24 enero 2009

El árbol vencido

Había un roble, uno de tantos de los que aun bordean el regato en Valdemayas, junto a la carretera del Salto, que sucumbió a la fuerza del viento cuando todavía se aferraba a su existencia con unas ramas verdes que lo mantenían con vida, mientras gran parte de su tronco hacia años que había muerto. En ese lugar, el regato discurre sereno y atraviesa un prado casi plano, sin rocas, cuya corriente ha excavado unas pozas poco profundas y donde las aguas, trascurrido el invierno, se remansan y ofrecen un abrevadero fácil para el ganado y lavadero llegada la primavera; al menos así fue durante muchos años, antes de que la máquina lavadora entrara en los hogares. Este lugar lo frecuentaba a menudo durante la época escolar y me trae recuerdos idílicos de aquel tiempo, sobre todo, cuando acompañaba a alguna lavandera de la familia, llegado el mes de mayo. Me distraía entonces gateando a los árboles en busca de nidos. La gran extensión de hierba permitía tender la ropa a su antojo, después el sol hacia el resto. El revoloteo y el trino de los pájaros en pos pareja o anidando, confería al lugar un aire festivo mientras los rayos del sol refulgían entre el ramaje y se colaba entre los intersticios para formar en la hierba una alfombra de claroscuros que danzaban al son de la brisa refrescante y perfumada. Este lugar me marcó profundamente por la sensación de paz que transmitia. Tanto que cuando escuché por primera vez las Goyescas de Enrique Granados, ignorando el porqué, mi mente me trasladó inmediatamente a ese lugar, y sigue siendo así. El prado físicamente ha cambiado poco, quizás algún árbol menos, pero la vida que bullía en el entorno llena de colorido y sonidos, prácticamente ha desaparecido.
De modo que ahora en mi tiempo de ocio, procuro recorrer aquellos lugares que conservan un cierto encanto y que en nuestro pueblo son muchos por su variedad paisajística aunque, dicho sea de paso, sólo la primavera consigue devolverle el esplendor de antaño.
Una tarde llegué a dicho lugar y me detuve ante un roble partido en dos, vencido, pero se resistía a morir a tenor de unas ramas que conservaban aun el verdor y la frescura de sus hojas. Sin duda, ya debilitado, no resistió una racha de viento que lo puso a prueba y así llegó su último momento aunque, doblegado, las ramas besando el suelo, encontró el apoyo suficiente para seguir luchando por la vida. El roble había sufrido más asaltos, pero consiguió rehacerse, y la savia siguió fluyendo por una estrecha veta adherida en un tercio del perímetro del tronco seco, encontrando el soporte necesario para mantenerse en pie. Me acerqué para comprender mejor el motivo de tal desenlace. El tronco estaba hueco y abierto en un lateral. En su interior una franja negruzca, desteñida por el tiempo, lo recorría de arriba abajo, lo que hacía pensar que un rayo había fulminado una parte del tronco hacía mucho tiempo. Al partirse en dos quedaron al descubierto los centenares de túneles y galerías que miles de hormigas habían construido formando una inmensa ciudad troglodita. La parte hueca y abierta estaba orientada al Suroeste, brindándole así el sito idóneo para construir tamaño albergue.
Permanecí un rato sentado en la hierba, un tanto meditabundo, recreándome del lugar, admirando el árbol por su tenaz lucha por sobrevivir. Poco tendría que aguantar sin embargo en esta postura, pues el dueño del prado no tardaría en cortarlo para hacer leña y dejar un espacio más aireado para el resto de sus congéneres.
Había terminado un ciclo; creció vivió frondoso hasta que sufrió el azote del rayo, pero no se rindió y medio mutilado reverdecía cada primavera; ofreció cobijo a miles de hormigas, pero estas lo debilitaron aun más hasta que la selección natural obró con su fuerza destructiva y el impetuoso viento lo tumbó.
Desfilaron por mi mente una serie de secuencias disfrutando del mismo lugar hacia más de cincuenta años. La que acababa de vivir se añadiría a las anteriores, un poco difuminadas por el paso del tiempo pero unidas todas por un nexo común, marcadas con el sello indeleble de la felicidad.
Proseguí mi camino de regreso al pueblo. El sol avanzaba a mi espalda hacia el horizonte ya en tierras portuguesas para acostarse y, en ese movimiento perpetuo del que ahora me tocaba participar volaríamos a encontrarnos a la mañana siguiente por el naciente, por el Cotorro, con las energías renovadas para seguir caminando, para intentar simplemente, disfrutar de un día más. Félix

6 comentarios:

Manuel dijo...

