijo...

Honda reflexión Félix. Cosas de esta Naturaleza que es tan tierna y cruel a la vez.
Saludos.
(Agustin)