09 agosto 2017

Generaciones que hacen pueblo


                                     
Las vísperas de San Lorenzo, nuestro patrón, nos devuelve el frenesí  del que  siempre hizo gala cada generación. Solo cambian las formas, porque la ilusión, las ganas de divertirse, cantar, bailar, comer y beber  como Dios manda, es decir ; sin exceso, han sido desde los tiempos más remotos  los ingredientes específicos  de la especie humana.
Los más jóvenes, aquellos que entorno a los diez años han dejado atrás los deberes escolares, se afanan en  sus ensayos primerizos a montar su peña.
    —Voy a limpiar un poco el portalón de la tenada—, me dice Clarisa, aquí los chavales están más a la vista, porque querían instalarse demasiado en las afueras, en el Camino Masueco,  y a esta edad hay que controlarlos.
Al día siguiente paso por esta calle donde no hay casas, solo huertos y varias tenadas y allí veo a los chavales, el portalón de chapa de la tenada abierto y los ellos cómodamente arrellanados en sillones, cual jeques árabes,  escuchando música, saboreando pletóricos, en su bautismal iniciación, los placeres  presentes que serán plenos en un futuro. Un chaval me dice “hola”, esperando respuesta, y yo le digo que me gusta cómo se divierten.
Sigo caminando y de repente me asedian los recuerdos de un tiempo lejano por estas fechas.


En mi mente perdura con toda nitidez aquel “día de disfraces” . En la foto se puede apreciar Adolfo y mi hermana Montse, Angelines o María Ángeles y yo vestidos de sanitarios , Isidoro y Sagrario y asi sucesivamente. Felicidad, imaginación, juventud en todo caso a raudales; fue el principio de una época, los inicios de los setenta con don Miguel Ruano, nuestro sacerdote que supo extraer lo mejor de la juventud, dinamizando las fiestas de San Lorenzo con infinidad de actividades. Se creó el Teleclub y la Zarza vivió durante la estancia del párroco su mayor época de esplendor después  de dos largas  generaciones en tiempos de Doña Anita.

Fue pues, nuestra participación,  el inicio del espíritu de  las “peñas” que se ha ido consolidando año tras año.

Esta mañana he disfrutado con estos chavales, Joel, Laura entre otros, en sus inicios de lo que será el relevo generacional. Cuarenta y cinco años han pasado desde aquella foto de los disfraces. Por eso me he alegrado, porque en un tiempo sombrío en cuanto a la despoblación de nuestra zona rural,  de la que los políticos no quieren saber nada, las fiestas de San Lorenzo perdurarán, a pesar de todo, porque siempre volverán los hijos y los nietos, y los nietos de los nietos, y así hasta el final de los tiempos.
Estos adolescentes que están disfrutando en la tenada con su barra improvisada con bloques de cemento, con sus bebidas de Coca-Cola, Fanta y otros refrescos, están, sin saberlo, tejiendo uno de los momentos más felices de su infancia lejos del mundanal ruido de las ciudades.
Llevarán las sensaciones propias de este lugrar: los aromas de los huertos, los de la propia nave donde disfrutan, los sonidos del reloj del Torreón, de las campanas en la procesión, las risas y la algarabía; las suyas  y las del resto, los aromas culinarios y el frescor gratificante del dormitorio en este verano hasta ahora tan caluroso







Ellos, como Lorenzo, nieto de Maria Ángeles, el más joven de la charanga en sus pasacalles, guitarra en ristre, se encargarán de transmitir esas sensaciones a los suyos cuando a su vez les toque asumir el papel de padres de familia. De suerte que nuestra fiesta seguirá llamando a los zarceños alejados del lugar para seguir perpetuando y honrando a nuestro Patrón.

  

      

 

 

1 comentario:

Luis dijo...

Amigo Félix.
La razón de que el pueblo se vista de primavera en verano, con el variopinto colorido que le da, no solo el campo, que, también, sino, porque sus gentes regresan para las fiestas, animados año tras año, a darle esa vida que ellos llevan dentro y están deseando poder exteriorizar, precisamente, en ese lugar que les vio nacer y crecer; y, porque algunos de esos zarceños, como tú, son capaces de hacernos ver aquéllos detalles que, no todos los mortales, somos capaces de percibir con misma la sensibilidad que lo haces tú.
Por eso, y, porque algunos de los que no siempre tenemos la suerte tuya, de poder patear la tierra que florece con tu presencia y la otros afortunados, podemos percatarnos de la hermosura de nuestra tierra y, de la grandeza de los zarceños que la saben cuidar y miman con cariño.
¿Te parecen pocos motivos, para que florezca el campo, y se anime la gente del pueblo a volver cada año, a recibir las caricias de su pueblo natal, así como de sus fiestas, añoradas durante el resto del año?
Estupendas como siempre las fotografías?
Un abrazo.
Luis