Así decíamos en La Zarza, Corpus Cristi, cuando llegaba ese jueves que era uno de los tres del año que alumbraban más que el Sol: Jueves Santo, Corpus Cristi y Jueves de la Ascensión. El de la Ascensión subió tan alto, que lo han dado por perdido. En cuanto al Corpus ha pasado del jueves al domingo.
Así pues, el domingo
pasado, y con retraso, debido a la agenda archirrepleta del párroco que tiene
que atender a varios pueblos, celebramos por fin, nuestro Corpus Cristi.
Como se puede observar
en la procesión, pocos son los fieles interesados en dicha celebración; es la
España vaciada, que dicen. Los pueblos se quedan sin gente, las viviendas se
llenan solo en verano, porque son casas frescas, porque se gasta menos dinero que
en viajes, porque estamos en crisis, porque nos gusta pasear por las calles de
nuestra infancia y porque se huye del ajetreo agobiante de la ciudad.
Esta vez solo ha habido
un altar. En mi infancia las calles eran de tierra y el recorrido de la
procesión daba la vuelta al pueblo. Había numerosos altares, con decorados
ingeniosos, vírgenes, ángeles, algún niño vestido de blanco junto al altar. Las
calles por donde pasaba la procesión estaban tapizadas con tomillos,
básicamente, que desprendían un aroma que neutralizaba el olor a terruño de
ganado en las cuadras. Todo olía bien ese día.
Los tomillos, el aromático “cantueso” que
cubría las calles, era recogido y guardado para ser pasto de las llamas en la
hoguera de San Juan. Esa fogata cuyo humo tenía poderes mágicos, pues no en
vano los tomillos estaban bendecidos, así, pues su humo tenía la propiedad de
curar muchas enfermedades, o dolencias.
Para tal menester,
sobre todo los viejos, se desliaban la faja en torno a la cintura para que el
humo le bañara la zona lumbar y así hacer desaparecer la reuma, como decían.
Cada cual llevaba el humo a su parte dolorida del cuerpo. De modo que aquel
remedio era natural, sin efectos adversos y sin gastos para el Gobierno.
El día 24 próximo, al
anochecer, cuando prendan la hoguera, allí estaré para rociarme de ese humo
celestial a ver si me desaparece esta reuma del codo, y de la rabadilla, y de
las cervicales, y del dedo gordo del pie, y del oído que me zumba, y a ver si
me sale un poco de pelo en la cabeza y menos en las orejas. Eso espero, aunque
debería haber al menos un San Juan al mes, para renovar este esqueleto que he
abandonado un poquito a su suerte. Yo sigo confiando en lo que mis antepasados
creían con profunda fe. Ahí está el misterio.
Aún no se ha perdido todo.
Nos queda la esperanza. Que cada quien lo disfrute a su manera.
1 comentario:
¡Bravo! Félix. Una crónica del Corpus magnífica, llena de recuerdos y nostalgia, de aquellos Corpus de nuestra niñez y con ese arte descriptivo al que nos tienes acostumbrados y enganchados. Crónica que enlazaré, como en otras ocasiones, cuando publique mis imágenes
del Corpus, que iré sacando del atasco que tengo.
¡Viva La Zarza y los Zarceños! Y cuando digo ZARCEÑOS ahí están, gramaticalmente, incluidas las ZARCEÑAS. Es que a mi me cuesta esa redundancia con AS/OS, en este caso ÑAS , ÑOS, una ñoñería.
-Manolo-
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