Así la llamábamos allá por los
años cincuenta en mi pueblo, a esta
mujer que vivía de la mendicidad. Era una vecina más durante su estancia,
vecina por aquello de que se instalaba con su esposo o pareja y sus tres hijos
en un cobertizo que le facilitaba un vecino, labrador humilde. Al menos no se
mojaban y dormían bajo techo, rodeados de escobas para la lumbre y del perro
del dueño del corral que buscaba refugio bajo las escobas y tal vez daba calor
a la susodicha familia.
A su marido lo llamaban
“Catracas”, tal vez porque usaba unas botas sin cordones, que sujetaba como
buenamente podía, botas de cuero vencido, derrengadas y más grandes que sus
pies.
Él era un hombre severo, feo, de cara torcida y labios carnosos y sobados
por la saliva que rezumaba, de aspecto cincuentón, más por su indumentaria
maltrecha, su boina mugrienta, picada por la miseria, uñas largas y negras y
barba de varios días, que por su edad real, sin duda mucho más joven.
En mi mente quedó grabada la imagen que era también sonido, cuando se
quitaba el cinto y lo hacía restallar en el aire amenazando a su hijo de unos
siete años, vestido con los andrajos de la miseria y los mocos a raudales,
porque además era invierno y hacía un frío de mil diablos, y entonces el
zumbido de la correa sonaba seguido de la amenaza: “¡Anda p´ahí a pedir,
lagumán!”, y el chaval, cabizbajo, llamaba a una puerta cualquiera pidiendo
limosna.
La tía “Chilila”, cocinaba con algo de manteca que le daba el dueño
del corral al que “Catracas” ayudaba en alguna tarea, cortando leña o
ayudándole a uncir las vacas al carro. Él nunca mendigaba, eso se lo asignaba a
su mujer, al hijo y una niña de unos cuatro o cinco años.
Su estancia podía durar quince días o un mes y nos visitaban sobre
todo en invierno. “Ya han llegado los “Chililes”, decíamos al verlos. Palabra
que asociábamos a mendigos, pero mendigos que permanecían unos días o semanas
en el lugar, no mendigos de paso.
La otra imagen que llevo dentro es la de la tía “Chilila”, menudita
ella, vestida de pies a cabeza de negro antes de tiempo, el negro de la negrura
de haber nacido en el desamparo, en tiempo de posguerra, la negrura de ser la
esposa de un hombre autoritario, que cargaba el peso de la supervivencia sobre
ella, cargándola además del peso de los embarazos.
Ella se echaba al niño que amamantaba, ya talludito, a la espalda, en
una especie de bolsa de trozos de saco de esparto donde el niño se acomodaba
como las crías de canguro en su bolsa. Cuando el niño lloraba, ella sabía el
porqué, sacaba de su lecho la teta que de tanto sacarla y meterla se estirada
como un chicle y con ella estirada y el pezón en el hombro, el niño se
enganchaba para chupar la leche materna que eran los rebojos del pan de la
mendicidad convertidos en leche. Y la tía “Chilila”,medio desdentada, nos
sonreía, cuando nosotros, los chavales, señalábamos con el dedo la argucia del
niño y la teta estirada mientras ella caminaba, “una limosna, por favor”, y la
metía en una bolsa atada a su cintura, y
cuando llegaba a casa del cura, este, a través de su criada, le entregaba una
estampita de la Virgen de la Peña: “Para que la proteja el Señor, rece usted,
que no solo de pan vive el hombre”. Era un sacerdote rezongón, que tenía su
particular interpretación del cristianismo, porque de todo había y hay en la
viña del Señor.
De la teta chupaba.
Llovía, nevaba, y al niño
Su espalda arropaba.
De negro su ropa
Dorada su alma
Eran lágrimas de leche
Que su madre le daba.
Que al paso de los días y de
los años, el que mueve los designios del universo, nos proteja aquí abajo de
los corazones de piedra para desterrar para siempre situaciones como la que
sufrió la tía “Chilila”.
Amén.
Félix Carreto.
2 comentarios:
Tus temas, historias, capítulos,… Félix, son también los nuestros, la verdadera historia cercana de nuestro pueblo; pero a la vez, tan lejana en costumbres y formas; de aquellos años de tu niñez, por edad, la nuestra. Revives palabras y con cada una de ellas, traes una buena carga de recuerdos y vivencias: Chilia, chililes, …
Estas palabras, no figuran en el vocabulario ( apartado Nuestro Mundo) , que hay que solucionar y añadir YA.
-Manolo-
Sí,hay muchas palabras que eran nuestras,de nuestra infancia que hay que inmortalizar en ese apartado.Me viene a la mente una que usábamos mucho: "javetá", "me he pegado una buena javetá" un corte profundo. Yo lo escribo con V ,podría ser también con B. Ahí queda para el debate.
Félix
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