30 enero 2009

El lenguaje de los políticos

La mujer de un ex Primer Ministro, de la que fui su masajista durante siete años, en una de las innumerables sesiones de masaje me comentó una anécdota sobre otro ministro, colega de partido, que a la postre llegaría a Presidente de la República. Cabe decir que estos comentarios que afectaban a la vida íntima de los grandes mandatarios, siempre se hacia de puertas para dentro, y en ese circuito escrupulosamente protegido de los tentáculos de la prensa, circulaba todo tipo de rumores, sucesos, anécdotas propios a cualquier ser humano, con todas sus debilidades, por lo que la protección de la imagen (la buena imagen) respecto a personas de relevancia pública se consideraba fundamental para el buen” equilibrio ” del sistema establecido.
De modo que no era difícil enterarse de multitud de chismes los más variopintos, incluso de los devaneos afectivos y amoríos supuestamente secretos, aunque no tanto.
El asunto en cuestión es que el susodicho ministro, un buen día rindió visita a una localidad en la zona rural de la Francia profunda para agradecer a sus habitantes el apoyo recibido en unos comicios electorales.
El ministro antes de entrar en el pueblo ordenó a su chofer parar el vehículo. Se bajó, se quitó la chaqueta, la corbata también y se remangó la camisa. Señor ministro, ¿tiene usted mucho calor?, preguntó el chófer. No, respondió, esta es la mejor manera de presentarse ante los campesinos para que te reciban con los brazos abiertos y te consideren como uno más de los suyos.
Pues algo parecido ocurre aquí con nuestros políticos, pero en lo relacionado con el lenguaje.
Blanca Mora Araujo, esposa del Premio Nobel de literatura, el guatemalteco Miguel Ángel Asturias, con la que mantuve amistosas relaciones en mi época parisina, me comentaba que su marido, que era un acérrimo defensor del español, solía corregir siempre a quien utilizara un anglicismo o cualquier forma de expresión incorrecta o inexactitud verbal
recordándole la forma correcta del uso del español o castellano.
De pequeño, y luego más tarde también, me gustaba utilizar correctamente nuestra lengua. Pero la escasa instrucción recibida no me lo permitía de modo que me apoyaba en el buen hacer de periodistas, locutores de radio o personajes cultos; en todo caso, personas más ilustradas que yo y así corregía los defectos propios del habla local habitual en la zona rural. Pero todo se ha deteriorado y el rigor sobre el buen uso de la lengua ya no es lo que era. El caso es que hoy muchos periodistas escriben mal y hablan mal, claro, y ya no sirven de referencia auque la mayoría lo hagan bien. Lo último sobre el deterioro al que asistimos viene de la parte de los políticos que intencionadamente utilizan formas impropias del rango que ocupan. Ellos, los políticos, como el caso del político francés (que pasará al olvido como el presidente más mediocre), piensan que así se expresa el pueblo y por lo tanto la forma mas útil y práctica de sintonizar con ellos, de identificarse con ellos es hablar como ellos; como el albañil, como el carnicero, como cualquier obrero. Pero ahí está su error porque gran parte del pueblo al que ellos representan no habla así, habla mejor que ellos .
Me refiero concretamente a esa figura gramatical que no recuerdo como se llama ¿apócope?, que consiste en decir: Estao por Estado, llegao por llegado etc. etc. Es cierto que en algunas zonas de España se habla así, pero no en todas, y en todas hay personas que lo utilizan correctamente. Sin embargo los hablantes de la lengua catalana sí usan esa forma correctamente y lo más sorprende es que hay políticos catalanes que ya se han contagiao, perdón, contagiado. ¿Por qué? No hace mucho oí al jefe de la oposición decir: ”estamos pa ayudar”, por ejemplo. Hay que hablar como el pueblo. ¡Pues vamos pa lla! cuñao que el pescao sa cabao.
Y llevándolo al extremo podríamos encontrar algo tan edificante como esto: Al Congreso ha llegao un diputao bien trajeao. Se ha sentao, ha escuchao, después se ha levantao, ha hablao, ha replicao, ha votao y se ha marchao enfadao. Ciao, ciao.
Félix.

1 comentario:

Manuel dijo...

Magnífico, Félix, tu relato, que acabo de leer. Habrá que volver a él con más calma.
Cuánta experiencia la tuya, cuántas cosas vividas, allá en la Francia y ahora en la Espagne; sin olvidar La Zarza, que también tiene lo suyo (lo nuestro).
Tienes razón que hoy los periodistas, que por su profesión tenían que utilizar bien el idioma, sean los que más patadas den al diccionario. No digamos los políticos. Y finalmente con Internet, la televisión interactiva, móviles, mensajes SMS, es un verdadrea pena ver lo que se escribe y cómo. Y lo peor es que te contagia, pues uno mismo escribe tal o cual palabra correctamente y dudas si está o no bien, porque te suena o la tienes vista de otra forma. Una pena, un desaguisao
-Manolo-