YO SOY LA “RUBIA ZARCEÑA”.
Aquí en el pueblo de Zarza de
Pumareda me crié con mimo y protección. Lo de” rubia” no hace falta
explicarlo; no soy ni rubia sueca ni
finlandesa, simplemente rubia zarceña. Algunos se empeñan en sacarme un tono
semejante al plátano canario, otros al azafrán, quizás sea una mezcla de ambos,
no voy a decir que soy amarillo fuego, que eso es muy presuntuoso, yo me
conformo con ser amarillo festivo, o primaveral, que viene a ser lo mismo.
Soy fruto de la
semilla de mis antepasados que, al parecer,
procedían de Portugal. Nada inverosímil, pues basta con atravesar el
Duero, a un tiro de piedra de aquí y
estamos en el país vecino. En esta tierra zarceña he hallado mi espacio, el idóneo para
crecer en armonía con la naturaleza.
Bien es cierto que los agricultores me cedieron
y respetaron este espacio, quizás con algo de egoísmo por ser poco apto para el cultivo de cereales, de
modo que las de mi especie pudimos reproducirnos al libre albedrio en tesos y cañadas, en
lanchales, entre piedras y tierra arcillosa, a veces arenisca.
Al campesino sigo
abasteciendo leña para afrontar los gélidos inviernos, pues al parecer fue ese
el motivo de mi trasplante, afortunado,
puedo decir. Así que el calor del hogar
está asegurado mientras me traten como hasta ahora. Hay otra escoba con la que
comparto territorio, ella más pequeña, endeble, de flor blanca, de amplio y tupido ramaje, más apta para encandilar los
leños, y no rivalizamos pues cada cual cumplimos una función. Y cuando
llega mayo mi flor amarilla sobresale, también por mi talla, del resto de
matorral, adornando el paisaje para mayor
regocijo del paseante.
Ahora me siento sola y
abandonada, aunque libre y bien tratada, pues ya no se oye el canto del
labrador arando como antaño, ni al pastor con su rebaño, apenas algún pájaro se
posa en mis ramas porque también ellos son cada día menos. Así es desde que en
los años sesenta los jóvenes emigraron en busca de un futuro mejor, hacia el País
Vasco, Cataluña, al extranjero. Algunos vuelven de vacaciones, muchos
jubilados ya , y disfrutan con mi porte de novia veinteañera y el amarillo incandescente que les regalo. Después
vuelven a sus aposentos, supongo que para
seguir con su misión, porque allí se asentaron, como yo aquí, y allí
dieron lo mejor de su juventud, como yo aquí, y
ocuparon el espacio considerado de segunda clase, pero suficiente para
desarrollarse en armonía, como yo aquí, y ya forman parte intrínseca del
paisaje, como yo aquí. Por estos y otros motivos son autóctonos de pleno
derecho, como yo aquí, y nadie puede arrogarse el derecho a la exclusión del
otro, porque todos venimos de algún lugar hasta asentarnos definitivamente y,
entonces, solo la Madre Naturaleza, y
nadie más, tiene la potestad de erigirse en dueña de nuestro destino. Y asi es como cada primavera unos y otros ofrecemos el
perfume y el color de la vida allí donde el destino nos aposentó.
Por mi parte, y a mucho orgullo, seguiré siendo la “rubia
zarceña”.
5 comentarios:
Yo soy la Rubia Zarceña, dice. Y seguirá siendo, siempre lo será; mientras haya un trovador que les cante, las inmortalice con su cámara, seguirá encontrándose muy a gusto en La Zarza, no emigrará nunca. Aunque algunas de sus descendencias el viento las lleve a otra parte, su conrazoncito siempre estará en nuestro pueblo. Con tu magnífico reportaje y extraordinarias imágenes haces que los de fuera recuerden (recordemos) éstas rubias y otras tantas especies que nos muestras de tanto en tanto. Es lo que intento hacer yo en alguna escapada que hago; hacer partícipes de nuestros paseos por el pueblo a los que están lejos y solo llegan en verano cuando toda esta sinfonía de colores se ha marchado. Lo que pasa es que tú lo haces mejor, mucho mejor, con más calma, con más arte, con textos y fotos excelentes que se complementan. Sigue, sigue, así, por tu bien, el de La Zarza y el nuestro.
Por poner un pero a la Sra. Rubia Zarceña. ¿Por qué Dios no la dotó de otro perfume?... El que todo lo puede podría haberlo hecho. Algún motivo tendría, algún motivo de peso habrá para que su olor sea el que es. No se corresponde su vistosidad con el olor que desprende cuando el sol le pega fuerte.
ESCAYABÓN, este es el vocablo que no me venía a la mente, que recibe el nombre de los troncos de las escobas, tanto unas como otras.
-Manolo-
Preciosas las fotos, y precioso el texto.
Colores y amores. Caprichos de la naturaleza. Bien captadas por un genio.
Que bonito que escribes
Mes transportas en un minuto a la Zarza
El relato,que es poesia,precioso
Y las fotos geniales
Gracias Felix
Veo q mi comentario ha salido con el nombre de Salva
Pero soy
Angelica
Que bonito que escribes
Mes transportas en un minuto a la Zarza
El relato,que es poesia,precioso
Y las fotos geniales
Gracias Felix
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