11 abril 2010

Canción escondida.


El veintiséis de noviembre pasado, en otra entrada, dediqué un artículo a los músicos del metro que titulaba: “Canción sin terminar” .Esta vez se trata de algo parecido pero por fortuna no fue secuestrada como aquella .Es simplemente la evolución lógica de la “canción sin terminar” o “detenida”. Quiero decir, que cuando los músicos del metro se ven perseguidos por vigilantes de seguridad, algunos se las ingenian para eludir tal acoso y pasar desapercibidos, como la cantante que escuché en el vagón del metro en una hora de poca afluencia, por la mañana. Estos músicos, habitualmente llevan un carrito con su amplificador, batería y otros artilugios y son por tanto presa fácil. Pero en este caso no había nadie de pie. Miré hacia el fondo donde procedía la música, y no vi ni carrito ni músico, solamente una hilera de cabezas de gente sentada y el resto diáfano; sin embargo, entre las personas sentadas, alguien a través de un micro acompañaba una melodía de boleros que partía de algún lugar. Paró el metro. Se apearon y subieron viajeros. Desapareció la música, y ahí acabó mi curiosidad.
Pocos días después volví a encontrarme exactamente en la misma situación, con la misma voz que surgía de entre la gente sentada.
Me eché hacia delante para ver si conseguía ver a la cantante. Solo apercibí su brazo con el micro en la mano que sobresalía discretamente de la hilera de asientos. En la atmósfera del vagón vagaba la melodía de un bolero:”Noche de ronda”, y después otra melodía romántica. La voz amplificada a través del micro destilaba todos los matices: las notas más altas redondeadas con un tono voluptuoso envolvían el ambiente, mientras las notas intermedias y bajas las adornaba con un susurro aterciopelado, sensual, alargando la melodía con un suspiro tenue que se apagaba lentamente para dar entrada a otros requiebros que demostraban el dominio y belleza de su voz.
Por fin, cuando se levantó del asiento para solicitar una propina, pude ver a la protagonista de unos treinta años, realmente bella, con un bolso cuadrado colgado en bandolera, lleno de agujeros como una moneda de dos céntimos en su cara frontal por donde se expandía la música del equipo musical de acompañamiento que albergaba; la solapa del bolso cubría a voluntad los agujeros para transitar así desapercibida como un viajero más. Me sorprendió tanto ingenio.
Cuando llegó a mi altura le ofrecí una moneda. Después de agradecerle el momento que nos regaló, estuve a punto de preguntarle su origen, pero desistí porque debía pasar rápidamente al vagón siguiente. Por su físico y acento deduje que procedería de algún país del Este, quizás Bulgaria…
Permanecí un rato dándole vueltas a la cabeza sobre el porqué de tantos artistas anónimos que viajan por el mundo y en el metro. No comprendo por qué se les prohíbe expresar su arte. Claro que los mandamás que nos gobiernan no viajan en metro, porque viajan en coche oficial que pagamos entre todos y desconocen las vicisitudes del transporte subterráneo; escuchan música donde yo no puedo, porque cuando pretendo escuchar a un famoso concertista de piano interpretar lo mejor de Beethoven en el Auditorio Nacional de Madrid, simplemente las entradas están agotadas con mucho tiempo de antelación por una clase elitista de la sociedad que algunos llaman clase culta (?),y quizás un puñado de privilegiados no burgueses.
Lo mismo ocurre con el Liceo de Barcelona que después de reconstruirlo con dinero de todos, también de los obreros (según publicado en su día, unos diecinueve mil millones de pesetas), sirve para el disfrute, entre otros, a un club muy “selecto” y no precisamente obreros. Algo similar a lo del Teatro Real de Madrid que también nos costó una fortuna a los contribuyentes y en cuyo mantenimiento, como el del resto, si participamos todos. No es por nada, pero como hay cada vez más pudientes, ellos llenarán siempre estos teatros, A ver si hacen alguno más para que podamos asistir todos. En eso tengo mucha esperanza porque según el director del Teatro Real en Madrid, su remodelación se hizo para que pudiera asistir un público más amplio. Ahora, si eso se mide por el perímetro de cintura, no me tocará. ¡Qué pena! Y algunos farsantes públicos y de la política nos hablan de la democratización de la cultura. Si es que ni en el metro la dejan tranquila.
Al final, me quedo muy a gusto compartiendo destino con esos viajeros y músicos que nos ofrecen de forma clandestina y gratis, como esta artista, donde en un escenario improvisado, a unos metros de mi, nos brindó su talento, haciendo vibrar lo mas bello y profundo de su alma, aunque fuera con una canción escondida; sensaciones inalcanzables en los grandes teatros mencionados, supongo.
¡Lástima que fuera tan efímero! Pero como reza el dicho popular:” Si bueno y corto, dos veces bueno”. Félix.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Te leemos, Felix.
Saludos, -Manolo-

Anónimo dijo...

"Noche de ronda que triste pasas por mi bancón...
Dime si esta noche tu te vas de ronda como élla se fue...
Que vuelva ya, que las rosas no son buenas, que hacen daño, que dan pena y se acaba por llorar"
Si no me falla la memoria esta es parte de la letra de esa canción.
Versionada por muchos interpretes, aunque yo la asimiló con M Dolores Pradera.
Y no se desmerece en nada la espontánea interpretación que puso "tu cantante" en el vagón, pues, a buen seguro y, a pesar del temor a que la sorprendieran, la chica llegaría a tener instantes mágicos sujetanto y explayando su voz viendo la reacción de sus ocasionales y anónimos espectadores.
Lo malo del momento es que, probablemente, la necesidad y el miedo frenaron su talento.
Estoy de acuerdo en que los buenos espectáculos sólo llegan al alcance de las minorias. Del mismo modo que la educación no incide en mostrar esa parte buena de la musica y otras artes creativas o interpretativas.
Ya hablamos tu y yo en el bar sobre cuán diferente sería si en las escuelas se potenciaran estas culturas y se minimizara lo banal que nos rodea.
Un abrazo, Salva.