Pocas cosas hay en la vida con tanta pureza, con tanta generosidad, con tanta ternura, tan gratificante y alentador como la mirada de un niño.
Miro a un niño que va confortablemente instalado en su silla conducida por su madre y el niño me devuelve una mirada tierna ,cariñosa ,sugestiva, habla su mirada, me dice¡hola! con su mirada,el niño no habla pero su mirada si.
Sigo caminando por la calle y miro a otro niño que su madre amamanta y me mira de reojo para no perder el ritmo en su tarea mientras sacia su estómago, trago a trago. El niño no habla, no es necesario porque su mirada lo dice todo y es fácil de interpretar.El niño es feliz.
Más tarde, otro niño en el metro está sentado confortablemente en el regazo de su madre.Lo miro. Me mira. Mirada cómplice. Espera una respuesta de mi parte.Esbozo una sonrisa y me responde con otra. Hago una mueca retorciendo mi bigote y se rie.Intenta imitarme pero no lo consigue y espera que realice de nuevo el gesto para captarlo mejor y volverlo a intentar.Lo repito y se ríe mientras una y otra vez intenta imitarme.Hemos entrado en el juego y solo lo sabemos los dos, nadie se ha percatado, ni siquiera su madre.He entrado en el juego infantil, ese juego sin trampa donde todo es puro y no se espera contrapartida alguna porque el juego, juego es. Me sigue mirando, espera que le envíe otra señal de juego; un guiño, una mueca, cualquier gesto que le permita seguir disfrutando, mientras en el vagón todo es silencio salvo el traqueteo del convoy que sigue su rumbo.El niño sigue mirándome pero desisto de jugar porque me doy cuenta que el mundo que me rodea no está para juegos o juega con cartas falsas y no quiero aparecer como un tipo raro, sospechoso, porque con los niños desconocidos¡ojo! no se juega ni de bromas.A eso lo llamamos guardar la distancia, no entrometerse en vida ajena.Pero yo soy así y no quiero desprenderme de la mirada infantil para disfrutar mejor del mundo que me rodea y conservar el niño que todos llevamos dentro.Lo llevo como puedo y cuando se tercia y un niño me ofrece su mirada pura, generosa, intento corresponderle aunque mi mirada se entrecruce con otras poco amistosas.
Porque hay personas que no han aprendido a mirar, gentes que perdieron la mirada inocente de su infancia y se acomodan a la mirada que le marcan los tiempos, es decir; pocas risas, pocas bromas, estar a la defensiva, aislarse en la muchedumbre y seguir el ritmo que va marcando el frenesí del mundo civilizado.
La mirada de un niño es la bondad por excelencia, no hace ningún distingo, no sabe lo que es eso y sonríe de igual manera a un banquero que a un obrero con su mono de trabajo.No sabe de clases porque en su universo solo hay dos clases de personas: las amables y de corazón generoso y el resto.
Un día me crucé con un joven de unos veinte años con síndrome de Daown.Era autónomo y se desenvolvía bien en el otro mundo, en el de los “normales”.Al llegar a su altura me saludó: ¡hola! me dijo al cruzarse nuestras miradas. ¿hola ,qué tal?,le contesté.Bien ,me dijo y prosiguió su camino .Aquel fugaz encuentro me llenó de satisfacción.Cuanto cariño, cuanta ternura, qué profunda humanidad en su saludo.Yo seguí un poco más animado en mi deambular y él probablemente era feliz en su particular universo, en el universo de los adultos con la mirada de niño.Miradas cómplices, sentimientos cómplices, es lo que queda, el resto se volatiliza en la atmósfera contaminada del mundo industrializado, moderno , quizás feliz, pero también voraz ,que consume vidas aunque no lo parezca .
Qué pena que perdamos tan pronto esa mirada cándida, generosa, pura, escrutadora del alma.Qué pena que pasemos la vida mirando a la defensiva, que nuestra mirada a menudo se vuelva tan egoísta y que solo intentemos recuperar la pureza de esa mirada, aunque no siempre, al final de la vida, cuando nos percatamos que lo importante es la mirada de amor porque el resto ya no importa, pero cuando ya es, como en otras tantas cosas, demasiado tarde.
La mirada de un niño es el bálsamo capaz siempre de devolver la sonrisa allí donde anida la tristeza. Félix
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3 comentarios:
A medida que nos vamos haciendo mayores, más cerca estamos de los niños y su mundo; los extremos se tocan, dicen. En su corta edad los niños son naturales, espontáneos, la verdad y lo natural en estado puro. Luego a medida que van entrando en el mundo de los mayores…
De esa complicidad que comentas, todos más o menos tenemos experiencias; pero como yo no sabría contarlas con tu maestría, las dejo para hacerlo personalmente en la primera ocasión que tengamos; recuérdamelo. Y ya que de pequeños hablamos, las carcajadas de este bebé batió records de visionado en YouTube hace dos años o más. Ahí sigue en esta dirección:
http://www.youtube.com/watch?v=5P6UU6m3cqk
-Manolo-
Hola Félix, sabes quien soy? soy azahar, que tal te va todo? Veo que muy bien con tus cuentos y relatos. un saludo y a ver si nos ponemos en contacto; te tengo que contar muchas cosas y que me des algun consejo porque lo necesito de veras.Un abrazo.
Cincido contigo Félix con las apreciaciones que haces de la mirada de un niño. Manolo también aporta rasgos que todos conocemos.
No sé porque razón pero con los niños tengo una complicidad especial, también me gusta jugar con ellos y ver sus reacciones espontáneas y sinceras. Aunque como muy bien dices al final, es necesario ser prudente porque en los adultos hay desconfianza y pueden equivocar un simple gesto con algo raro.
Con el tiempo esa espontáneidaz se pierde y es una pena. Aunque para algunos el carnet no resta el ñiño que siempre queda en nosotros. Un abrazo. Salva
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