04 agosto 2019

La "tía Chilila"


                   
Así la llamábamos allá por los años cincuenta  en mi pueblo, a esta mujer que vivía de la mendicidad. Era una vecina más durante su estancia, vecina por aquello de que se instalaba con su esposo o pareja y sus tres hijos en un cobertizo que le facilitaba un vecino, labrador humilde. Al menos no se mojaban y dormían bajo techo, rodeados de escobas para la lumbre y del perro del dueño del corral que buscaba refugio bajo las escobas y tal vez daba calor a la susodicha familia.
A su marido lo llamaban “Catracas”, tal vez porque usaba unas botas sin cordones, que sujetaba como buenamente podía, botas de cuero vencido, derrengadas y más grandes que sus pies.
Él era un hombre severo, feo, de cara torcida y labios carnosos y sobados por la saliva que rezumaba, de aspecto cincuentón, más por su indumentaria maltrecha, su boina mugrienta, picada por la miseria, uñas largas y negras y barba de varios días, que por su edad real, sin duda mucho más joven.
En mi mente quedó grabada la imagen que era también sonido, cuando se quitaba el cinto y lo hacía restallar en el aire amenazando a su hijo de unos siete años, vestido con los andrajos de la miseria y los mocos a raudales, porque además era invierno y hacía un frío de mil diablos, y entonces el zumbido de la correa sonaba seguido de la amenaza: “¡Anda p´ahí a pedir, lagumán!”, y el chaval, cabizbajo, llamaba a una puerta cualquiera pidiendo limosna.
La tía “Chilila”, cocinaba con algo de manteca que le daba el dueño del corral al que “Catracas” ayudaba en alguna tarea, cortando leña o ayudándole a uncir las vacas al carro. Él nunca mendigaba, eso se lo asignaba a su mujer, al hijo y una niña de unos cuatro o cinco años.
Su estancia podía durar quince días o un mes y nos visitaban sobre todo en invierno. “Ya han llegado los “Chililes”, decíamos al verlos. Palabra que asociábamos a mendigos, pero mendigos que permanecían unos días o semanas en el lugar, no mendigos de paso.
La otra imagen que llevo dentro es la de la tía “Chilila”, menudita ella, vestida de pies a cabeza de negro antes de tiempo, el negro de la negrura de haber nacido en el desamparo, en tiempo de posguerra, la negrura de ser la esposa de un hombre autoritario, que cargaba el peso de la supervivencia sobre ella, cargándola además del peso de los embarazos.
Ella se echaba al niño que amamantaba, ya talludito, a la espalda, en una especie de bolsa de trozos de saco de esparto donde el niño se acomodaba como las crías de canguro en su bolsa. Cuando el niño lloraba, ella sabía el porqué, sacaba de su lecho la teta que de tanto sacarla y meterla se estirada como un chicle y con ella estirada y el pezón en el hombro, el niño se enganchaba para chupar la leche materna que eran los rebojos del pan de la mendicidad convertidos en leche. Y la tía “Chilila”,medio desdentada, nos sonreía, cuando nosotros, los chavales, señalábamos con el dedo la argucia del niño y la teta estirada mientras ella caminaba, “una limosna, por favor”, y la metía en una bolsa  atada a su cintura, y cuando llegaba a casa del cura, este, a través de su criada, le entregaba una estampita de la Virgen de la Peña: “Para que la proteja el Señor, rece usted, que no solo de pan vive el hombre”. Era un sacerdote rezongón, que tenía su particular interpretación del cristianismo, porque de todo había y hay en la viña del Señor.
 Llovía, nevaba, y el niño
De la teta chupaba.
Llovía, nevaba, y al niño
Su espalda arropaba.
De negro su ropa
Dorada su alma
Eran lágrimas  de leche
Que su madre le daba.
Que al paso de los días y  de los años, el que mueve los designios del universo, nos proteja aquí abajo de los corazones de piedra para desterrar para siempre situaciones como la que sufrió la tía “Chilila”.
Amén.
Félix Carreto.
 
 
 

2 comentarios:

Manuel dijo...

Tus temas, historias, capítulos,… Félix, son también los nuestros, la verdadera historia cercana de nuestro pueblo; pero a la vez, tan lejana en costumbres y formas; de aquellos años de tu niñez, por edad, la nuestra. Revives palabras y con cada una de ellas, traes una buena carga de recuerdos y vivencias: Chilia, chililes,
Estas palabras, no figuran en el vocabulario ( apartado Nuestro Mundo) , que hay que solucionar y añadir YA.

-Manolo-

Félix dijo...

Sí,hay muchas palabras que eran nuestras,de nuestra infancia que hay que inmortalizar en ese apartado.Me viene a la mente una que usábamos mucho: "javetá", "me he pegado una buena javetá" un corte profundo. Yo lo escribo con V ,podría ser también con B. Ahí queda para el debate.
Félix