05 junio 2016


                                                 YO SOY LA “RUBIA ZARCEÑA”.

Aquí en el pueblo de Zarza de Pumareda me crié con mimo y protección. Lo de” rubia” no hace falta explicarlo;  no soy ni rubia sueca ni finlandesa, simplemente rubia zarceña. Algunos se empeñan en sacarme un tono semejante al plátano canario, otros al azafrán, quizás sea una mezcla de ambos, no voy a decir que soy amarillo fuego, que eso es muy presuntuoso, yo me conformo con ser amarillo festivo, o primaveral, que viene a ser lo mismo.

Soy  fruto de la semilla de mis antepasados que, al parecer,  procedían de Portugal. Nada inverosímil, pues basta con atravesar el Duero, a un tiro de piedra  de aquí y estamos en el país vecino. En esta tierra zarceña  he hallado mi espacio, el idóneo para crecer  en armonía con la naturaleza. Bien es cierto que los agricultores me cedieron  y respetaron este espacio, quizás con algo de egoísmo por ser  poco apto para el cultivo de cereales, de modo que  las de mi especie pudimos  reproducirnos  al  libre albedrio en tesos y cañadas, en lanchales, entre piedras y tierra arcillosa, a veces arenisca.

Al campesino  sigo abasteciendo leña para afrontar los gélidos inviernos, pues al parecer fue ese el motivo de mi  trasplante, afortunado, puedo decir.  Así que el calor del hogar está asegurado mientras me traten como hasta ahora. Hay otra escoba con la que comparto territorio, ella más pequeña, endeble, de flor blanca, de amplio  y tupido ramaje, más apta para encandilar los leños, y no rivalizamos  pues  cada cual cumplimos una función. Y cuando llega mayo mi flor amarilla sobresale, también por mi talla, del resto de matorral, adornando  el paisaje para mayor regocijo del paseante.

Ahora me siento sola y abandonada, aunque libre y bien tratada, pues ya no se oye el canto del labrador arando como antaño, ni al pastor con su rebaño, apenas algún pájaro se posa en mis ramas porque también ellos son cada día menos. Así es desde que en los años sesenta los jóvenes emigraron en busca de un futuro mejor, hacia el País Vasco, Cataluña,  al extranjero.  Algunos vuelven de vacaciones, muchos jubilados ya , y disfrutan con mi porte de novia veinteañera  y el amarillo incandescente que les regalo. Después vuelven a sus aposentos, supongo que para  seguir con su misión, porque allí se asentaron, como yo aquí, y allí dieron lo mejor de su juventud, como yo aquí, y  ocuparon el espacio considerado de segunda clase, pero suficiente para desarrollarse en armonía, como yo aquí, y ya forman parte intrínseca del paisaje, como yo aquí. Por estos y otros motivos son autóctonos de pleno derecho, como yo aquí, y nadie puede arrogarse el derecho a la exclusión del otro, porque todos venimos de algún lugar hasta asentarnos definitivamente y, entonces, solo  la Madre Naturaleza, y nadie más, tiene la potestad de erigirse en dueña de nuestro destino. Y  asi es como  cada primavera unos y otros ofrecemos el perfume y el color de la vida allí donde el destino nos aposentó.

Por mi  parte,  y a mucho orgullo, seguiré siendo la “rubia zarceña”.

 

 

 

 

 







5 comentarios:

Manuel dijo...

Yo soy la Rubia Zarceña, dice. Y seguirá siendo, siempre lo será; mientras haya un trovador que les cante, las inmortalice con su cámara, seguirá encontrándose muy a gusto en La Zarza, no emigrará nunca. Aunque algunas de sus descendencias el viento las lleve a otra parte, su conrazoncito siempre estará en nuestro pueblo. Con tu magnífico reportaje y extraordinarias imágenes haces que los de fuera recuerden (recordemos) éstas rubias y otras tantas especies que nos muestras de tanto en tanto. Es lo que intento hacer yo en alguna escapada que hago; hacer partícipes de nuestros paseos por el pueblo a los que están lejos y solo llegan en verano cuando toda esta sinfonía de colores se ha marchado. Lo que pasa es que tú lo haces mejor, mucho mejor, con más calma, con más arte, con textos y fotos excelentes que se complementan. Sigue, sigue, así, por tu bien, el de La Zarza y el nuestro.
Por poner un pero a la Sra. Rubia Zarceña. ¿Por qué Dios no la dotó de otro perfume?... El que todo lo puede podría haberlo hecho. Algún motivo tendría, algún motivo de peso habrá para que su olor sea el que es. No se corresponde su vistosidad con el olor que desprende cuando el sol le pega fuerte.
ESCAYABÓN, este es el vocablo que no me venía a la mente, que recibe el nombre de los troncos de las escobas, tanto unas como otras.

-Manolo-

Anónimo dijo...

Preciosas las fotos, y precioso el texto.
Colores y amores. Caprichos de la naturaleza. Bien captadas por un genio.

Salva dijo...

Que bonito que escribes
Mes transportas en un minuto a la Zarza
El relato,que es poesia,precioso
Y las fotos geniales
Gracias Felix

Salva dijo...

Veo q mi comentario ha salido con el nombre de Salva
Pero soy
Angelica

Salva dijo...

Que bonito que escribes
Mes transportas en un minuto a la Zarza
El relato,que es poesia,precioso
Y las fotos geniales
Gracias Felix