“En el portal de Belén hay estrellas sol y luna” dice el villancico popular.
En el ayuntamiento de Madrid hay estrellas, luceros, galaxias y, lo que es peor, agujeros negros.
Es la Navidad, y al anochecer miles, cientos de miles de luces (cuatro millones y medio este año) iluminan las calles y plazas.
Es un espectáculo que nos invita a disfrutar con tantas figuras, diferentes en cada zona, que contribuyen a crear un ambiente de paz que nos reconforta en nuestro ajetrear cotidiano.
Probablemente en nuestro transitar, nuestra mirada se quede con la imagen bucólica y no menos artificial del cielo que cubre nuestros cabezas que no es azul, tampoco negro; es un cielo multicolor de ensueño; es el estallido de la primavera cromática y fría que llega siempre a destiempo por la Navidad.
Luz calida o fría, según se mire. Calida probablemente en los corazones pero fría por la temperatura invernal y por más cosas .En todo caso, es la luz que cada año anuncia la Navidad y con ella vemos las cosas de distinto color.
Es la luz de la esperanza, de la ilusión, del cariño, del amor, a menudo aparcado durante el resto del año que se reactiva y aflora cada noche.
Y ya inevitablemente al anochecer, las luminarias nos envuelven en su magia encantadora. Los escaparates nos envían también los destellos que surgen de infinidad de figuras adornadas para atraparnos en ese goce visual. Luz de la esperanza que lo ilumina todo o casi todo. Porque esas hileras celestes no llegan a todos los rincones. Probablemente seria demasiado costoso, o quizás simplemente no interesa que iluminen los agujeros negros de esa constelación en la noche madrileña. Agujeros negros del ayuntamiento porque todo lo rige y administra él. Los agujeros negros son suyos y del conjunto de nuestros administradores. En su gestión gasta millones de euros para engalanar el cielo, sin escatimar recursos económicos pagando diseñadores de prestigio que perciben minutas millonarias. El ayuntamiento es pues generoso con su dinero, aunque proceda de nuestros bolsillos y lo administre según sus deseos que no siempre coinciden con los nuestros. De este modo las luces no llegan, no iluminan allí donde a mi me gustaría que lo hicieran. Y no llegan y no iluminan esos pasadizos y otros rincones donde se puede observar un bulto que resulta ser una persona arrebujada en una manta o bajo unos cartones. Esos bultos, a veces solitarios, a veces en grupo, están diseminados por centenares en los lugares oscuros, y a veces no tanto, donde no llegan las luces porque para esos bultos la Navidad simplemente no existe. Esos son los agujeros negros del cosmos donde gravitan los desheredados.
Navidad, luces, neones, torbellino de colores en la noche cálida para unos, terriblemente gélida para aquellos donde las luces del alcalde no llegan, o no han querido llegar. Y esos agujeros negros seguirán su dinámica como cada año. Algunos de sus habitantes se marcharán para siempre a otra vida mejor en otra galaxia más acogedora, tal vez, sin saber que ha llegado la Navidad. El Niño Jesús nacerá como cada año para traernos el mensaje de amor, de paz, de esperanza. A los cuatro vientos se difundirá el mensaje de “Paz en la Tierra a los hombres de buena voluntad”.
A mí me gustaría que esa buena voluntad se tradujera en la erradicación de esos agujeros negros de la galaxia madrileña en este caso, poniendo el mismo empeño pecuniario que con las luminarias; esas luminarias que nos deslumbran impidiendo que veamos eso: los agujeros negros donde palpitan corazones olvidados.
Cuando la luz de la esperanza llegue por fin a esos rincones, solo entonces se habrá cumplido el precepto navideño de PAZ, AMOR, FRATERNIDAD. Solo entonces cobrarán su auténtico sentido estas palabras mágicas.
Félix.
En el ayuntamiento de Madrid hay estrellas, luceros, galaxias y, lo que es peor, agujeros negros.
Es la Navidad, y al anochecer miles, cientos de miles de luces (cuatro millones y medio este año) iluminan las calles y plazas.
Es un espectáculo que nos invita a disfrutar con tantas figuras, diferentes en cada zona, que contribuyen a crear un ambiente de paz que nos reconforta en nuestro ajetrear cotidiano.
Probablemente en nuestro transitar, nuestra mirada se quede con la imagen bucólica y no menos artificial del cielo que cubre nuestros cabezas que no es azul, tampoco negro; es un cielo multicolor de ensueño; es el estallido de la primavera cromática y fría que llega siempre a destiempo por la Navidad.
Luz calida o fría, según se mire. Calida probablemente en los corazones pero fría por la temperatura invernal y por más cosas .En todo caso, es la luz que cada año anuncia la Navidad y con ella vemos las cosas de distinto color.
Es la luz de la esperanza, de la ilusión, del cariño, del amor, a menudo aparcado durante el resto del año que se reactiva y aflora cada noche.
Y ya inevitablemente al anochecer, las luminarias nos envuelven en su magia encantadora. Los escaparates nos envían también los destellos que surgen de infinidad de figuras adornadas para atraparnos en ese goce visual. Luz de la esperanza que lo ilumina todo o casi todo. Porque esas hileras celestes no llegan a todos los rincones. Probablemente seria demasiado costoso, o quizás simplemente no interesa que iluminen los agujeros negros de esa constelación en la noche madrileña. Agujeros negros del ayuntamiento porque todo lo rige y administra él. Los agujeros negros son suyos y del conjunto de nuestros administradores. En su gestión gasta millones de euros para engalanar el cielo, sin escatimar recursos económicos pagando diseñadores de prestigio que perciben minutas millonarias. El ayuntamiento es pues generoso con su dinero, aunque proceda de nuestros bolsillos y lo administre según sus deseos que no siempre coinciden con los nuestros. De este modo las luces no llegan, no iluminan allí donde a mi me gustaría que lo hicieran. Y no llegan y no iluminan esos pasadizos y otros rincones donde se puede observar un bulto que resulta ser una persona arrebujada en una manta o bajo unos cartones. Esos bultos, a veces solitarios, a veces en grupo, están diseminados por centenares en los lugares oscuros, y a veces no tanto, donde no llegan las luces porque para esos bultos la Navidad simplemente no existe. Esos son los agujeros negros del cosmos donde gravitan los desheredados.