Magnifico, Félix, tu recuerdo y canto a ese viejo roble que titulas: “El árbol vencido” y que tanto me recuerda al olmo descrito por Machado en : “A un olmo seco”. Aquel olmo y este roble tienen tantas similitudes… hasta en el ejército invasor de hormigas…, que bien podías titular: “A un roble seco”. Y es que lo tuyo, Félix, es poesía en prosa.

.....

"Al olmo viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo,
algunas hojas verdes le han salido"
.....
.....

"Mi corazón y la Zarza espera
también hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera"


Saludos. -Manolo-

Salva dijo...

Vaya nivel, Felix, es reconfortarte leerte, de verdad. Mientras leía esa prosa cargada de poesía, trataba de averiguar hacia dónde nos llevabas y a medio texto veo un atisbo de relato que me enganchó. Hay una ventana, una idea que podría tener una historia detrás, ciencia ficción, pero posible: Una ciudad de hormigas con tuneles y galerías, ciudades y gobernantes. Sí daría juego, seguro
Pero como en casi todo, nos falta tiempo.
Manolo, ¿Lo que pusiste debajo de lo de Machado es tuyo?
Félix cierro el comentario alentándote para que sigas narrando esas sensaciones de contraste en el tiempo, el de ahora con más capacidad para saborear, y el de antes que quedó en la mente como una referencia para más adelante. Salva

Manuel dijo...

Qué más quisiera yo, Salva, tener el suficiente nivel para que "eso" del final que preguntas fuera mío. ¡Qué más quisiera yo! Eso queda para tí y para Félix.

El final de la poesía de Machado es:

Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.


Y yo en una osadía mía más añadí: Mi corazón(en la Zarza) espera...

-Manolo-

Anónimo dijo...

Salva y Manolo ,Manolo y Salva:Es gratificante leer vuestros comentarios.Ya me gustaria a mi manejar los intríngulis de la literatura a capricho pero eso está muy lejos ,tendré que pasar antes por el nivel de Salva,por ejemplo,y seguir evolucionando que es lo que uno siempre pretende.Simplemente intento reflejar mis pensamientos lo mejor que puedo,despues si consigo transmitir las mismas inquietudes y sensaciones ,me doy por satisfecho.Pienso que lo bonito y estimulante es la variedad y en esta página de Manolo hay mucha variedad y mucho talento;véase la galeria de pintura ,por ejemplo. Salva, le preguntas a Manolo si es suya la cita etc,pero Manolo te da largas con que "eso es cosa de otros"y tal ,él solo da unas pinceladas de su arte y se guarda el resto;es como el jefe de orquesta que dirige como si nada,pero es que no necesita partitura porque se conoce la música.O sea.Si en los cientos de asesores que tienen los políticos que gobiernan este pais, y que nos cuestan tanto dinero,hubiera una docena como Manolo ,otro gallo nos cantaría,pero España es asi.Menos mal que nos queda Antonio Machado y otros similares que son la auténtica esencia del pueblo. Félix.

Anónimo dijo...

Lo que escribe Félix nos hace reflexionar sobre lo que es la vida, que a veces se aferra a un hilo; como los robles que muchas veces vemos que sobreviven tan sólo por la cáscara, teniendo todo el tronco seco y con el tiempo todo taladrado de túneles y galerías en los que viven, cobijan, anidan ó hibernan un sinfín de bichos.Todo se aprovecha.
A menudo nos tropezamos con árboles que están marcados con el látigo de un rayo, que en la mayoría de los casos sobreviven, si bién la marca y el daño quedan ahí.Se recuerda algún caso de rayo muy potente estallar un árbol alto por el centro longitudinal y saltar las astillas a una buena distancia.
Agustin

Anónimo dijo...

Felix,querido primo,que belleza de texto te sugiere"El árbol vencido",no me estraña que tanto Manolo como Agustín lo valoren de esa manera que ellos saben hacerlo.Comparto sus valoraciones,yo te digo que he gozado un montón leyéndolo y releyéndolo.Bravo te estas convirtiendo en un auténtico narrador lleno de poesía,con una belleza que llena el alma,como muy bien dice Manolo poesia en prosa.Rosario Carreto