Cuantas veces te recuerdo diciéndome: “Hay que ser honrados por encima de todo, pobres somos, es verdad, pero honrados”, ese fue siempre tu lema, y tal como me lo enseñaste lo llevo por bandera. Ahora pienso que por eso tu patrón Higinio Severino, cuando salía de viaje te dejaba a ti la llave de la caja fuerte para pagar el camión de harina, o sea que confiaba más en ti que en su mujer e hijo, sí, admítelo padre, no seas tan modesto; esa forma de ser también a mí me ha permitido ir por el mundo con la cabeza bien alta, como tú decías.
Tiempo después en la mina de wolframio a cielo abierto en Barrueco, propiedad también de Higinio Severino, demostraste tu resistencia física, caminando de casa a la mina doce kilómetros y otros tantos de vuelta, soportando ocho o diez horas de trabajo, tirando barrenos y picando, hasta que compraste la bicicleta, ¿Cómo? ¿Qué veinticuatros kilómetros diarios andando estaba chupado? No exageres padre, ¡vamos hombre! Pues menos mal que pudiste comprar la bici y pagarla a plazos en un año, que si no… Y después de la mina recuerdo cuando comenzaste de barrenero en la carretera del Salto de Aldeadávila haciendo saltar las rocas, ¿no me dirás también que aquello no era duro?, porque eres capaz; recuerdo aquel camión destartalado cargando piedras y el resto con carros tirados por mulas, que mira por donde allí perdió la vida José “Canillas”, tu íntimo amigo, compañero de mili, al que tuviste que sacar debajo del carro cuando volcó. No sigo porque tendrías para escribir un libro con tus vivencias, ¿qué?, ¿dos libros me dices?, pues pensándolo bien, yo apostaría que más de diez, porque noventa y tres años de vida plena, dan para mucho, padre, para trabajar y criar once hijos con el salario de obrero, que mérito tiene, y después del curro , el ocio, como decías, pero antes el curro, como Dios manda, y anda que no viajaste después de jubilado con la “Asociación”, que si viajes a Portugal, a Cáceres, a Valladolid, Segovia, Madrid, ¡yo qué sé! ¡ah!,¿que no me olvide de Andorra, pues es verdad, con setenta y ochenta años te cogías el portante, tú solito y ¡hala! “me voy a ver los hijos a Andorra y de paso me paro en Barcelona para ver a mi hermana Tere y los suyos”, y también cuando fuiste a Paris, es cierto, tres veces, ya se me olvidaba si no me lo dices.
Lo que sí puedo afirmar es que desde que te jubilaste has disfrutado como nadie cultivando el huerto junto a la casa. A mí lo que me encantaba, padre, era cuando a partir de mayo se llenaba de colores y asomaban por aquí y por allá tomates, berenjenas, pimientos, ajos, cebollas, lechugas, cerezas y ciruelas ¡yo que sé! Y recuerda que te decía: “Vende los frutos, padre, que sacas un dinerito”, y tú:” No, hombre, prefiero regalarlos, yo disfruto así, la gente es muy agradecida.”
Pero la vejez ,padre, no perdona y el otro día, hace como un mes, ¿recuerdas? cuando estabas sentado en la silla de ruedas en el salón de la Residencia de Mayores de Masueco, me quedé… no me sale la palabra ahora, es igual, padre, el caso es que yo tenía una mano sobre la tuya y la otra debajo para calentártela porque la tenías algo fría ¿recuerdas?,¿ que no caes?, bueno, es igual, el asunto es que de pronto despertaste de tu sopor y yo me quedé medio alelado, eso, eso, alelado, cuando me dijiste “:¡Qué corta es la vida. ”
Le estuve dando mil vueltas toda la noche a la frasecita hasta que le encontré, eso creo, pero no estoy seguro, el significado más profundo.
Madre nos “dejó” por ahora hace dos años, cuando el campo se cubría de florecitas amarillas, y tú has ido a su encuentro cuando estas mismas florecillas han resucitado para vestir de nuevo el campo. Yo me pregunto si la vida no es precisamente eso: un eterno resucitar, y, mientras voy siguiendo tus pasos, que no creo que llegue tan lejos como tú, porque mi generación es de los de yogures desnatados, y por eso somos más blandengues, no te rías, padre, que bien lo sabes que es así, recordaré entonces, al final del camino cuando vaya a vuestro encuentro, tu frase, y sin dudarlo un momento estoy seguro que te imitaré diciendo:
“¡Qué corta es la vida!”
2 comentarios:
A TU PADRE QUE TANTO QUISISTE... le gustará cómo lo recuerdas con este breve pero completo repaso de su larga vida, aunque al final. !Qué corta es la vida!
Me ha sorprendido recibir esta comunicación, lo que indica que recuperaste la contraseña. También veo una entrada, (La lluvia)en Oct. 2013, que no ha aparecido hasta ahora.
Ya contactaré contigo via e.mail, y ver cómo hacemos para que tu blog aparezca en la lista del mío que indica la fecha de la última entrada, pues esta entrada no la detalla.
-Manolo-
Mi mayor admiración y emoción, ha tanta realidad de su vida,yo que le conocí de pequeño, y tanto frio me quito en la panadería de Mieza. Nosotros somos nueve hermanos, y el se reía de mi padre. Fue un tío muy polivalente valía para todo,mi sentímiento recuerdos para siempre de el .un abrazo
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