Navidad, luces, neones, torbellino de colores en la noche cálida para unos, terriblemente gélida para aquellos donde las luces del alcalde no llegan, o no han querido llegar. Y esos agujeros negros seguirán su dinámica como cada año. Algunos de sus habitantes se marcharán para siempre a otra vida mejor en otra galaxia más acogedora, tal vez, sin saber que ha llegado la Navidad. El Niño Jesús nacerá como cada año para traernos el mensaje de amor, de paz, de esperanza. A los cuatro vientos se difundirá el mensaje de “Paz en la Tierra a los hombres de buena voluntad”.
A mí me gustaría que esa buena voluntad se tradujera en la erradicación de esos agujeros negros de la galaxia madrileña en este caso, poniendo el mismo empeño pecuniario que con las luminarias; esas luminarias que nos deslumbran impidiendo que veamos eso: los agujeros negros donde palpitan corazones olvidados.
Cuando la luz de la esperanza llegue por fin a esos rincones, solo entonces se habrá cumplido el precepto navideño de PAZ, AMOR, FRATERNIDAD. Solo entonces cobrarán su auténtico sentido estas palabras mágicas.
Félix.
4 comentarios:
Mi querido primo;como cada vez que entro en tU blog gozo con tus teXtos, sean de la índole o del color que tu sabes darle.Rubrico a ojos cerrados tu texto dedicado a la Navidad, son tambien mis sentimientos, tus deseos tambien se identifican con los mios, o los mios con los tuyos, ojala que pronto se hagan realidad, y sin ánimo de caer en el pesimismo, pero si en la realidad, creo que los ayuntamientos se olvidad muy muchos de "esos agujeros negros" y de otros muchos, porque las prioridades en cuanto a valores humanos no se si transitan por su linea de acción, más bien son las personas particulares y muchos anónimos los que suelen poner un granito de arena para aliviar si es posible tanta carencia en quienes podríamos denominar " los desinteresados de la sociedad" es una pena pero es así y la lástima es que nos acostumbramos a vivir con ello.
Sabes que disfruto con tus escritos, y por ello siempre que tengo un ratito me traslado a tu blog para poder saborearlo,
Un buen mensaje has dejado el él, lo malo del sunto es que quienes tienen que concientizarse, porque es su obligación y tiene los medios, cierran los ojos a la realidad.
Un abrazo.ROSARIO CARRETO
Felix, no está en mi ánimo ser reiterativo, sin embargo he de admitir que te superas en cada relato, me gusta esa ligazón que empleas para juntar los párrafos.
Ahora bien, si vamos al mensaje, al contenido del relato, creo que todas las personas de buena voluntad, que son más de las que nos parecen, se identifican con el rechazo a ese sentimiento de desarraigo que impera hacia estas personas descatalogadas que malviven en puentes, obras inacabadas o abandonadas y lugares que les propician cobijo en estos días de frío. En definitiva: los agujeros negros de tu relato.
Pienso que, si cada uno de nosotros se esfuerza un poco en la tolerancia y trata de hacer un mínimo gesto, no sólo hacia esas personas desamparadas, sino ante el vecino que baja mudo en el ascensor, ante el transeunte que pasa por dónde no debe y se le reprocha su "temeraria" conducta, ante el que se cuela en la fila del super, ante ese compañero que hace tiempo no escuchamos, etc, etc. No me cabe la menor duda de que la vida sería mucho, y digo bien, mucho más agradable.
La vida que llevamos, cargada de apariencias y manías nos frena muchas cosas buenas que todos, absolutamente todos, poseemos en mayor o menor medida, por eso quizá estos días la gente es menos reticente a la generosidad, tanto material como de sentimientos y ofrece su mejor cara.
No participo del consumismo voraz en que se convierten estas fiestas.
Tal vez la navidad que viví en otro tiempo me hizo comprender que lo material puede proporcionar un efímero bienestar, pero nunca ofrece la satisfación que deja la desprendida y altruista generosidad en cualquier faceta de la vida. Un abrazo, Salva.
Gracias prima,y gracias Salva por vuestros comentarios siempre generosos.Si todos pusieramos algo de nuestra parte todo iria mejor pero vivimos una etapa tremendamente egoista y los organismos oficiales fallan bastante y no ayudan,como la justicia,las fuerzas del orden tampoco ayudan,en fin que cada cual va a su bola y falta confianza en los gobernantes porque no están a la altura.La gente,la masa, solo es solidaria a gran escala en situaciones limite,el resto de tiempo se olvida.Es lo que creo,y no pienso que haya más gente buena que mala;creo que eso anda bastante equilibrado,la diferencia la hace la masa cuando se manifiesta y se decanta por defender la dignidad del individuo,pero lleva mucho tiempo ausente,se tolera todo y aqui no se mueve nadie.Quizás la crisis ayude a mover conciencias .Ya veremos.De momento toca disfrutar de las navidades que no es poco. Félix.
Saludos, y "Felices agujeros negros". Que usted los pase y traspase bien sin problemas.
-Manolo-
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