Hoy,víspera de los Reyes Magos, caminaba por una estrecha calle aledaña a Bravo Murillo, en Madrid, cuando me topé con un barrendero de unos treinta años que lucía su habitual traje verde, impermeable, con bandas blancas fluorescentes. Había aparcado su carro, provisto de dos cubos y los utensilios propios de su tarea, en la estrecha acera, junto a la puerta de un local donde unas monjas realizan funciones de asistencia social: ofrecen ropa, desayunos y asistencia sanitaria a personas sin hogar.
Al llegar a la altura del barrendero, salió una monja vestida de blanco de la cabeza a los pies y se dirigió a este con un sobre blanco de correo, abierto y con unos billetes dentro. Replegó la solapa, lo dobló de nuevo en dos para que el dinero no se cayera y se lo entrgó. Al encontrarme muy cerca de ellos, presencié cada detalle de la escena y por un momento me reproché el no llevar la cámara para realizar alguna foto. Después pensé que era mejor así, que ese momento tan intimo les pertenecía por completo. Lo que realmente me cautivó, y es el motivo de este comentario, fue cuando la monja tras pronunciar unas palabras, le entregó el sobre esbozando una sonrisa luminosa, llena de ternura; era un beso al receptor, el cual, agradeció tan generoso gesto. La sonrisa y la mirada llena de luz de esta religiosa, era la expresión más viva de todo el afecto, de todo el cariño, de todo el amor que se puede sentir hacia otra persona. Lo del sobre fue simplemente un mero trámite.
Seguí caminando convencido de que al presenciar tan bella escena, era un regalo anticipado de los Reyes Magos para mi también. Félix.
Al llegar a la altura del barrendero, salió una monja vestida de blanco de la cabeza a los pies y se dirigió a este con un sobre blanco de correo, abierto y con unos billetes dentro. Replegó la solapa, lo dobló de nuevo en dos para que el dinero no se cayera y se lo entrgó. Al encontrarme muy cerca de ellos, presencié cada detalle de la escena y por un momento me reproché el no llevar la cámara para realizar alguna foto. Después pensé que era mejor así, que ese momento tan intimo les pertenecía por completo. Lo que realmente me cautivó, y es el motivo de este comentario, fue cuando la monja tras pronunciar unas palabras, le entregó el sobre esbozando una sonrisa luminosa, llena de ternura; era un beso al receptor, el cual, agradeció tan generoso gesto. La sonrisa y la mirada llena de luz de esta religiosa, era la expresión más viva de todo el afecto, de todo el cariño, de todo el amor que se puede sentir hacia otra persona. Lo del sobre fue simplemente un mero trámite.
Seguí caminando convencido de que al presenciar tan bella escena, era un regalo anticipado de los Reyes Magos para mi también. Félix.
2 comentarios:
Bonita historia, que bien parece un "Cuento de Navidad" pero en este caso hecho realidad. -Manolo-
¡Muy bien Félix! Eres un tipo diferente, en positivo, esas sensaciones que describes, pellizcando gestos y aptitudes de la vida misma, para plasmarlas, bien sea en una instantánea, o en un micro relato que ventea aires de agradable nostalgia. Sinceramente, no te conozco, pero, "por los hechos los conoceréis".
Es evidente que tu regalo ya lo tenías hace mucho tiempo, pienso yo: Capacidad para sacarle jugo a la normalidad del día a día. Salva
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