04 enero 2010

Cena de cazadores en La Zarza




Manolo Martín, (ex taxista), y mi hermano Casiano, dos cazadores inseparables, tuvieron la excelente idea de celebrar una cena con las liebres que cazaron.Fuimos nueve los invitados: Miguel Martín y su hermano J, Eugenio, sobrinos de Manolo, Jesús Nieto, mis hermanos Chuchi, Jose, mi tío Vicente y yo.
El veintiséis de diciembre ,a las nueve de la noche, nos reunimos en el bar “Las Columnas” para celebrarlo como si de la noche de San Silvestre se tratara.No fue necesario ningún artificio(ni confetis, ni espumas,ni petardos) para disfrutar a lo grande y a la antigua usanza(buena comida, buena bebida, canciones y buen humor)
Sagrario, excelente cocinera, se esmeraba en los fogones para que el guisado quedara perfecto.Y quedó .Tomamos el aperitivo en la barra para hacer tiempo.
¿Ya está listo? Pregunté a Sagrario
No, falta un poquito, me dijo con una sonrisa prolongando el suspense.A los cincos minutos, salió de nuevo de la cocina por la puerta que comunica con el bar ,junto a la barra.Me dijo, acercando los dedos apiñados a la boca como cuando queremos expresar una exquisitez culinaria:¡Ha quedado de maravilla!¡está a punto! Adiviné en el brillo de sus ojos todo el amor que había puesto en la preparación de tan suculento guiso.Pasamos al comedor y pedimos a Sagrario que brindara con nosotros deseándole lo mejor para el año nuevo. Excepcionalmente esa noche no llovía, el cielo raso presagiaba una buena helada, así que mejor alimentarse bien para combatir el frió, pensamos unos y otros.
En el centro de la mesa la cazuela con el guiso de liebre era la reina. Comenzamos a modo de aperitivo cantando un villancico, a ritmo de rumba con mi guitarra:”Dime niño, de quien eres, todo vestidito de blanco…”
Iniciamos el banquete con buen ánimo, degustando el buen vino y saboreando la carne de liebre que aunque su aspecto algo negruzco no sea muy atractivo, sin embargo, estaba muy jugosa y casaba perfectamente con el arroz y otros ingredientes magistralmente cocinados.J. Eugenio confesó su sorpresa por el excelente resultado del arroz con liebre que comía por primera vez.Tambien yo quedé gratamente sorprendido.El resultado fue todo un éxito y felicitamos a Sagrario, siempre pendiente por el buen discurrir de la cena.Sobró comida y cerramos el banquete con una exquisita macedonia, café, copa y puro para los dos fumadores.
Sagrario nos dejó en la mesa una botella de Wiski, otra de aguardiente y otra de licor de hierbas, pero también agua.Al terminar la cena, todas quedaron vacias, y por un momento me pregunté quien las había bebido.
Concluí que el cante, y el baile improvisado en algún momento, a lo largo de tres horas, permite quemar muchas calorías y mantener la forma.Porque tres horas dan para mucho, y sobre todo después de comer y cantar a pleno pulmón sienta muy bien.
Fueron saliendo todas las canciones de nuestros años mozos:recuperé con mi guitarra todas las rumbas célebres de Peret, canciones de la Tuna (clavelitos),pasodobles como “España cañí”,tangos,”El burro de Villarino,que acarreaba la vinagre”,y un sinfín de melodías en popurrí: ”Asturias patria querida”,”Riancheira”,”Las vacas del pueblo ya se han escapao”,y hasta salió una improvisación haciendo alusión a las liebres cazadas que decía algo así:”Manolo levantó la liebre/Casiano le tiró/pero Manolo decía/ fui yo quien la mató/con tan buena puntería/ que en la cazuela acabó…. Y aclarado quedó/ que Manolo con setenta y dos años/es el mejor cazador.”
Jesús Nieto nos deleitó con sus arranques mezclando tan pronto baile por rumbas con Vicente, tan pronto cantando estrofas “picantes” que todos seguiamos.Al final, debo reconocer que la voz comenzaba a fatigarse, pero Vicente que seguía filmando varias secuencias para su archivo, y si se tercia colgarlas en Internet, me pidió una última canción de despedida. Dieron las doce .Sagrario nos pasó la nota.Pienso que debió de hacernos un precio “especial crisis,” pues por menos que cuestan tres cajetillas de tabaco corriente, pasamos una noche memorable.Gracias, Sagrario.
Emprendí con mi guitarra bajo el brazo el camino de casa.Las estrellas centelleaban y los techos de los coches y los tejados lucían ya un manto de hielo.Todo afuera yacía paralizado; ausencia de aromas, el frío parecía anestesiarlo todo.En medio del silencio total la respiración se hacia un eco, el aliento humeaba calentando mi rostro fugazmente y los pasos seguían marcando el tic- tac del tiempo en una noche que tocaba a su fin y que definitivamente perduraría en el recuerdo. Félix.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Bueno bueno: Muy bien el relato, muy bien las fotos pero, no se oyen las canciones. Publica también los audios para escuchar como sonaba esa guitarra y las canciones.
(Paco)

Félix dijo...

Pues sí,Paco,habrá que publicar el audio,creo que merece la pena.A ver si Vicente consigue dominar el manejo de su cámara nueva,bastante sofisticada por cierto,y yo también tendré que ampliar mis escasos concimientos en estas artes de colgar,insertar y demás tinglados del Internet.Saludos
Félix.

Anónimo dijo...

Que bien pasáis las jornadas de caza. Así ya se puede patear el campo en pos de la pieza para que luego vaya a la cazuela. Sagrario supo condimentarlo para que estuviera sabroso y si depués lo acompañastéis con canciones, mejor que mejor.
Tal vez sea esa la razón por la que bajas con frecuencia al pueblo, aparte de otros motivos como esas fotos originales cuyos protagonistas esperan.
Supongo que todo el ágape estaría acompañado del calor de la estufa del rincón, o quiza no hacia falta porque las botellas hicieron su efecto y no era necesario quemar leña.
Un relato en tu linea. Un abrazo, Salva

Anónimo dijo...

Eso está muy bien.. buena cena, buen provecho...es uno de los encantos de los pueblos, bueno de algunos pueblos.Me ha encantado ver a Manolo que hacía años y años que no lo veía, Vicente encantado por su cara los demás sin comentarios, el texto tiene el sello propio, ya veo que os lo pasais pero que bien.Con esas cenas no se entera uno del frio, ese guiso tan exquisito y un buen vino...a brindar.
Rosario Carreto